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Vivir En Comunión. Iglesia Una


Enviado por   •  30 de Agosto de 2014  •  4.026 Palabras (17 Páginas)  •  307 Visitas

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Tema: VIVIR EN COMUNIÓN. IGLESIA UNA

 OBJETIVO CATEQUÉTICO

Descubrir:

que la Iglesia es una comunión, el Pueblo de Dios congregado y unido por estrechos vínculos espirituales

que la comunión es el signo distintivo de los cristianos. Por la acción del Espíritu, el amor cristiano tiene un dinamismo comunitario, que une a los discípulos de Jesús entre sí;

que el particularismo, individual o de grupo (sectarismo) se opone a la comunión eclesial.

Vivir en comunión, distintivo del hombre nuevo

El hombre nuevo es un hombre comunitario: vive en comunión con Dios y con los hermanos. Sin comunión no hay hombre nuevo. La comunión es el signo distintivo del cristiano y la realización del mayor de los mandamientos: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros, igual que yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por lo que conocerán todos que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros" (Jn 13, 34-35).

Como levadura en la masa

Existe, pues, un signo para reconocer a los discípulos de Jesús: se aman entre sí, como El los ha amado. Su presencia eficaz en medio del mundo no requiere medios espectaculares, ricos o poderosos. Son la levadura en la masa (Mt 13, 33) para hacer surgir de un mundo dividido por nuestros odios, errores e inercias, un mundo nuevo animado por la fuerza creadora del amor.

El amor cristiano tiene un dinamismo comunitario

El amor fraterno al que Jesús nos convoca, lleva a superar divisiones y enfrentamientos entre los hombres. Por la acción del Espíritu, el amor cristiano tiene un dinamismo comunitario, une a los discípulos de Jesús entre sí (aunque éstos sean de distintas lenguas, pueblos, razas) y los constituye en Pueblo de Dios, en Iglesia. Hace de ellos un cuerpo, cuya cabeza es Cristo. Así, la Iglesia no es el resultado de una mera determinación de los hombres, sino obra de Jesucristo, que, mediante el Espíritu, la establece como comunión en la caridad fraterna. Esta comunión en la caridad es inseparable de la comunión en la fe. La fe es la raíz de la vida comunitaria cristiana. Los miembros de la Iglesia estamos unidos unos con otros por nuestra unión común con Cristo por la fe y el Bautismo que inaugura la trayectoria y vida sacramentales que alcanzan su momento supremo en la Eucaristía. De la fe baustismal, si es una fe viva, nacen los frutos de la caridad fraterna y de la unidad eclesial, misma que se expresa en la Eucaristía. "participando realmente del Cuerpo del Señor en la fracción del pan eucarístico, somos elevados a la comunión con El y entre nosotros: 'Porque el pan es uno, somos uno en un solo cuerpo, pues todos participamos de ese único pan' (1 Cor 10, 17)

Un inmenso proyecto de comunión para todos los hombres

La humanidad entera está llamada a reunirse en un solo pueblo. Es el Pueblo de Dios, la Iglesia. Según el plan de Dios, la Iglesia es un inmenso proyecto de comunión para todos los hombres. Como dice el Concilio Vaticano II: "Dios ha dispuesto salvar y santificar a los hombres, no por separado, sin conexión alguna entre sí, sino constituyéndolos en un pueblo que le conociera en la verdad y le sirviera santamente" (LG 9).

Fundamento de la comunión: "Un solo señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos"

Para vivir este misterio de comunión no es preciso pertenecer a una nación, a una raza, a una civilización, a una clase social o a un partido político determinado. La Iglesia no se funda sobre ninguna de estas bases, sino sobre estas otras: "Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo" (Ef 4, 5-6).

No es fácil vivir en comunidad

No siempre resulta fácil la convivencia y la comunión entre los hombres. Frecuentemente nos entendemos y soportamos mal. Nos molestamos mutuamente. No compartimos unos con otros lo que tenemos. Nos dañamos mutuamente y somos unos para otros fuente de tristeza o de enfermedad. Día a día es necesario recordar las palabras de San Pablo: "Sed buenos, comprensivos, perdonándonos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo" (Ef 4, 32).

Acogida fraterna frente al anonimato

Junto a la discordia, el anonimato es contrario a la comunión eclesial. La Iglesia no es una agrupación de miembros anónimos y yuxtapuestos; su misterio se concreta en comunidades de fe, donde cada hermano es llamado por su nombre, donde cada miembro tiene un nombre de fraternidad cristiana. La relación de fraternidad se determina, sobre todo, por la calidad de la acogida que cada uno dé a los demás, acogida que consiste tanto en la solicitud como en la discreción. Sólo la ausencia total de comunión es más penosa y más negadora de las consecuencias de la adhesión vital a Jesucristo que una vinculación a la Iglesia en que uno se ve integrado por la fuerza y sin nombre propio.

La comunidad de los corazones, exigencia de la alianza

Ya en el Antiguo Testamento, la Alianza exige el amor fraterno, la comunión de los corazones. El amor fraterno es amor a todos los seres humanos. El israelita, para ser fiel al Dios de la Alianza, debe considerar a cada miembro de su pueblo como "hermano" (Dt 22, 1-4; 23, 20) y prodigar su solicitud con los más desheredados: el forastero, el huérfano y la viuda (24, 19ss). El amor fraterno no es excluyente. A este amor se refiere la Biblia, cuando dice: Ama a tu prójimo, como a ti mismo. (Lv 19, 18; Mt 22, 39).

La comunión de los corazones, dimensión fundamental de la iglesia de Jesús

La comunión de los corazones es una dimensión fundamental de la Iglesia de Jesús. La unión fraterna de los primeros cristianos queda reflejada en Los Hechos de los Apóstoles: "En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio, nada de lo que tenía" (Hch 4, 32). Esta comunión entre ellos se realiza en primer lugar en la fracción del pan (2, 42). En la Iglesia de Jerusalén se traduce por la puesta en común de los bienes (4, 32; 5, 1-11); en otras, en la colecta que recomienda San Pablo (2 Co 8, 1-15; cfr. Rm 12, 13). La comunión se manifiesta también en la ayuda material aportada a los predicadores del Evangelio (Ga 6, 6; F1p 2, 25), en las persecuciones sufridas juntos (2 Co 1, 7; Hb 10, 33; 1 P 4, 13) y en la colaboración prestada para la difusión de la Buena Nueva (F1p 1, 5). Esta comunión es expresada en la Sagrada Escritura también en otras múltiples manifestaciones.

La comunión no es mero sentimiento de simpatía, ni uniformidad monolítica. Es un nuevo nivel de realidad

La comunión no es un mero sentimiento de simpatía que nos une afectuosamente a quienes

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