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VIDEO RATAS EN EL LABERINTO: LOS INICIOS DE LA EXPERIMENTACIÓN EN PSICOLOGÍA DEL APRENDIZAJE


Enviado por   •  18 de Marzo de 2022  •  Resumen  •  3.449 Palabras (14 Páginas)  •  106 Visitas

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VIDEO RATAS EN EL LABERINTO: LOS INICIOS DE LA

EXPERIMENTACIÓN EN PSICOLOGÍA DEL APRENDIZAJE

Cerca de Londres, en el municipio de Richmond upon Thames, se encuentra uno de

los edificios reales más impresionantes de Inglaterra, el palacio de Hampton Court.

Este palacio de estilo tudor, fue mandado construir por el cardenal Wolsey y

ofrecido como regalo a Enrique VIII, quien durante su reinado lo utilizó como

residencia oficial. Desde su proyecto original Hampton Court fue ampliándose y

modificándose hasta rodearse de jardines que fueron diseñados por el arquitecto

Sir Christopher Wren, para el rey Guillermo III. Los jardines de Hampton Court

incorporaban un laberinto hechos con setos de cierta altura, una práctica lúdica en

la decoración de jardines que se había extendido en la Edad Media y de cuya

popularidad en los siglos XVI y XVII dan también claro testimonio los jardines de

Versalles. Un laberinto de este tipo se ha conservado también hasta hoy en los

Reales Alcázares de Sevilla. El laberinto de Hampton Court iba a tener, además,

una significación muy particular en la historia de la Psicología.

El laberinto de Hampton Court inspiró la construcción de otros recorridos

semejantes destinados a facilitar la observación y el estudio del comportamiento

de las ratas en el laboratorio. El principal responsable de introducir el laberinto en

el laboratorio para estudiar el aprendizaje animal fue Willard Stanton Small.

Willard Stanton Small perteneció a la primera generación de psicólogos

norteamericanos que influidos por el pensamiento darwinista, se interesaron por la

mente de los animales. La idea de la continuidad evolutiva de los organismos que tan

convincentemente había defendido Darwin, había dado un gran impulso al estudio

de las capacidades mentales de las distintas especies. Se pensaba que comparando

unas con otras, se podrían obtener las pruebas que demostrases definitivamente

esa continuidad. El iniciador de este enfoque psicológico comparativo fue Darwin,

que en su libro: “La expresión de las emociones en los animales y en el hombre”

señaló la semejanza que había entre las expresiones emocionales de los seres

humanos y algunos comportamientos animales. El propósito de Darwin era

fundamentar, de este modo, la tesis de que las expresiones humanas son el

resultado de unos comportamientos que fueron adaptativamente útiles en una fase

evolutiva anterior. Así, por ejemplo, la acción humana de curvar labios en un gesto

de burla o de desprecio, no sería si no un residuo del hábito que tienen los

carnívoros de mostrar los caninos cuanto están furiosos.

La aproximación darwiniana a la psicología animal y comparada tuvo en Inglaterra

numerosos continuadores. Uno de los más destacados fue el naturalista George

John Romanes, quien recopiló numerosos ejemplos de comportamientos de animales

para inferir de ellos su inteligencia e intenciones. De este modo, quiso llegar a

entender sus procesos mentales. Este procedimiento, sin embargo, llegó a

conocerse despectivamente como método anecdótico, y fue duramente criticado

por su escaso rigor ya que se basaba en datos procedentes de fuentes muy

diversas y no siempre fiables.

Pero fue en los Estados Unidos donde la perspectiva evolucionista, y con ella la

psicología animal, prendió con más fuerza. Allí dio lugar a una corriente psicológica

interesada por la función que desempeñan los procesos mentales en la adaptación

del organismo al medio. Propiciada por autores como William James y John Dewey,

esta corriente funcionalista se convirtió en la orientación psicológica

norteamericana por excelencia. Entre los nombres más significativos de este

primer funcionalismo americano, se cuentan también los de James Mark Baldwin y

Granville Stanley Hall. Hall presidía por entonces la Universidad de Clark a la que

había dotado de un moderno laboratorio psicológico donde se realizaban estudios

con animales. A cargo del laboratorio se hallaba un discípulo de Hall, Edmund Clark

Sanford, bajo cuya dirección Small iba a realizar sus investigaciones entre 1896 y

1901. Small compartía, con buena parte de los primeros cultivadores de la

psicología comparada, la preocupación de seleccionar problemas que fueran

compatibles con la vida normal de los animales que se estudiaban. Precisamente por

ello, eligió el laberinto, un aparato que según él se asemeja mucho a las condiciones

naturales en que se desenvuelve la rata.

Small se interesó por un aspecto particular del aprendizaje de las ratas, la

adquisición de lo que él denominó, sus hábitos naturales. Para ello adaptó la planta

del laberinto de Hampton Court en sentido rectangular, y estudió la asociación que

se establecía entre su recorrido y la consecución de una pequeña cantidad de

comida que se depositaba en la meta.

“Que yo recuerde, la sugerencia provino del doctor Sandfor. Le comenté las

actividades características de las ratas y la necesidad de idear un aparato que se

adecuase a sus actividades. Estoy casi seguro de que la respuesta del doctor

Sanford fue sugerir el laberinto”.

Se colocaba a las ratas en una caja a la entrada del laberinto. La comida se disponía

en el espacio central. Para conseguirla, las ratas tenían que recorrer el laberinto

que habían podido explorar previamente durante toda la noche. Se las mantenía con

hambre para que emprendieran la tarea con energía. En algunos lugares el camino

se bifurca. Son punto críticos que llevan a callejones sin salida y constituyen otras

tantas posibilidades de error. La rata se está moviendo constantemente cuando

entra en el laberinto. Es, desde el punto de vista psíquico, un confuso complejo de

factores, entre los que destacan el hambre, la percepción del olor de la comida, la

curiosidad, la actividad normal, la timidez y ese rasgo instintivo especial que tiene

de recorrer pasajes tortuosos.

Es evidente que la primera vez que la rata consigue llegar a la comida lo hace por

casualidad. El gran número de errores que comete, la repetición de esos errores y

el aire general que tiene de estar perdida, vienen a demostrar claramente la

naturaleza accidental de este primer éxito.

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