La Doctrina Social De La Iglesia
Enviado por oswaldolll • 17 de Marzo de 2015 • 10.546 Palabras (43 Páginas) • 213 Visitas
La Doctrina Social de la Iglesia
La Doctrina Social de la Iglesia (también, Doctrina Social Cristiana) es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social, política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia Católica. El Compendio de la DSI y el Catecismo Católico la definen como un "cuerpo doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia"
La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia.
Principios de la Doctrina Social de la Iglesia:
Dignidad de la persona humana "Imago Dei"
Dignidad humana
Bien común
Destino universal de los bienes
Principio de subsidiariedad
Participación
Participación social
Principio de solidaridad
Solidaridad (sociología)
Valores fundamentales de la vida social
Calidad de vida
La vía de la caridad
Caridad
Cultura de la vida
ENCÍCLICA PAPAL
Para la Iglesia católica una encíclica papal es, en el sentido más estricto, una carta (generalmente sobre algún aspecto de la doctrina católica) enviada por el Papa y dirigida por este a los obispos católicos de un área en particular o, más frecuentemente, a los obispos del mundo. Sin embargo, la forma de la dirección puede variar ampliamente, y a menudo se designa a un público más amplio. Las encíclicas papales suelen adoptar la forma de un breve del Papa debido a su carácter más personal en oposición a la bulapapal formal. Las encíclicas papales son tan famosas que el término encíclica se usa casi exclusivamente para las enviadas por el Papa. El título de la encíclica es normalmente tomado de sus primeras palabras en latín.
En el catolicismo, en los últimos tiempos, una encíclica se utiliza generalmente para cuestiones importantes, y es el segundo documento más relevante emitido por los papas, después de la Constitución Apostólica. Sin embargo, la denominación «encíclica» no siempre denota tal grado de importancia. Los archivos del Vaticano en la página web actualmente tienden a clasificar ciertas encíclicas como "Exhortaciones Apostólicas". Este término informal señala documentos con un público más amplio que el de los obispos.
Pío XII mantenía que las Encíclicas Papales, incluso cuando no son ex cathedra (o infalibilidad papal), no obstante, puede ser lo suficientemente autorizada para poner fin a un debate teológico sobre la cuestión en particular:
León XIII
(Vincenzo Gioacchino Pecci; Carpineto, 1810 - Roma, 1903) Papa romano (1878-1903). Su familia no tenía grandes medios, pues vivían en una comarca montañosa y pobre. Entró a la edad de ocho años (1818) en el colegio jesuita de Viterbo; en 1824 se trasladó al también jesuita Colegio Romano. Se mostró extraordinariamente dotado para el estudio del latín, adquiriendo entonces el gusto por componer poesía en esta lengua. En 1832 se doctoró en Teología. Los cinco años siguientes los empleó en el aprendizaje del derecho civil y canónico, en la Academia de Nobles. Al finalizarlos fue ordenado sacerdote (1837).
León XIII
Muy pronto pasó al servicio del papa Gregorio XVI, quien le encomendó tareas diplomáticas, primero como delegado pontificio en las ciudades italianas de Benevento, Perugia y Spoleto (1838-1843), y luego como nuncio en Bélgica (1843-1846). En este tiempo viajó por los vecinos países de Alemania, Francia e Inglaterra, visitando sus complejos industriales. En 1846 fue nombrado obispo de Perugia. En esta sede reorganizó toda la actividad pastoral e incluso restauró la catedral y el seminario. Como consecuencia de su buen quehacer fue elevedado al cardenalato en 1853.
Durante unos veinticinco años apenas estuvo en Roma, al mostrarse contrario al Secretario de Estado Antonelli. En ese tiempo se dedicó al gobierno de su diócesis y al pensamiento. Uno de sus temas de reflexión fue la universalidad de la Iglesia, llegando a la conclusión que los problemas exclusivamente italianos suponían un excesivo lastre para que fuese plenamente percibida esa universalidad.
También se mostró firme frente a las autoridades civiles (en 1860 Perugia fue integrada en el reino de Italia), que ponían trabas a la Iglesia católica. No obstante, entre 1874 y 1877 publicó varios documentos pastorales de tono conciliador. Una vez muerto Antonelli, el Papa Pío IX le nombró cardenal-camerlengo (1877), de modo que se trasladó a Roma. Era una muestra de confianza, pues en caso de muerte del pontífice sería el quien se ocupase de gobernar interinamente la Iglesia. Así ocurrió el año siguiente, encargándose él de la convocatoria del nuevo cónclave que elegiría al sucesor.
Este cónclave duró apenas dos días, del 18 al 20 de febrero, y en él se eligió al cardenal Pecci por amplia mayoría. Tenía entonces 69 años. Delgado, enérgico pero de buen caracter y con flexibilidad, adoptó el nombre de León XIII, en honor de León XII. Era el primer Papa elegido después de la pérdida de los Estados Pontificios, en una época de importantes cambios políticos y sociales. A ellos tuvo que atender en su pontificado.
Desde 1881 publicó cinco encíclicas que por su contenido dieron lugar años más tarde a otra: la Rerum Novarum(15 de mayo de 1891), centrada en la cuestión social, y origen del sobrenombre que se le dio después: "Papa de los obreros". En ella rechazaba la lucha de clases como medio de solucionar la pobreza y la opresión. Resaltaba la dignidad y libertad de la persona, cuyo trabajo debía ser correspondido por un salario justo no sujeto exclusivamente a las leyes del mercado.
El Estado, aunque no debía ser intervencionista, tenía que garantizar el uso adecuado de los bienes; dado que estos tenían en parte carácter social, debía haber procedimientos redistributivos adecuados que auxiliasen a los necesitados.
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