El Reino de Dios y la Liberación del Hombre
Enviado por sofiacejasm • 4 de Junio de 2017 • Resumen • 4.189 Palabras (17 Páginas) • 145 Visitas
EL REINO DE DIOS Y LA LIBERACION DEL HOMBRE
Resumen.
I. LA IRRUPCION DEL REINO
UN REINO ESCONDIDO
Solo Dios puede liberar al hombre de su impotencia y debilidad ante el mal; al buscar a Dios, el hombre encuentra su liberación.
El hombre no puede buscar a Dios si Dios no lo busca a él antes, la humanidad no puede liberarse si Dios no se inclina sobre ella y la penetra y transforma con su gracia y misericordia.
Esta transformación liberadora a Biblia llama el Reino de Dios.
El reino de Dios es Dios que quiere compartir nuestra condición humana y nuestra historia para liberarlas. La presencia definitiva de este compartir de Dios, es Jesucristo.
La Iglesia viva y actúa en función de ese Reino.
El Reino por venir.
La diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento es que el Antiguo anuncia y prepara al pueblo a un Reino por llegar, y el Nuevo anuncia y ofrece el Reino que llego, envuelto en la fe.
Los profetas lo son del Reino por venir, y los Salmos expresan espiritualidad de los que esperan ese Reino.
El Reino que irrumpe a escondidas.
La transición entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre el Reino por venir y ya presente, es la profecía de Juan el Bautista, anuncia que el reino está cerca.
Con la predicación de Jesús, todo va a cambiar. La novedad que el introduce es que “el Reino ya llego… esta entre vosotros”
El Reino de Dios ya presente va a ser el tema de toda la predicación y actividad de Jesús; Jesús de diferencia de los profetas anteriores y de todos los fundadores religiosas que lo precedieron. Ellos hablaron de Dios y de la unión con Dios; Jesús revela un Dios que tiene un proyecto histórico, el Reino. Un Dios que quiere mejorar las cosas, liberar a la humanidad y cambiar el mundo y la miseria humana en Reino de Dios. Dios y el Reino son inseparables.
Jesús es un Dios para el hombre. Quiere liberarlos para la eternidad, hacer del hombre algo más que el hombre. Quiere infiltrarse en el tejido de la vida para que la humanidad herida e impotente pueda alcanzar el Reino de Dios.
Esto incluye todas las épocas, generaciones, lugares y culturas.
Los Apóstoles y demás seguidores del Señor reciben la misión de anunciar y promover el Reino de Dios. Todos los relatos de los Hechos de los apóstoles lo atestiguan.
La llamada del Reino es entregarse al Señor y a hacer de la causa de ese Señor la propia causa.
El anuncio y servicio del Reino se llama la Evangelización, la misión: mostrarlo y ofrecerlo a los que buscan donde no está, y cuando alguien encuentra señales del Reino, encuentra a Dios; y en ese encuentro va realizando su liberación.
El Reino, es un Reino escondido, es como Dios mismo, es real pero invisible, está presente pero desapercibido, que puede ser ignorado y negado por toda una vida.
No es algo que se pueda ver, el Reino de Dios está en medio de nosotros, no sobrepuesto a lo humano.
UN REINO EN CLAVE
Jesús explico el Reino como un largo proceso pedagógico de crecimiento, usando símbolos, comparaciones y parábolas, que juntas constituyen un mosaico capaz de colocarnos en la verdadera perspectiva. Aunque no todos ven el mosaico pero si cada una de sus partes.
La paradoja del Reino
El Reino depende de Dios, es su obra exclusiva, y progresiva con dinamismo propio; no puede ser prohibido, ni perseguido, ni detenido, ni desarraigado por poderes o ideologías.
El Reino es pura misericordia, pura gratitud, y no depende de los méritos de los que son llamados a él.
Paradójicamente el Reino depende de nosotros. Los hombres también construyen el Reino; crean las condiciones que lo preparan y lo hacen posible. Los hombres podemos frustrarlo.
La segunda paradoja; el Reino no es de este mundo, no participa de lo perecedero y relativo del mundo.
La paradoja del Reino consiste en que es irreductible y encarnado, pero identificado totalmente con las realidades humanas.
La misión debe mantener la originalidad y la identidad cristiana. El Evangelio es absoluto e irreductible a cualquier cultura o modelo social.
Son muchos los llamados y pocos los escogidos, siendo estos según criterios coherentes con la naturaleza humilde y gratuita del Reino.
LA CONCENTRACION DEL REINO
La primera paradoja del Reino está en el misterio de la identidad de Jesús, Dios y el hombre al mismo tiempo.
El Reino de Dios viene con Jesús y solo lo podemos reconocer y encontrar en él, y lo vivimos en una relación con él.
Esta es la paradoja radical del Reino, que es una Persona, y se construye a partir de esa persona y en torno a esa persona. Jesús es el Reino porque en el habita la plenitud de Dios que lo origina, porque durante toda su vida histórica se constituyó como el modelo de la nueva forma de ser y estilo de vida propio de ese Reino. Porque resucitado y vivo para siempre es la fuente de la humanidad nueva que es el futuro del hombre, porque para entrar y participar en él hay que creer en Cristo, aceptarlo y seguirlo.
Jesús es la concentración del Reino de Dios, y el origen de su presencia histórica.
LAS CUATRO EPIFANIA DEL REINO
El Reino es al mismo tiempo cuatro cosas, relacionas entre sí, complementarias e inseparables:
- El Reino se hace presente en el corazón del hombre
- El Reino se hace presente irrumpiendo en la sociedad y en las culturas
- El Reino se hace presente en la Iglesia
- El Reino se hace presente plena y eternamente en la vida futura.
El Reino está dentro de nosotros
El hombre debe cambiar su vida y su corazón, convertirse y creer en la Buena Nueva del Reino.
El Reino produce una renovación radical de las personas, más allá de un mero comportamiento ético y estilo de vida.
Para Jesús la entrada al Reino es un camino, un proceso, que exige una decisión absoluta.
Los jalones (señal) de ese camino del Reino están marcados por las Bienaventuranzas; por ellas sabemos que al Reino nos disponemos con un corazón pobre y confiado ante Dios, y con un espíritu humilde. El Reino se nos da en la medida que lo deseamos. Se da por la misericordia con el prójimo, solidaridad y reconciliación. Se da en la visión contemplativa de Dios y en la oración, el Reino se da de manera especial en las cruces y persecuciones a causa del bien.
En cuanto camino de liberación personal, es esencial en las metas de la evangelización. Evangelizar es llamar a la conversión permanente y ofrecer y exigir los medios espirituales que la hacen posible: La Palabra, los sacramentos y la práctica de las Bienaventuranzas.
El Reino que irrumpe en la sociedad
La epifanía del Reino irrumpe en nuestros corazones por la liberación interior, y su novedad mundana irrumpe en la sociedad por la justicia y la fraternidad.
El Reino que irrumpe en la sociedad va transformando las relaciones de odio, egoísmo, discriminación y explotación en relaciones de amor, solidaridad, justicia y paz.
El camino del Reino es un camino de liberación interior y social. Evangelizar el Reino es llamar a la conversión del corazón y al cambio en las relaciones familiares, económicas y sociales que conducen a la liberación.
Esta irrupción liberadora del Reino se da de tres modos:
· Por la caridad solidaria, que libera las miserias presentes
· Por la promoción humana, que capacita a los pobres y oprimidos a liberarse a sí mismos
· Por el reordenamiento de la sociedad que prepara liberaciones futuras.
En la liberación de las servidumbres sociales se revela la presencia del Reino de la misericordia de Dios con la misma credibilidad y autenticidad con que se revela en la liberación de las servidumbres del corazón humano.
El Reino latente en las culturas
El Reino de Dios está llamado a ir impregnando las culturas, corrigiendo y liberándolas de sus deshumanizaciones, y promoviendo sus valores. A ello la Iglesia llama la “Evangelización de las culturas”, esta acción es una forma de presencia que está en la intersección de la liberación interior y la liberación social.
El Reino está presente en ellas desde siempre, aun de modo limitado, insuficiente y siempre ambiguo, laten semillas del Reino.
El Reino está latente de manera particular en las relaciones no cristianas, que para millones de seres humanos es su camino pre-cristiano de encuentro con Dios y de liberación personal.
En la experiencia religiosa se manifiesta más claramente la acción de Dios y su designio de salvación
El Reino que está envuelto en la Iglesia
La Iglesia es el hogar del Reino en medio de nosotros, un instrumento de expansión privilegiado. La Iglesia contiene el Reino, y es el Reino.
La experiencia de la Iglesia, comunidad y ministerio, palabra y sacramento simultáneamente, es la experiencia privilegiada de la liberación interior.
Evangelizar y construir el Reino es también crear comunidades de Iglesia, acompañar su crecimiento y expansión.
La Iglesia es la consolidación del Reino y la síntesis de todas sus experiencias.
El Reino es la vida futura
La Iglesia, la conversión y la liberación son las experiencias temporales del Reino, son el Reino anticipado en la historia. El Reino se da en la plenitud, sin ambigüedades, se realiza más allá del tiempo y de la historia.
A este Reino futuro convergen las tres anteriores dimensiones del Reino, y en él se funden para siempre, donde la Iglesia será santa e inmaculada y la conversión y liberación de la condición humana será plena e irreversible.
II. LA IRRUPCION DE LA MISERICORDIA
LA MISERIA HUMANA
La motivación central de la espiritualidad de Jesús es la misericordia, siendo esta el motor del anuncio y presencia liberadora del Reino entre nosotros.
La misericordia es relativa a la miseria, y si no hubiera miseria humana no habría misericordia, por eso la misericordia de Dios es una cualidad tan atrayente para el hombre, esta existe a causa de él y puramente en su beneficio.
El Reino es atraído por las formas más notorias de la miseria humana, la miseria es tal porque deshumaniza y lo que deshumaniza se opone al plan de Dios.
Una de las dificultades de la propagación del Reino es la de confundir el atraso, a austeridad y las valoraciones culturales que no corresponden a las normas dominantes, con la miseria y la deshumanización.
La miseria material: el pobre
Los deshumanizados y miserables de esta tierra pueden tener más o menos conciencia de su condición.
La pobreza es una deshumanización que adviene por razones de carencia material, por eso es la más visible. Es un mal que oprime el corazón del hombre y condiciona el crecimiento de la fe cristiana y su purificación de todas las ambigüedades.
La miseria moral: el pecador
El egoísmo, la injusticia, la avaricia, el odio y la idolatría del placer, deshumanizan, como el hambre, la ignorancia y la explotación económica.
La miseria moral es descristianizante, implica una actitud consciente de aversión a los valores del Reino.
La pobreza es más temida y reconocida como miseria humana, porque para apreciar la gravedad de la miseria que viene del espíritu, hay que vivir según el espíritu y no según la carne.
Los pobres son sociológicamente identificables, pero los pecadores no lo son. El pecador se encuentra entre los ricos y los pobres.
Aunque las dos formas de miseria están relacionadas, la pobreza es consecuencia de las inmoralidades y pecados de los injustos; a su vez la pobreza suele ser causa de la incapacidad para vivir la moral del Evangelio.
La miseria del ciego
Ante la liberación que significa buscar la verdad y recorrer su camino hasta encontrarla, el hombre puede errar, puede equivocar el camino y lo valores de su liberación. El error es una forma de servidumbre y miseria, que en el lenguaje de la espiritualidad se suele denominar ceguera de corazón o espíritu.
La ceguera se refiere a estar errado en cuanto a las grandes cuestiones y valores que afectan el destino humano, a la propia condición moral.
El ciego es aquel que no sabe discernir en cuanto a lo que debe hacer en su vida moral.
La ceguera es de las miserias que más preocuparon a Jesús, y que más se oponen a la percepción de los valores de su Reino.
La miseria del no-evangelizado
El no-evangelizado es el carente de fe en Jesucristo, es el que está más allá de las fronteras de la experiencia cristiana. Su ignorancia de Cristo y de los valores de su Reino viene por razones geográficas, históricas, culturales o políticas.
El no-evangelizad no es un pecador, solo no ha encontrado a Jesús, como plenitud de la verdad, del bien.
El no-evangelizado post-cristiano (el que fue evangelizado y se descristianizo casi completamente) al menospreciar e ignorar la experiencia cristiana ha reducido el sentido de la vida y del destino humano.
El fracaso de las ideologías, la disolución de la ética, familiar y social, son rasgos típicos de las culturas post-cristianas.
La no-evangelización será siempre una fuente de miseria y el Evangelio del Reino una fuente indispensable de humanización.
LAS OPCIONES DE LA MISERICORDIA
La evangelización no es otra cosa que la irrupción de la misericordia de Cristo entre los hombres, por mediación de la Iglesia.
La misericordia impulsa al evangelizador a exiliarse en la miseria humana. La evangelización participa de la preocupación y predilección de Cristo por los pobres, para liberarlos de sus servidumbres y deshumanizaciones y para defender y acrecentar la fe.
La liberación interior es el efecto más específico y original de la evangelización. La contribución del Evangelio puede frustrarse por el peso de las contribuciones culturales, políticas y económicas que no están al alcance de la Iglesia.
La evangelización participa además de la preocupación de Cristo por los no-evangelizados: la misión hacia los alejados y los no-cristianos constituye una forma de misericordia.
La evangelización del ciego es la que requiere de más paciencia y misericordia, a semejanza de la del pecador, porque requiere denunciar, y crea resistencia y conflicto. Denunciar con misericordia es más difícil que anunciar misericordia, la denuncia no penetra el corazón del ciego si el evangelizador que denuncia no lo ama con misericordia.
La mística del Reino
La misericordia es la actitud predominante de los constructores del Reino a partir de las miserias humanas. La espiritualidad del evangelizador es la espiritualidad de la misericordia por la actitud con las que las pone, la actitud con la que se vive y actúa.
¿Cómo discernir que los actos de liberación de miserias que llamamos evangelización y liberación, son misericordia cristiana y están arraigados en el espíritu de Jesús misericordioso y no en actitudes parciales o ajenas a este espíritu?
Un primer criterio, la práctica de la misericordia va más allá de la pura justicia, es decir, va impregnada de actitudes de compasión, de tolerancia y comprensión, de perdón y de búsqueda de reconciliación y fraternidad.
La misericordia nos hace comprensivos de lo que hay en el hombre y en sus injusticias de debilidad y miseria, ceguera e inconsciencia.
Es un camino de liberación de miserias humanas, de liberación interior para el que la ejerce y para quien la recibe. Sin misericordia el Reino de Dios no irrumpe ni en los corazones ni en las relaciones humanas.
Un segundo criterio, es saber tener misericordia con uno mismo, reconocer que nosotros mismos estamos llenos de miseria; pero no podemos sacudirnos esta miseria por nuestra propia cuenta, necesitamos ayuda, a Dios, el único misericordioso que ejerce su misericordia a través de la misericordia de nuestros hermanos. Solo él puede humanizar y redimir de forma inequívoca y definitiva, aunque siempre actué a través del Reino que es histórico, y por mediaciones humanas; la Iglesia, las relaciones sociales y culturales, y la purificación del espíritu.
III. LAS MIOPIAS DEL REINO
LA URGENCIA DE LA SINTESIS
Se necesita elaborar una síntesis cristiana, más profunda que las anteriores y que este abierta al futuro.
Esta síntesis requiere integrarse en la auténtica tradición cristiana, y en el centro de su identidad, que es el seguimiento de Jesús y de su Reino en la Iglesia. Esta síntesis además de justificar y consolidar las renovaciones y búsquedas actuales, evitara que estas queden limitadas a una generación de cristianos, transitoria.
En toda síntesis teológico-pastoral deben aparecer explícitamente las dimensiones fundamentales del Reino: la liberación interior, las liberaciones temporales, el protagonismo de la Iglesia, y la vida futura. Deben también integrarse las grandes opciones de la misericordia del Reino: el pobre, el pecador, el ciego, el no cristianizado.
La falta de síntesis constituye para el no cristiano una “miopía de espíritu”, que se proyecta como miopía para percibir la integralidad del Reino y el modo de su servicio.
Toda nueva síntesis autentica genera una renovación en la misión y en la pastoral, en el pensar teológico y cristiano. En cada cristiano, la experiencia espiritual es al mismo tiempo un vínculo de todos los elementos de la síntesis.
Sin un profundo arraigo en la experiencia de Cristo vivida en la Iglesia, sin arraigo en la fe y en la contemplación, la síntesis queda inaccesible o insuficiente.
La búsqueda de la síntesis es coherente y coincidente con la búsqueda de la verdad, y la verdad es siempre ardua de encontrar, muy compleja y suele estar soterrada en las apariencias. Como el Reino, que es la verdad en la historia, está hecha de aparentes paradojas y contradicciones.
Las trampas de la síntesis
Las miopías cristianas provienen de una caricaturización de la verdad misma.
Si nos ponemos a analizar las causas psico-espirituales más comunes de estas miopías, podríamos ensayar una cierta tipología:
· Una primera fuente de miopía del Reino es la “conversión absorbente”, el convertido es el que descubre un valor y se entrega a él, teórica y prácticamente.
La intensidad y fascinación de la conversión, a veces es capaz de crear una miopía ente otros valores y consideraciones, y ante la misma integralidad cristiana.
Esto suele persistir hasta completar el proceso de maduración de la conversión.
· Una segunda fuente de miopía pueden ser las ideologías, la idea cristiana del Reino puede ideologizarse, en la medida que la persona no se ha liberado de la fascinación de una ideología.
Seria miopía cristiana el poner como referencia de la construcción del Reino una ideología o utopía, es decir, no se puede renovar una síntesis en torno al eje de una utopía ideológica, sino en torno a las categorías cristianas del Reino.
Hacer la síntesis cristiana privilegiando una ideología es frustrar la síntesis, y caer en la trampa de una miopía del Reino, y por lo tanto de la evangelización.
· Otra fuente de miopía es hacer la síntesis a partir de nuestra sola experiencia personal.
La madurez consiste en no encerrarse en las vivencias personales, haciendo de ellas norma y criterio, y en abrirse a otras experiencias validas, llegando así a una síntesis más compleja, rica y sobre todo objetiva y verdadera.
La miopía agua del integrismo
El integrismo es un caso grave de miopía del Reino; consiste en cerrarse sobre la propia síntesis adquirida, sin admitir ulterior enriquecimiento, evolución o posibilidad de una síntesis mejor. Desde el punto de vista psico-espiritual, el integrismo es una forma de inmadurez, que implica inseguridad.
El antídoto para esto es la conciencia de la imperfección de toda síntesis, su necesidad de enriquecimiento, y la aceptación del pluralismo de síntesis.
Hay síntesis más “misioneras” y otras más “contemplativas”, que acentúan más la liberación interior o las liberaciones humanas.
Cuando estas son convergentes, hay pluralismo en la unidad fundamental del Reino. Pero cuando son divergentes, o se absolutizan constituyéndose en la síntesis única y total, hay integrismo.
El integrismo puede afectar cualquier ideología o postura cristiana o eclesial.
Si el integrismo afecta la evangelización, la miopía entonces es muy grave, puede generar Comunidades integristas, que expresan solo un sector del Reino.
Cuanta más rica en pluralismo es la Comunidad cristiana, más rica en su síntesis del Reino, a condición que sus miembros sean abiertos y no integristas, y de que reconozcan que la síntesis del conjunto es siempre mejor que cualquier síntesis personal.
LA SINTESIS POR LA “TEORIA” Y LA “PRAXIS”
Contemplación y seguimiento son las actitudes fundamentales que nos relacionan con Dios y con su Reino. El Reino es recibido como don y realizado como tarea.
La “teoría” es todo lo que atañe a la contemplación de un Dios que ha de ser amado por sí mismo, y por su misericordia. La “praxis” es lo que atañe a nuestra práctica de la misericordia con los demás.
El binomio “teoría” y “praxis” quedo como síntesis de la experiencia cristiana.
La misericordia es la experiencia que sirve de enlace entre la oración y la acción.
Praxis sin misericordia, pervierten el logro de la liberación y de la construcción del Reino, y por lo tanto su síntesis.
MIOPIAS EN LA MISION
Algunas miopías corrientes en nuestros días:
¿Cuál es el objetivo unificante de la Misión?
El objetivo esencial de la misión es una categoría teológica encarnada en realidades. Este objetivo consiste en hacer discípulos de Jesús en la Iglesia. Así la esencia del envió es el discipulado y no tanto el ya convertido o el pobre.
Pero al mismo tiempo la predilección por los pobres y el envió a ellos, es una condición esencial del anuncio del Reino.
Entonces, podemos unir ambas y concluir que el objetivo unificante de la Misión es el no-discípulo, pero que este objetivo se lleva a cabo prefiriendo en el a los más pobres.
Evangelizar las culturas… Trabajar para la justicia
Ambas implican una miopía con respecto al Reino, que está llamado igualmente a irrumpir en la sociedad y en las culturas.
La síntesis se da por el hecho de que la elación entre el tejido social y la cultura de las comunidades humanas en tan estrecho, que los problemas sociales y culturales son complementarios.
La síntesis también se da porque un elemento importante de la liberación cristiana de los pobres consiste en su defensa contra alienaciones de la modernidad. Estas alienaciones son antes que nada cuestiones culturales, de mentalidad colectiva, que de no superarse hacen que cualquier cambio hacia la justicia quedara ilusorio.
La síntesis también se da por el hecho de que la primera condición de toda justicia y liberación es el reconocimiento y el servicio de la dignidad de todos; y el problema de la dignidad humana es social y cultural, es cuestión de mentalidad, y de sistemas sociales, políticos y económicos.
Religiosidad popular “alienante” … o “movilizadora”
La religión impregna todas las condiciones y dimensiones humanas, y tienen una función social, cultural, política y económica. Pero la religión tiene una autonomía, y trasciende sus eventuales funciones.
Para evaluar una religiosidad hay que evaluarla según lo que la religión es en sí misma: experiencia de Dios. Dios es de suyo liberador y humanizador, y lo que habría que probar es que esa religión es alienante, y no viceversa. De modo que, la religiosidad es un factor positivo en las liberaciones humanas, como es siempre positiva la auténtica experiencia de Dios.
IV. EL REINO Y EL FUTURO DEL HOMBRE
NUESTRA VIDA FUTURA COMO PLENITUD DEL REINO
El Reino es la mediación certera, que comunica el amor liberador de Dios, su misericordia infinitamente humanizadora. Esta mediación subsiste en la Iglesia, sacramento e instrumento eficaz de esta Misericordia que nos quiso humanizar por sobre la medida del hombre, haciéndonos partícipes de su plenitud. En esta plenitud, el Reino deja de ser mediación para hacerse nuestra misma vida futura.
Vivir para siempre con plenitud y felicidad infinitas, es la realización total del Reino de Dios inaugurado en Jesucristo. A única realidad definitiva y absoluta, es nuestra vida futura en el Reino definitivo.
El Reino futuro es la única clave para entender el Reino ya presente.
Mirar el Reino presente desde el Reino de la vida futura
Veamos a nuestra vida futura como una promesa, un punto de llegada y como una realidad que, a causa de nuestra esperanza, es el centro natural de perspectiva para la vida presente.
Esa es la perspectiva de Cristo, y esa es la perspectiva que da sentido a la sacramentalidad de la Iglesia.
La liberación y humanización del mundo y la sociedad solo tiene sentido en la perspectiva de una vida de felicidad sin fin.
Las Bienaventuranzas son la aplicación práctica y la consecuencia necesaria de una visión del mundo a partir del Reino futuro y de la vocación del hombre a vivir para siempre.
LA IGLESIA COMO EL AMANECER DE LA VIDA FUTURA
La Iglesia es la epifanía privilegiada del Reino en la historia. Es el lugar de síntesis de todas las liberaciones humanas, es el sacramento del Reino de la vida futura. La Iglesia es también el puente entre el mundo presente y el mundo futuro. En ella experimentamos la limitación humana y aun el pecado, pero a causa del Espíritu experimentamos sobre la eternidad y la gloria de Dios comunicada a los hombres.
La Iglesia tiene una naturaleza sacramental: un sacramento es un gesto humano que al estar habitado por el Espíritu nos permite experimentar algo de la vida eterna, que solo puede ser intuida por el amor apoyado en la fe: la cara al misterio de Dios.
El cirio encendido es la claridad de una plenitud que amanece entre nosotros; este amanecer de la vida plena en la sacramentalidad de la Iglesia constituye la quintaesencia del ser de la Iglesia, es su dimensión más rica.
La Iglesia es la mediación donde podemos experimentar el anticipo de la vida futura. Y esta experiencia es en sí mismo humanizante y liberadora.
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