Violencia De Genero Y Misoginia
gabizhita25 de Junio de 2014
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Febrero , nº 75 , 2000 Copyright 2000 © Papeles del Psicólogo
ISSN 0214 - 7823
VIOLENCIA DE GÉNERO Y MISOGINIA:REFLEXIONES PSICOSOCIALES SOBRE UN POSIBLE FACTOR EXPLICATIVO
Victoria A. Ferrer Pérez y Esperanza Bosch Fiol
Departamento de Psicología de la Universitat de les Illes Balears. Co-directoras de la Universidad de Verano de Estudios de Género.
Paralelamente a los cambios observados en las actitudes racistas, se ha sugerido que es posible observar cambios similares en las actitudes sexistas. Así, algunos/as autores/as han diferenciado entre un "sexismo tradicional u hostil" y un "sexismo benévolo" con una carga menos negativa. Este trabajo analiza las características de ambos tipos de sexismo y sus relaciones con la misoginia. Estos conceptos psicosociales han sido propuestos como un posible factor explicativo en el fenómeno de la violencia de género. La segunda parte de este trabajo revisa las hipótesis que proponen una relación entre sexismo, misoginia y violencia de género y su aplicabilidad en la práctica profesional de los/as psicólogos/as.
Based on the observed changes in racism, it has been suggested that similar changes may apply to parallel attitudes like sexism. Thus, some researchers have differentiated between traditional or hostile sexism and benevolent sexism. This paper analyses the characteristics of both types of sexism and their relationships with misogyny. These psychosocial concepts seem useful to explain gender violence. The second half of this paper reviews the hypotheses that relate sexism, misogyny and gender violence as well as the applicability of these hypotheses to psychological professional practice.
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Correspondencia: Victoria A. Ferrer Pérez. Campus de la UIB. Ctra. Valldemossa km. 7’5. 07071 Palma de Mallorca. Baleares. España. E-mail: dpsvfp4@clust.uib.es
LAS ACTITUDES MISÓGINAS
El concepto de actitud se analiza en psicología social desde dos modelos fundamentales: El modelo tridimensional y el modelo unidimensional.
Desde un punto de vista tridimensional (Rosenberg y Hovland, 1960) la actitud se entiende como una predisposición a responder a alguna clase de estímulo con cierta clase de respuesta, sea afectiva, cognitiva, o conductual. Es decir, según este planteamiento, la actitud tendría tres componentes:
El componente afectivo serían los sentimientos o emociones que provoca el objeto de actitud y que pueden ser positivos o negativos, de agrado o desagrado. El prejuicio, en tanto que afecto o evaluación negativa hacia los miembros de grupos socialmente definidos, formaría parte de este componente afectivo.
En segundo lugar, el componente cognitivo de la actitud incluiría el modo como se percibe al objeto de actitud y los pensamientos, ideas y creencias sobre él, que pueden ser favorables o desfavorables. El estereotipo, como conjunto de creencias sobre los atributos o características asignados al grupo, formaría parte de este componente cognitivo.
Y el componente conductual sería la tendencia o predisposición a actuar de determinada manera en relación al objeto de actitud. La discriminación, en tanto que conducta de falta de igualdad, sea de apoyo u hostil, en el trato otorgado a las personas en virtud de su pertenencia al grupo o categoría en cuestión, conformaría el componente conductual de la actitud.
Desde un punto de vista unidimensional (Fishbein y Ajzen, 1975) la actitud se entiende exclusivamente como un sentimiento general, permanentemente positivo o negativo, hacia una persona, objeto, problema, etc. (emociones hacia el objeto de actitud) y se proponen los conceptos de creencias (opiniones que la persona tiene sobre el objeto de actitud) e intención conductual (disposición a comportarse de una determinada forma en relación al objeto de actitud). Así, desde esta concepción, el prejuicio sería la actitud negativa hacia una persona o grupo, y el estereotipo la creencia.
Esta breve introducción sobre qué es y cómo se entiende la actitud nos permite acercarnos al concepto de sexismo.
Por sexismo podemos entender una actitud hacia una persona o personas en virtud de su sexo biológico. Desde un punto de vista tridimensional de las actitudes entenderíamos por sexismo la respuesta evaluativa (cognitiva, afectiva y conductual) ante una persona en razón de su pertenencia a uno u otro sexo biológico; y desde un modelo unidimensional entenderíamos que la actitud (sentimiento) sexista estaría relacionada con determinadas creencias sexistas y con una intención de comportamiento discriminatoria.
Es importante resaltar que para algunos/as autores/as (Glick y Fiske, 1996; Expósito, Moya y Glick, 1998) el sexismo es ambivalente pues incluye tanto aspectos o evaluaciones positivas como negativas de la mujer. En cambio, para otros/as (Myers, 1995) el sexismo es una actitud negativa, una evaluación que incluye tan sólo aspectos negativos sobre la mujer y la condición femenina.
Tomando como referencia los cambios observados en las actitudes racistas, se han analizado los cambios ocurridos en el sexismo. Es decir, igual que se ha observado un racismo sutil (Meertens y Pettigrew, 1993; Pettigrew y Meertens, 1995), se plantea la existencia de un sexismo sutil, un "sexismo moderno" que se materializaría en la negación de la discriminación que padecen las mujeres, en el antagonismo hacia las demandas de las mujeres o en la falta de apoyo a las políticas diseñadas para ayudarlas (Benokraitis y Feagin, 1986; Swin, Aikin, Hall y Hunter, 1995). Abundando en ello, autores/as como Expósito, Moya y Glick (1998) entienden que podríamos hablar de un nuevo y un viejo sexismo. El "viejo sexismo" sería el sexismo hostil tradicional y el "nuevo sexismo" incluiría tanto el sexismo hostil tradicional como el sexismo más sutil o benévolo.
Entre quienes han desarrollado estos temas, cabe destacar propuestas como la de Glick y Fiske (1996) que entienden el sexismo como un constructo multidimensional que incluye dos conjuntos de actitudes sexistas: El sexismo hostil y el sexismo benévolo.
El sexismo hostil coincidiría básicamente con el "viejo sexismo", esto es, sería una actitud (o prejuicio, estereotipo y conducta discriminatoria, según el concepto de actitud que manejemos) negativa basada en la supuesta inferioridad de las mujeres como grupo que se articularía en torno a las ideas siguientes (Glick y Fiske, 1996): 1) Un paternalismo dominador, esto es, entender que las mujeres son más débiles, son inferiores a los hombres y ello da legitimidad a la figura dominante masculina; 2) Una diferenciación de género competitiva, esto es, considerar que las mujeres son diferentes a los hombres y no poseen las características necesarias para triunfar en el ámbito público, siendo el ámbito privado el medio en el que deben permanecer; y 3) La hostilidad heterosexual, esto es, considerar que las mujeres tienen un poder sexual que las hace peligrosas y manipuladoras para los hombres.
En un análisis sobre el tema, Expósito, Moya y Glick (1998) llegan a la conclusión de que hay argumentos suficientes para considerar que este sexismo hostil apenas si existe ya en las sociedades occidentales actuales. Sin embargo, son muchos los argumentos que muestran que el sexismo hostil sigue existiendo en nuestra sociedad (la discriminación laboral, la violencia, …).
Por su parte, el sexismo benévolo se definiría como un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las mujeres que son sexistas en cuanto que las consideran de forma estereotipada y limitadas a ciertos roles, aunque pueden tener un cierto tono afectivo menos negativo en el perceptor.
Los componentes básicos del sexismo benévolo serían: 1) El paternalismo protector, esto es, considerar que el hombre cuida y protege a la mujer como un padre; 2) La diferenciación de género complementaria, esto es, considerar que las mujeres tienen por naturaleza muchas características positivas que complementan las características que tienen los hombres; y 3) La intimidad heterosexual, esto es, considerar la dependencia diádica de los hombres respecto de las mujeres (los miembros del grupo dominante dependen de los miembros del grupo subordinado ya que los hombres dependen de las mujeres para criar a sus hijos/as y satisfacer sus necesidades sexuales).
En opinión de Glick y Fiske (1996) ambos tipos de sexismo (hostil y benévolo) tendrían su origen en las condiciones biológicas y sociales comunes a todos los grupos humanos (donde los hombres poseen control estructural de las instituciones económicas, legales y políticas y las mujeres poder diádico derivado de la reproducción sexual) y en los dos casos se trata de sexismo puesto que ambos descansan sobre la dominación del varón y tratan de justificarlo entendiendo que las mujeres son más débiles y están mejor desempeñando unos roles que otros. Por todo ello, consideran que ambos tipos de sexismo (hostil y benévolo) correlacionarán positivamente.
Esta revisión sobre el concepto de sexismo y, especialmente, la descripción de lo que se ha dado en llamar "sexismo hostil" nos acercaría al concepto de misoginia.
El término misoginia está formado por la raíz griega "miseo", que significa odiar, y "gyne" cuya traducción sería mujer, y se refiere al odio, rechazo, aversión y desprecio de los hombres hacia las mujeres y, en general, hacia todo lo relacionado con lo femenino. Ese odio (sentimiento) ha tenido frecuentemente una continuidad en opiniones o creencias negativas sobre la mujer y lo femenino y en conductas negativas hacia ellas. A lo largo de la historia, y también de la historia de
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