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Toyotismo


Enviado por   •  17 de Mayo de 2013  •  3.202 Palabras (13 Páginas)  •  245 Visitas

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Taylorismo Fordismo Y Toyotismo

Enviado por paoloman, dic. 2010 | 13 Páginas (3194 Palabras) | 6 Visitas |

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CUÉNTALEA TODOS ACERCA DE NOSOTROS...

BREVE HISTORIA DEL TRABAJO

Por Hernán Tejerina

A lo largo de los últimos 100 años, el taylorismo, el fordismo y el toyotismo han

sido los modos hegemónicos en la organización del trabajo. Si bien en un origen

estos conceptos referían cuestiones tan concretas como el ordenamiento de la

maquinaria dentro de una fábrica y, más recientemente, si debe o no haber

fábrica, el impacto político, económico y social de estas formas organizativas

excede la especificación técnica y designa modos de acumulación capitalista que

conllevan toda una configuración en la relación capital-trabajo y formas precisas

del Estado, el salario y la explotación.

Por estos días, el Colectivo Praxis Crítica y la Casa de los Trabajadores, lanza

una serie de cuadernillos temáticos. El primero de ellos se refiere al Trabajo y

se basa, centralmente, en estudios del epistemólogo chileno Carlos Pérez Soto. A

continuación, un adelanto del mismo y las consideraciones y objeciones que se

dieron a lo largo del debate en que se forjó esta breve historia del trabajo.

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Detrás de conceptos como el ‘fin del trabajo’ o la ‘capacitación laboral’, lo que

subyace son los límites del capitalismo. Por eso, el colapso de los ‘estados de

bienestar’ y la brecha cada vez más ancha entre integrados y excluidos, vuelve a

keynesianismos varios y a cualquiera de las terceras vías, un remedio fugaz. Tras

la implosión de los ‘socialismos reales’, es la era explícita del ‘capitalismo

real’. En ella, la noción de ‘explotación’ adquiere significancias nuevas y

paradójicas. Hay algo peor que ser explotado: no serlo. Tras los análisis de

diversos gurúes -análisis correctivos que devienen en medidas siempre

insuficientes- lo que se evita es sincerar, y enfrentar, la inviabilidad del

sistema.

Seamos el ello del publicista de Clinton, sostengamos: “Es el capitalismo,

estúpido”. No un fragmento, no un pedazo: es la totalidad. ¿El posmodernismo te ha hecho temer de los abordajes totales? Pues... ni bueno ni malo, ya irrumpirá ‘lo

real’ para reformular la discusión, para reinstalar, dialécticamente, particularidad

y generalidad. Mientras, organizada la producción, y la vida, al compás de las

actuales coordenadas, el problema radica menos en la falta de trabajo que en el

exceso de gente. En el viejo juego del mercado se van estrechando las fronteras y la oferta laboral es cada vez más exigua frente a la demanda de trabajo.

Es el capitalismo, estúpidos: sobran humanos. Y en su lógica, y para su

expansión, siempre ha sido mejor negocio el aumento de la productividad que la

disminución del salario. No hay mayores secretos en las vías del aumento de la

producción, o se intensifica la jornada laboral o se aplican innovaciones

tecnológicas. De un modo u otro, los diversos Modos de Organización del Trabajo

constituyen la puesta en práctica de estas dos vías. Ahora, a vuelo de pájaro,

las revisaremos.

El taylorismo

En el siglo XIX, la producción industrial todavía era heredera de la producción

artesanal. Los trabajadores no solo dominaban ‘la máquina’ sino que incluso la

arreglaban, la perfeccionaban. Pero sobretodo, administraban ‘sus’ ritmos de

trabajo. Por eso, el castigo físico era un hecho habitual en el siglo XIX. Los

capataces corregían el fallo laboral a latigazos. Y el castigo físico era menos

una aberración moral que un mecanismo del capital para intensificar la

productividad.

Federic Taylor observó que durante la jornada de trabajo, solo el 40% del tiempo

se ocupaba en transformar directamente la mercancía. De esta observación dedujo la necesidad, obvia, de intensificar el trabajo. Taylor persiguió el aumento de la productividad por la vía científica. Postuló: “No necesitamos el castigo

físico, lo que necesitamos es que los trabajadores no administren el ritmo del

trabajo”.

La solución del taylorismo consistió en dividir el trabajo en tareas elementales

que no requerían un dominio técnico del trabajador. Se suprimió al trabajador con

saber. Se le entregó el dominio técnico de la producción al ‘capataz’. Y, por

primera vez, se creó al obrero auténticamente anónimo y universal. Ya no el

maestro pintor o herrero sino el obrero abstracto que martilla o aprieta

tornillos, el que solo hace operaciones elementales.

La segmentación del trabajo, el retiro de la experticia y la creación de un

obrero abstracto se complementó con un régimen salarial por obra. Con el

taylorismo comenzaron los contratos de trabajo jurídicamente avalados. Por otro

lado, se introdujo la ‘normalización’ de los productos. La producción se comenzó

a masificar y los destinatarios de la misma no eran solo las capas más altas de

la sociedad, sino, además, las capas más acomodadas de trabajadores.

Esa operatoria abstracta del trabajador que solo realiza tareas que no son

operaciones completas sino secuencias, contó con un régimen de disciplinamiento

corporal. Ese es, entre otros, el sentido de Tiempos Modernos, de Chaplin, un

tipo atornilla ocho horas, sale del trabajo y sigue atornillando. Michael

Foucault hablaba del disciplinamiento y lo hacia a través de la cárcel y el

hospital psiquiátrico... En lo sustancial, se equivoca. El disciplinamiento, en

la sociedad industrial, se obtuvo más bien en el lugar de trabajo que en los

hospitales psiquiátricos o en las cárceles, que operaron, sí, como instituciones

disciplinadoras por reflejo.

El taylorismo obtuvo un aumento revolucionario de la productividad. El volumen de

la misma, se incrementó a más del doble en 30 años. Con semejante productividad, se tuvo una base suficiente para aumentar el salario real. Por supuesto, este aumento tuvo proporciones ínfimas en relación al incremento de capital, pero muy significativas en comparación a la situación anterior.

Una argumentación habitual contra el taylorismo

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