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Discurso


Enviado por   •  10 de Enero de 2012  •  571 Palabras (3 Páginas)  •  461 Visitas

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“Queridos (amados) hermanos (compañeros, amigos, socios, camaradas):

En primer lugar, buenos días (buenas tardes, buenas noches). Les agradezco de todo corazón el concurrir a esta reunión (asamblea, convocatoria) porque veo en todos y cada uno de ustedes a un hermano clamando justicia y solidaridad. A los hombres de buena voluntad como nosotros, no nos espantan los obstáculos de la vida, ni nos atemorizan los adversarios ni los indiferentes. Somos gente de fe que confía en la verdad y sabe que donde terminan las palabras, comienza la verdad.

Venimos de hogares donde el trabajo era la obligación de todos los días, donde el sacrificio parecía una fatalidad que no podíamos evitar, donde nuestros padres nos pedían que no abandonáramos la lucha que ellos habían iniciado porque algún día el sol del triunfo brillaría para todos. Debíamos cambiar una sociedad que no nos permitía salir de la pobreza, que nos pagaba míseras monedas por agotadoras horas de trabajo, que nos castigaba con el despido si nos permitíamos protestar, que se entrometía groseramente en nuestra la intimidad familiar y se reía de nuestros dolores.

No venimos en busca de venganza, no somos vengativos aunque hemos soportado injusticias de toda clase. Somos gente democrática y pacífica que busca el bienestar y la felicidad de todos, sin rencores ni agresiones, abrimos nuestros brazos a todas las personas sin exclusiones, los invitamos a unirse a nosotros sin preguntarles de qué partido provienen ni a qué raza, religión o clase social pertenece. Sólo les pedimos que nos acompañen con sus corazones abiertos, que se unan a nuestros ideales, a nuestro ideal de una sociedad más justa, más humana, más solidaria.

No más niños desnutridos, no más pobres con hambre, no más inocentes sin techo durmiendo en las calles, bajo las inclemencias del ardiente sol y el implacable frío, no más desocupados con lágrimas en los ojos reclamando por piedad un lugar de trabajo para poder regresar por la noche a su casa con la frente en alto y el plato de comida ganado con dignidad. .

Reclamamos un mundo donde nuestras esposas no tengan que salir de sus casas de cartón y lata con el bebé en sus brazos a mendigar de puerta en puerta, donde nuestros hijos puedan ir a la escuela para librarse del flagelo de la ignorancia, donde patrón y obrero se den la mano por la mañana y se saluden al finalizar la jornada de trabajo. No odiamos al rico porque tiene dinero, no basta con tener trabajo y poder atender nuestras necesidades; no rechazamos al inmigrante porque viene de otro país, les agradecemos que trabajen codo a codo con nosotros y los tratamos como a hermanos; no discriminamos a las mujeres porque son de otro sexo: Dios las hizo para compañeras del hombre, y son madres, esposas e hijas nuestras.

Bienvenidos todos, los abrazamos y les pedimos que no nos abandonen, porque la vida es para todos

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