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Educación inclusiva


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2019  •  Ensayo  •  1.445 Palabras (6 Páginas)  •  137 Visitas

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“En su sentido más amplio y por definición, la educación es para la convivencia. En efecto, la socialización consiste, precisamente, en aprender a vivir con otros, es decir a convivir. Aprender a vivir con otros implica, saber vivir con otros, y este saber es enseñado por aquellos que tienen el poder (originario o derivado) de regular socialmente la convivencia” (Cullen).

Pero, ¿quiénes son esos otros con los que convivo?

Convivir en la escuela no supone realizar las mismas acciones, ni llegar a un consenso de puntos de vista siempre. Si pensamos que la escuela es para la convivencia, la vida en comunidad está plagada de identidades, diferencias, pluralidad de formas de vida, etc.

Sandra Nicastro plantea que la inclusión debe pensarse como una condición de posibilidad, y Daniel Korinfeld, lo plantea en palabras de Freud como lo imposible, y aunque parece contradictorio, convergen en la misma idea, de algo que no termina nunca cabalmente de realizarse, que no es algo absoluto “la inclusión”.

Constantemente escuchamos en educación expresiones como “convivir en la diversidad”, pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de “diverso”?

Muchas veces, lo diverso es lo ajeno, lo opuesto a mí, “ellos” son los diversos, los que poseen atributos que hay que remarcar como “diversidad”, enemigos de la idea de igualdad y de normalidad, aquellos que se alejan del sendero correcto.

La escuela, históricamente, ha representado el lugar de la “normalidad”. Allí, se enseña lo correcto, lo habitual, lo natural. Quienes no son capaces de comportarse dentro de estos parámetros, son alejados del sistema. Y hablamos en presente, porque esto no ha cambiado. Lo normal sigue en pie, una normalidad más flexible pero, como dice Skliar, “sujetadora de modos y tiempos de aprendizaje, modos y tiempos de enseñanza y modos y tiempos de evaluación”.

La lista de los sujetos y grupos excluidos de las escuelas es cada vez más inacabable, y resulta de la construcción de la alteridad, de la producción de esos otros que no somos, en apariencia, nosotros mismos, pero que utilizamos para poder ser nosotros mismos:

"La alteridad del otro permanece reabsorbida en nuestra identidad y la refuerza todavía más; la hace posible, más arrogante, más segura y más satisfecha de sí misma. A partir de este punto de vista, el loco confirma y refuerza nuestra razón; el niño, nuestra madurez; el salvaje, nuestra civilización; el marginal, nuestra integración; el extranjero, nuestro país; y el deficiente, nuestra normalidad" (Larrosa y Perez.1996)

El problema de la alteridad, se reduce a la pretensión de definir al Otro desde el “mi mismo”.  En muchas de nuestras prácticas el otro es estigmatizado, nombrado o definido desde algún parámetro de «normalidad”. 

El “Yo” y el “Otro” son pluralidades irreductibles, y por ello, no se trata de entender la otredad como el espacio para buscar una supuesta igualdad, igualdad que no hace más que negar la diversidad y ocultar las diferencias, sino más bien, entender la otredad como el campo en el que se reconoce la diversidad y se parte de las diferencias para alcanzar afinidad.

El sistema educativo tiene la necesidad, la responsabilidad y el desafío de atender a la diversidad en el aula ofreciendo respuestas orientadas a eliminar las desigualdades derivadas de cualquier tipo de discapacidad, problema de aprendizaje, creencias religiosas, diferencias lingüísticas, situación social, económica o cultural. Las oportunidades de aprendizaje deben ser equitativas para todos los alumnos del sistema. El proceso de enseñanza/aprendizaje que concibe a la educación inclusiva debe verse como una estrategia para reducir la exclusión a través de las prácticas institucionales y pedagógicas. Atendiendo a la educación como derecho y no como privilegio. Se debe contemplar la diversidad de todos los estudiantes para poder dar respuestas adecuadas a cada uno desde las propuestas áulicas. (Alicia Fernández 2003).

La escuela debe pensarse como este espacio común, que alberga singularidades y pluralidades, que nos reúne y que nos separa; como un espacio de frontera, como lo expresa Daniel Korinfeld, donde se producen intercambios, pero también conflictos, y que para poder incluir, debe saberse que hacer con el conflicto.

“Incluir a los alumnos/as con su diversidad es el punto de mayor valor que posee un sistema educativo basado en el respeto por las diferencias” (Diseño Curricular)

Esta modificación sustancial, de la estructura, el funcionamiento y la propuesta pedagógica de las escuelas apunta a reemplazar la antigua meta de homogeneidad por prácticas educativas simultáneas y diversas que contemplen y capitalicen las diferencias individuales, es decir, poner la mirada en la potencialidad de lo heterogéneo.

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