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DEBER SER DEL ABOGADO


Enviado por   •  4 de Mayo de 2015  •  1.966 Palabras (8 Páginas)  •  494 Visitas

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El abogado debe tener presente que es un servidor de la justicia y un colaborador de su administración; que su conducta ha de estar caracterizada por la probidad y la lealtad, y por el desempeño con dignidad de su ministerio; y que la esencia de su deber profesional es consagrarse enteramente a los intereses de su cliente, y poner en la defensa de los derechos del mismo su celo, saber y habilidad, siempre con estricta sujeción a las normas morales.

El Decálogo del Abogado señala, entre otros principios, el deber del Abogado de "estudiar", esto es, de perfeccionarse constantemente en todas las ramas de la ciencia jurídica. En este aspecto, por ejemplo, el ejercicio jurídico vinculado a la promoción y respeto de los derechos humanos requiere de una constante, permanente y ardua tarea de capacitación y perfeccionamiento.

El Decálogo del Abogado también manifiesta que el deber del profesional es luchar por el derecho, pero el día que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justicia. Este precioso mandamiento en el campo de los derechos humanos se evidencia de manera clara y objetiva, cuando en ocasiones, la normativa jurídica aplicable es contraria a la justicia, a la equidad y a los principios de ius cogens internacionalmente reconocidos.

El abogado debe estar preparado para encontrar contradicciones en este aspecto y para superarlas ayudado y orientado por la doctrina y los principios universales del derecho internacional que privilegian la condición de la persona humana por sobre cualquier ordenamiento obsoleto y contrario a la dignidad de los individuos y de las comunidades.

El principio de la lealtad al cliente, al adversario y al juez es fundamental. El desprestigio en el que ha incurrido la profesión se debe precisamente a que se ha utilizado la carrera para fines meramente lucrativos y de intereses personales y no para luchar por la justicia, a través de bases morales firmes que permitan un ejercicio transparente, honesto y desprovisto de cualquier interés que vaya en contra de los derechos de los demás. En el ámbito de los derechos humanos el principio de la lealtad a la justicia cobra aún mayor importancia por la sensibilidad de los derechos conculcados que, muchas veces, puede acarrear la destrucción total de un individuo o de una colectividad. El abogado debe estar consciente de esta grave responsabilidad y procurar, en todo momento, un ejercicio apegado a la verdad y al derecho, aún cuando esto signifique sacrificar intereses económicos o personales.

La tolerancia es fundamental para crear una sociedad que camine hacia una cultura de respeto a los derechos humanos de todos sus habitantes. Si el abogado no tiene claro este principio y no puede aceptar las diferencias, muy difícilmente podrá defender a víctimas de esta intolerancia, ya que el mismo no puede encontrar el verdadero sentido de la solidaridad, y por ende, de la justicia.

La conducta profesional supone, a la vez, buen concepto público de la vida privada del abogado. En todas las profesiones existen valores éticos que nos permiten afirmar buenas conductas, tanto en el plano interno relacionado con la rectitud de conciencia, así como en el plano externo. Esta rectitud de conciencia suele ser un factor de gran importancia como elemento rector de la conducta del ser humano. Esa conciencia moral nos exige ser más responsables de lo que hacemos con nuestra libertad profesional, hoy en día tan necesaria para combatir actitudes de corrupción, egoísmos, intransigencias, etcétera, que no son propios de un sector determinado.

Si la Ética busca que los actos del ser humano sean justos y correctos, se haya íntimamente relacionada con el Derecho, el cual en su esencia nos marca el deber ser, establece las normas que deben prevalecer por encima de cualquier pasión del ser humano. La Ética en un plano teórico nos da la pauta para discernir sobre ciertas conductas, las cuales encaminaremos de manera libre y racional a la realización de objetivos específicos. Hoy en día, el ejercicio descuidado, deshonesto, interesado y ambicioso de varios profesionistas, sólo puede ser reflejo de la carencia de una educación específica en la formación de la abogacía.

El abogado que se conduce con ética, es capaz de destruir cualquier sometimiento que implique la renuncia a algún ideal, le convierte en un ser humano libre, soñador, un buen profesionista distinguido por su valor, por su amor a la justicia y otras buenas cualidades que sólo pueden ser consecuencia de una educación basada en valores y principios.

Una de estas cualidades, la constituye la honestidad. Todo jurista debe ser un alma de hierro incorruptible, no debe dudar del camino que se ha fijado.

Desde luego, debe despojarse de todo sentimiento de adulación, servilismo e ineficacia dolosa. Así, el actuar del jurista debe estar lleno de una honda significación de lo que representa la justicia social y luchar por ella hasta lograrla.

La abogacía es una de las más bellas y nobles profesiones, porque nos acerca al sentimiento de servicio en favor de nuestros semejantes y por ningún motivo, debemos permitir que esta esencia sea desvirtuada con intereses individualistas. Lamentablemente la ausencia de valores éticos presente en varios aspectos de nuestra vida cotidiana, nos lleva a una situación de abusos y excesos por parte de los más fuertes sobre aquellos que no tienen los medios para protegerse.

En la cultura jurídica podemos encontrar un gran legado de principios éticos, sin embargo, la importancia de su cita es el comprender lo trascendente y valioso de su esencia misma. De nada nos sirve aprender una serie de lecciones si no se llevan a la práctica; el jurista aprende las teorías y sólo podemos hablar del ejercicio de la profesión una vez que esos conocimientos se han llevado a un plano práctico, a una aplicación efectiva ya sea como legislador, servidor público, como juez, como docente o como postulante.

Así, los principios éticos deben ser conocidos y reconocidos en el plano de los hechos, de manera universal y sin distinciones de ninguna índole.

Los valores éticos que deben formar parte de nuestra

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