CARTAS A QUIEN PRETENDE ENSEÑAR:APRENDER ENSEÑAR
Enviado por AGNP211110 • 1 de Junio de 2014 • 1.718 Palabras (7 Páginas) • 266 Visitas
Enseñar – aprender. Lectura del mundo- lectura de la palabra
Ningún tema puede ser más adecuado como objeto de esta primera carta para quien se
atreve a enseñar que el significado crítico de ese acto, así como el significado igualmente
crítico de aprender. Es que el enseñar no existe sin el aprender, y con esto quiero decir más
de lo que diría si dijese que el acto de enseñar exige la existencia de quien enseña y de
quien aprende. Quiero decir que el enseñar y el aprender se van dando de manera tal que
por un lado, quien enseña aprende porque reconoce un conocimiento antes aprendido y,
por el otro, porque observando la manera como la curiosidad del alumno aprendiz trabaja
para aprehender lo que se le está enseñando, sin lo cual no aprende, el educador se
ayuda a descubrir dudas, aciertos y errores.
El aprendizaje del educador, al enseñar, no se da necesariamente a través de la
rectificación de los errores que comete el aprendiz. El aprendizaje del educador al educar
se verifica en la medida en que el educador humilde y abierto se encuentre
permanentemente disponible para repensar lo pensado, revisar sus posiciones; en que
busca involucrarse con la curiosidad del alumno y los diferentes caminos y senderos que
ella lo hace recorrer. Algunos de esos caminos y algunos de esos senderos que a
veces recorre la curiosidad casi virgen de los alumnos están cargados de
sugerencias, de preguntas que el educador nunca había percibido antes. Pero ahora,
al enseñar, no
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PRIMERA CARTA 29
como un burócrata de la mente sino reconstruyendo los caminos de su curiosidad —
razón por la que su cuerpo consciente, sensible, emocionado, se abre a las
adivinaciones de los alumnos, a su ingenuidad y a su criticidad— el educador que actúe
así tiene un momento rico de su aprender en el acto de enseñar. El educador aprende
primero a enseñar, pero también aprende a enseñar al enseñar algo que es reaprendido por
estar siendo enseñado.
No obstante, el hecho de que enseñar enseña al educador a enseñar un cierto contenido,
no debe significar en modo alguno que el educador se aventure a enseñar sin la
competencia necesaria para hacerlo. Esto no lo autoriza a enseñar lo que no sabe. La
responsabilidad ética, política y profesional del educador le impone el deber de prepararse,
de capacitarse, de graduarse antes de iniciar su actividad docente. Esa actividad exige
que su preparación, su capacitación y su graduación se transformen en procesos
permanentes. Su experiencia docente, si es bien percibida y bien vivida, va dejando claro
que requiere una capacitación permanente del educador. Capacitación que se basa en el
análisis crítico de su práctica.
Partamos de la experiencia de aprender, de conocer, por parte de quien se prepara para la
tarea docente, que necesariamente implica el estudiar. Obviamente, no es mi intención
escribir prescripciones que deban ser seguidas rigurosamente, lo que significaria una
contradicción frontal con todo lo que he dicho hasta ahora. Por el contrario, lo que aquí
me interesa de acuerdo con el espíritu del libro en sí, es desafiar a sus lectores y
lectoras sobre ciertos puntos o aspectos, insistiendo en que siempre hay algo
diferente para hacer en nuestra vida educativa cotidiana, ya sea que participemos en
ella como aprendices y por lo tanto educadores, o como educadores y por eso aprendices
también.
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No me gustaría dar la impresión, sin quererlo, de estar dejando absolutamente clara la
cuestión del estudiar, del leer, del observar, del reconocer las relaciones entre los
objetos para conocerlos. Estoy intentando aclarar algunos puntos que merecen nuestra
atención en la comprensión crítica de estos procesos.
Comencemos por estudiar, que al incluir el enseñar del educador, incluye también por un
lado el aprendizaje anterior y concomitante de quien enseña y el aprendizaje del
principiante que se prepara para enseñar en el mañana o rehace su saber para enseñar
mejor hoy, y por otro lado el aprendizaje de quien, aún niño, se encuentra en los
comienzos de su educación.
Como preparación del sujeto para aprender, estudiar es en primer lugar un quehacer crítico,
creador, recreador, no importa si yo me comprometo con él a través de la lectura de un texto
que trata o discute un cierto contenido que me ha sido propuesto por la escuela o si lo
realizo partiendo de una reflexión crítica sobre cierto suceso social o natural, y que como
necesidad de la propia reflexión me conduce a la lectura de textos que mi curiosidad y mi
experiencia intelectual me sugieren o que me son sugeridos por otros. Siendo así, en el
nivel de una posición crítica que no dicotomiza el saber del sentido común del otro saber,
más sistemático o de mayor exactitud, sino que busca una síntesis de los contrarios,
el acto de estudiar siempre implica el de leer, aunque no se agote en éste. De leer el
mundo, de leer la palabra y así leer la lectura del mundo hecha anteriormente. Pero leer no
es mero entretenimiento ni tampoco es un ejercicio de memorización mecánica de ciertos
fragmentos del texto.
Si en realidad estoy estudiando, estoy leyendo seriamente, no puedo pasar una página
si no he conseguido alcanzar su significado con relativa claridad. Mi salida no es
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memorizar trozos del texto leyéndolos mecánicamente dos, tres o cuatro veces y luego
cerrando los ojos y tratando de repetirlos como si sufijación puramente maquinal me
brindase el conocimiento que necesito.
Leer es una opción inteligente, difícil, exigente, pero gratificante. Nadie lee o estudia
auténticamente si no asume, frente al texto o al objeto de la curiosidad,
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