Divorcio ¡No!

¿Divorcio? ¡No!

¿Es el divorcio un derecho de las personas, el cual debe ser defendido? El autor de este libro, titulado “¿Divorcio? ¡No!”, el padre Santiago Martínez Sáez, se refiere al divorcio como una enfermedad o un cáncer que destruye no solo a las familias involucradas, sino que tiene repercusiones muy graves en la sociedad y establece que en muchas ocasiones éste es la causa de los principales problemas de la humanidad como el terrorismo, injusticia, educación e incluso el consumo de drogas.

Martínez despliega sólidos y convincentes argumentos para demostrar que el divorcio es una amenaza para la estabilidad social y desacredita la tendencia de los medios y la sociedad actual de ver esta “practica” o decisión como algo normal y que “pasa”.

El autor explica sus efectos en los miembros de la familia y -por consecuencia- en la sociedad, Martínez ofrece argumentos a favor de la indisolubilidad del matrimonio que no pueden ser ignorados, y proporciona argumentos sólidos a quienes desean defender a la familia.

Son muchas las personas que desean implantar el divorcio, lo que argumenta el autor es que estas personas, antes de defenderlo deberían preocuparse por estudiar lo que es el matrimonio.

“Las cosas sabidas son las menos sabidas de todas” Aunque todos sabemos qué es el matrimonio, definirlo y entenderlo es una cuestión un tanto complicada, si todos entendieran lo que realmente es el matrimonio, no existiría el divorcio.

Se puede definir al matrimonio como la unión entre dos personas de distinto sexo y lo origina un factor constituyente, por lo que podemos decir que la base del matrimonio no es el amor, sino el compromiso.

Por este compromiso es que las personas, tienen la libertad de casarse o no pero no la tienen para cambiar de decisión a su antojo.

El matrimonio es insoluble, ¿qué quiere decir esto? Que la insolubilidad es propiedad del matrimonio, lo cual significa que al hablar de matrimonio, hablamos de que ya no se puede deshacer, a menos que uno de los miembros de la pareja muera.

Al casarse, dos personas son libres de hacer “uno para siempre”. En el momento en que dos se unen, crean uno, y este uno ya no se puede separar. Por lo que no podemos ver al matrimonio como un simple acuerdo voluntario ya que un divorcio no solo afecta a los miembros de la pareja, sino que a la sociedad que lo rodea, sus familiares, amigos, y no se diga a sus hijos si es que tienen. El divorcio es incluso una causa importante del suicidio en jóvenes, incluso estadísticas muestran que el 90% de los delincuentes en Estados Unidos de América son hijos de parejas divorciadas.

Es por esto que la insolubilidad del matrimonio no puede ser en ningún caso “una solución” o remedio a un problema, ya que este no remedia nada. Es imposible que la ruptura de la célula principal de la sociedad –la familia- no puede generar ningún bien a esta, solamente perjudicarla.

Quienes tratan de defender el “derecho” a la insolubilidad del matrimonio creen tener argumentos muy válidos para poder ejercerla, pero al analizarlos, siendo coherentes y lógicos, ninguno de estos puede ser válido o suficientemente consistente para ser tomado en cuenta. Dejando a un lado posturas religiosas, filosóficas o de cualquier creencia, estar en contra del divorcio no habla de posturas sino de simple y mera lógica o coherencia de ideas.

Creer que el Estado tiene el poder de establecer y ejercer el divorcio es un error, ya que este queda completamente fuera de su competencia o jurisdicción, por lo que ni un legislador o un juez tienen derecho a invadir un campo que no le corresponde “El Estado no tiene más competencia para establecer el divorcio que para decretar un penalti en el campo de futbol o el cambio de tercio en la plaza de toros” (Martínez, 65). Esta frase que el autor menciona, recurre incluso un poco al sarcasmo para mostrar lo absurdo que es lo que los países hacen con las leyes que defienden el divorcio. Constatando que no tiene absolutamente

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