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Reconocimiento De Emociones En La Niñez Temprana


Enviado por   •  20 de Junio de 2014  •  3.450 Palabras (14 Páginas)  •  349 Visitas

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1. INTRODUCCIÓN

A continuación se presenta el trabajo realizado como proyecto final para la materia de Psicología Evolutiva: Infancia y pre-adolescencia PB113, el cual consiste en comprobar la habilidad de los niños en la etapa de la infancia temprana para reconocer emociones como un momento característico de esta edad.

En el presente trabajo se muestra el marco teórico, sirviendo como apoyo principal el libro de Jonh W. Santrock, Psicología del desarrollo. El ciclo vital (2006), así como fuentes electrónicas y artículos publicados en la revista chilena de neurociencias, revista internacional de psicología y educación, revista latinoamericana de ciencias sociales.

Se presenta la metodología usada, siendo nuestra voluntaria a estudiar Estrella (Rapunzel, como ella se nombra), una niña de cuatro años y que cursa primer grado de preescolar, participando con nosotros en el video que se adjunta al presente texto.

Se presentan los resultados que fueron sorprendentes para nosotros, superando las expectativas y planteando nuevas interrogantes.

A continuación el desarrollo de nuestra investigación.

2. MARCO TEÓRICO.

Sirvió como fundamento teórico lo expuesto en el libro de John W. Santrock. (2006). Psicología del desarrollo en el ciclo vital. España: Mc Graw Hill. El cual nos dice que en la etapa de la niñez temprana, que va de los 3 a los 6 años, los niños desarrollan habilidades sociales más específicas y complejas, como darse cuenta de que otra persona ve lo que está enfrente de sus ojos y no necesariamente lo que está enfrente de los ojos del niño. Comprende que si alguien quiere algo intentara conseguirlo, en la etapa de la niñez temprana se puede distinguir entre emociones positivas y negativas, se llega a comprender que la mente puede representar objetos y eventos de forma precisa o imprecisa. Comienzan a tener una apreciación profunda sobre la mente en sí misma en lugar de solo una comprensión de los estados mentales.

Entre los cambios más importantes en el desarrollo emocional en la niñez temprana se encuentran el mayor uso del lenguaje emocional y de la comprensión de las emociones. Los niños preescolares se vuelven más diestros para hablar de sus propias emociones y las de otros. Entre los 2 y los 3 años, los niños aumentan considerablemente el número de términos que utilizan para describir las emociones.

A los 4 o 5 años, los niños muestran una habilidad cada vez mayor para reflejar sus emociones. En este momento del desarrollo, también empiezan a comprender que algunos hechos pueden provocar sentimientos diferentes en distintas personas. Por otra parte muestran una conciencia cada vez mayor para controlar y manejar las emociones coincidentes con los estándares sociales.

Las emociones de la propia conciencia requieren que el niño sea capaz de referirse a ellos mismos y se den cuenta de que son diferentes de los demás. El orgullo, la timidez, la vergüenza y la culpa son emociones vinculadas a la propia conciencia.

Las emociones como el orgullo y la culpa son más comunes en los años de la niñez temprana y están especialmente influenciadas por las respuestas de los padres al comportamiento de los hijos.

La autorregulación de la emoción continúa siendo un aspecto importante del desarrollo emocional en los años de la niñez temprana y los padres pueden jugar un papel importante para ayudar a los niños pequeños a controlar sus emociones.

Las emociones parecen estar programadas de forma biológica, apareciendo algunas de ellas a los pocos meses de vida. Posteriormente se produce una complejización de estas emociones básicas gracias al desarrollo cognitivo (toma de consciencia de uno mismo como individuo, comprensión de las normas sociales, etc.) dando lugar a emociones más complejas.

Alrededor de los cuatro años de edad el niño se da cuenta de que las otras personas no piensan ni sienten igual que él. Esto se produce gracias a la teoría de la mente, que es la habilidad para comprender y anticipar la conducta, intenciones y emociones de otras personas. Es el inicio del proceso que ayuda al niño a empatizar con el otro y ponerse en su lugar. Este aprendizaje tiene gran relevancia en la afectividad, ya que permite contemplar a la otra persona como un ser completo y complejo (tanto como uno mismo) con deseos, afectos y diferentes formas de modularlos y expresarlos.

La autoestima es un pilar clave a esta edad, ya que la valoración positiva de sí mismo permite al niño alcanzar sus objetivos desde la ilusión y la seguridad que otorga el creer en sus propias capacidades. Durante el proceso, el niño descubre el orgullo del éxito, que le conduce a un mayor nivel de concentración y persistencia, asimismo surge el deseo de probar nuevas experiencias que le permiten seguir aprendiendo. Para que un niño se sienta orgulloso de sus actuaciones y de sí mismo, necesita que sus figuras de referencia (padres, familiares y maestros) hayan mostrado de forma realista que se es merecedor de él.

“La vergüenza, que aparece en esta edad, actúa como elemento regulador de la conducta”. En esta franja de edad suele aparecer también la vergüenza (aunque hay autores que la clasifican como una emoción primaria). Esta tiene un origen externo, proviene de saber que alguien podría ver y criticar lo que uno ha hecho. Es importante resaltar que la vergüenza no tiene por qué ser negativa. Como consecuencia de la vergüenza la persona puede limitar sus acciones, por lo que puede actuar tanto como elemento regulador de la conducta, como de elemento represor.

Aprendiendo a controlar las emociones.

Sin duda, el logro fundamental entre los dos y los seis años es la capacidad de inhibir, aumentar, dirigir y modular las emociones. La adquisición de esta capacidad, llamada regulación emocional, permite a los niños ser más competentes en todas las áreas de sus vidas.

El sistema límbico forma parte del encéfalo y es el encargado de la regulación y expresión de las emociones. Este sistema es muy sensible a las expresiones faciales, especialmente a las de miedo, por lo que si uno de los padres expresa temor ante una situación o un objeto, el niño para el cual ellos son un referente va a interpretar ese estímulo como potencialmente peligroso. Por el contrario, un niño podrá variar sus sentimientos iniciales respecto a una situación que le provocaba, por ejemplo miedo, si observa que la expresión de sus progenitores ante esa situación difiere emocionalmente (curiosidad o indiferencia).

Durante este periodo, las rabietas y los miedos terroríficos disminuyen a medida que aumenta la capacidad de autocontrol. Esto responde en gran medida al desarrollo neurológico que

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