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EL HOMBRE Y EL AMOR


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2015  •  Ensayo  •  4.493 Palabras (18 Páginas)  •  171 Visitas

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El Hombre y el amor

        Es oportuno comenzar por advertir que el concepto de amor a sufrido muchas interpretaciones que han quedado en la memoria colectiva de los adolescentes y jóvenes, que asumen las afirmaciones más frecuentes como ciertas. Pero la el verdadero sentido del amor debe ser clarificado, muchos autores han dedicado sus estudios a escarificar el concepto de amor. Se pretende con esta investigación, mencionar lo que San Agustín asegura sobre el amor, confrontándolo con algunos otros autores que se acercan, específicamente, al concepto de amor de pareja.

        La juventud debe siempre aspirar al conocimiento de la verdad, de manera que es necesario recopilar, en breves líneas, una serie de afirmaciones que serán iluminadoras para las nuevas generaciones, que lamentablemente están afectadas por la propaganda del sexo como expresión única del amor. «Si la verdad es el objeto de las aspiraciones de todos los hombres, no puede ser coto cerrado de ninguno de ellos. La verdad es la luz, privada y pública al mismo tiempo, al alcance de todo aquel que la busca». [1]

1. El conocimiento

        ¿sólo basta con conocer para llegar al tope de nuestra existencia?, es necesario tener muy en cuenta que a pesar del enriquecido conocimiento que se tiene hoy día, a pleno siglo XXI después de tantos inventos, de tantos escritos y  tanta tecnología no ha servido de mucho, pues a veces se queda en meros conocimientos superficiales y no van más allá, no se ponen en práctica; mas aun hoy día donde pocos leen e investigan como debe ser, o se pierde el tiempo en cosas efímeras que en nada ayudan al desarrollo del ser humano.

        Otras veces el conocimiento o sabiduría no se usa para el bien sino para el mal llegando a causar grandes desastres, como el construir armas de destrucción masiva. Al contrario el conocimiento debe estar orientado en buscar la felicidad, que a través de varias vías se pueden encontrar. San Agustín decía que el conocimiento del hombre se podía dividir en tres: el conocimiento a través de los sentidos, el conocimiento racional y el conocimiento contemplativo. [2]

        San Agustín, siguiendo a Platón, consideraba que el conocimiento a través de los sentidos no era verdadero ya que éste era guiado por la apariencia; aseguraba que conocimiento sensorial es una gran capacidad y virtud que posee hombre; pero el conocimiento contemplativo vislumbra las verdades eternas y alcanza la sabiduría que viene de Dios, [3] «No basta con conocer. Es preciso saber. El manjar de los que sueñan es semejante al de los que están despiertos. Sin embargo, lo que se come en sueños no alimenta».[4]Ésta sabiduría lleva a la felicidad, ya que para San Agustín la búsqueda de la felicidad se basaba en alcanzar la verdad.

        El Santo de Hipona propone varios caminos, que permite elegir y buscar lo mejor para vivir. Desde lo más interior del hombre nace la búsqueda de una vida sana y feliz, que le permite adaptarse a todo lo que le rodea. Pero hoy día pareciera que las cosas que el hombre ha inventado para su utilidad, le sirvieran más bien para esclavizarse, pues vive como atado a mil cosas y no es un ser libre y netamente independiente, sino que se aferra a muchas cosas, y no es feliz.

        Indagando de esta forma sobre el hombre, de aquí se puede comenzar las aclaraciones que ayuda a encontrar la felicidad, que sería una búsqueda por del bien común. «Sólo lo que hace bueno al hombre puede hacerle feliz».[5]En cierta noción, el hombre debe tomar en sí el amor en el sentido mismo de esa felicidad a lo que fundamentalmente quiere llegar, y con plena voluntad y libre albedrío, que permite al ser humano dirigirse y tener la plena libertad de hacer las cosas enfocadas por el bien. [6]

2. hombre y verdad.

        Para Agustín la búsqueda del hombre y de la verdad, en el interior del hombre habita la verdad, no en su infinitud, sino en la iluminación de su ser, su conocimiento y su amor. Y el encuentro con la verdad se da por el encuentro consigo mismo. Es de gran relevancia el pensamiento de Agustín con que distingue en el hombre un doble nivel de su formación, que el autor Juan Peguero les llama formación primera y formación segunda. [7]

        La formación primera, reside en un pre-conocimiento del ser y en su amor natural del fin de Dios como Bien-Felicidad.[8] Por ella el hombre queda constituido en su naturaleza de hombre. Es un nivel de formación natural necesaria. Por el contrario la formación segunda, consiste en un conocimiento verdadero del Ser y en su amor verdadero del fin como Bien-Virtud. [9] Por ella el hombre llega a ser hombre bueno y feliz. Es un nivel de formación personal y libre.

        De modo, que el hombre recibe del principio un comienzo de ser, de conocimiento y amor, para que, con el tiempo, alcance la perfección de su ser, de su conocimiento y de su amor. El hombre, es una naturaleza que debe realizarse en el tiempo por la libertad. [10] Se trata mayormente de que el hombre, realice su naturaleza, progresen su ser, en la verdad, porque en la verdadera felicidad del hombre se encuentra el buen obrar[11].

        La formación segunda que el hombre da a sí mismo a partir de la formación primera, en el tiempo y por la libertad, puede ser positiva conversión o negativa deformación. El hombre puede llegar a ser bueno y feliz, pero también malo y desgraciado, puede salvarse o perderse. [12]

        Somos y sabemos que existimos y queremos nuestro ser, nadie puede dudar de su propia existencia ni de su propio ser. Según escritos de algunos estudiosos del pensamiento Agustiniano, ésta doctrina del Hombre se puede abordar tomando la experiencia humana del propio Agustín. «Y me dirigí a mí mismo, y me dije: tú, ¿Qué eres? Y me respondí: hombre. Cuerpo y alma tengo a mi servicio: el uno exterior, interior la otra».[13]

        Por supuesto san Agustín no niega la materialidad del cuerpo ni la espiritualidad del alma. El hecho de que use el binomio que citaba anteriormente, es para mostrar la proyección hacia el mundo por parte del cuerpo y la concentración personal por parte del alma.

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