Ate De Guayaba
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ARTESANÍAS DE CONSUMO
LOS DULCES TRADICIONALES DE ANTÓN
Por: María de Lourdes Barsallo Jaén
Publicado en la Revista Cultural Lotería No.485 de Julio-Agosto 2009
p. 108-119
INTRODUCCIÓN
Cada producto artesanal que llega a nuestras manos tiene un valor inestimable que va más allá del valor monetario. Conlleva en esencia y en términos más amplios, el símbolo indestructible del espíritu humano, en la búsqueda permanente de logro y perfeccionamiento de sí mismo y de su entorno.
La artesanía forma parte del arte popular que identifica la cultura de todo un pueblo. Fue en su primer momento, la respuesta del ser humano a una necesidad material imperativa o la simple expresión de sus más íntimos sentimientos de admiración ante la inmensidad o sublime sencillez de la naturaleza, llevando implícita además, diversas manifestaciones mágico-religiosas que le son propias. Por fallas del mercado, queda sin reflejarse en su precio de venta sus verdaderos costos, lo que significa para el artesano, el tiempo, el esfuerzo y las muchas dificultades superadas en su realización, además de que el artesano no dedica generalmente todo su tiempo a la elaboración de su producto. No vive de ello. Se ve obligado a alternar con otras actividades de subsistencia, de él y de su familia.
Su nivel educativo en general, es bajo, al igual que sus conocimientos tecnológicos modernos, generalmente inexistentes, logrando superar sus escollos al integrar de forma improvisada, pequeños núcleos de producción en los que impera la ayuda mutua, el trueque y el intercambio de conocimientos y materiales diversos, pero sin una organización válida.
La información aquí recogida, intenta motivar el interés del lector, exhortándole a mirar más a fondo y con visión más generosa el quehacer artesanal de nuestro país. Colocando ante sus ojos un modelo de superación que debería ser mayormente considerado por los entes de financiamiento, pues, la empresa artesanal por su espontánea sencillez que le es característica y lo poco que requiere para iniciarse, se convierte en una valiosa y rica fuente natural de desarrollo para los sectores más necesitados, además de que propicia la acción de cooperación en el ámbito comunitario, gesto tan necesario de cultivar en nuestro pequeño-gran país.
LA HISTORIA DE ANTÓN Y SU RELACIÓN CON LA
CONFECCIÓN DE SUS DULCES TRADICIONALES:
Originalmente, Antón se llamó Pueblo Nuevo de los Reyes del Chirú derivado de la Conquista del Chirú. Hasta fines del Siglo XVII, se va creando una nueva población escasa alrededor del núcleo poblacional y ésta esperará hasta el Siglo XVIII para asentarse definitivamente y constituirse en el centro de la región aledaña. Se supone que el nombre de Antón se deriva del nombre de un indio que murió en las orillas del río que lleva su nombre denominado Antón Rodrigo Cuadrado, en un día de fuerte torrencial. Se cree también que lleva el nombre de un piloto que venía con Gaspar de Espinosa de nombre Antón Martín
.
No se conoce ciertamente la fecha de su fundación. Realizada por iniciativa del Dr. Alejandro Idelfonso Fagundo, Vicario de Natá, quien en 1689 solicitó al Dr. Luis Fernando Piedra Hita la construcción de una ermita en un sitio llamado Antón, ubicado entre el río Antón y el rio Las Guabas a fin de facilitar el culto a los fieles de esta parte del Istmo. La Ermita de Antón es construída en 1692 y es en 1719 cuando se encuentra el nombre de Antón como pueblo. Como fecha de fundación aproximada, se reconoce el 5 de noviembre de 1692.
El desarrollo de los Llanos del Chirú, se da, según la obra de Omar Jaén Suarez titulada “Un estudio de historia rural, la Región de los Llanos del Chirú” (1991), en función del latifundio, la ganadería y luego el desarrollo del cultivo del arroz y del maíz. Nos indica que ya en 1898 Antón “se dedica como principal industria a la cría de ganado” y se alude también en 1909 a “la función turística del poblado que recibe (ya en ese entonces) a centenares de capitalinos atraídos por las ventajas de su clima agradable durante la estación seca de diciembre a mayo”. Las áreas de playa de la región, marcan su destino de tránsito continuo de nacionales y extranjeros, sobre todo durante la época de verano. Estas circunstancias dan pie al nacimiento de una pequeña industria que ha dado tan especial característica a la región antonera, los dulces tradicionales de Antón, cuya materia prima básica lo constituyen productos naturales como la leche y el azúcar.
En cuanto al cultivo del arroz que también forma parte de estos importantes ingredientes, nos indica el autor, que la introducción de su cultivo también llega con la colonización hispánica desde finales del Siglo XVI y en menor escala comienza en 1948, manteniéndose en un segundo plano hasta la década de 1960 en la que impera la ganadería. El cultivo de arroz a gran escala se da por impulso de la mecanización en la década de 1960-’70, cuando los inversionistas guardan sus rebaños y se convierten a los arrozales.
Aunado a su actividad agrícola está su apego a la fe en el Santo Cristo de Esquipulas, cuya figura aparece de forma misteriosa.
Su fiesta se empieza a celebrar desde 1867 presidida por el Padre Sebastián Aguilera, lo cual trae también un gran movimiento de visitantes.
No es difícil, siguiendo estas características de producción agrícola y movimiento de visitantes, comprender que la actividad artesanal tome auge en el Distrito de Antón como un medio de subsistencia y como una forma de reafirmación de la identidad de su gente, con tal grado de éxito. Bien sabemos que en términos generales, la posición de tránsito y el movimiento migratorio influye en nuestra actividad económica, social y cultural.
Estos manjares se generan, sin duda, de la gran producción de leche derivada de la ganadería existente en la región antonera. También se agrega la producción de arroz natural de estos llanos y la existencia de la molienda de caña como elemento indispensable,
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