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Enviado por   •  25 de Noviembre de 2011  •  6.226 Palabras (25 Páginas)  •  271 Visitas

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TRABAJO ENAJENADO E INTERÉS DE CLASE

Edgardo Adrián López y Roberto Ortiz Lazarte (*)

edadrianlopez@yahoo.com

“El yo es ese amo que el sujeto encuentra en el otro, y que se instala en su función de dominio en lo más íntimo de él mismo”

Jacques-Marie Lacan

“Aquí no hay más cómplices que tú y yo. Tú por opresor, y yo por libertador”

José Gabriel Tupac Amaru

1. Circunvalaciones

El enfoque en que nos apoyaremos es el de la larga duración y tendrá por objetivo, analizar lo que se desató con el mal llamado “Descubrimiento”, desde 1492 a nuestros días en Latinoamérica (1). Verdad que una de las graves limitaciones del artículo será que no concretiza puntillosamente, cómo operan las dialécticas sociales en los modos de producción (2) que hubo en las Américas, a partir del desembarco de los corsarios españoles, pero aun así, es parcialmente “aplicable” lo que sostenemos (3).

Continuando con lo a exponer, es viable decir que si hemos creído oportuno hacer explícito que en Latinoamérica insiste una contradicción entre la tarea como medio de opresión del otro y el interés de clase correlativo a la emancipación, es para traer a lo Simbólico lo siempre denegado (4). Es contribuir a la integración real de lo Abyecto, con el horizonte de liberar al Yo de la alienación en el otro. O por lo menos, tornar factible que el Yo no sea ese agujero negro para el deseo de emancipación.

En la medida en que lo rechazado en lo Simbólico, implique en el Aplastado la abyección de sí mismo, su auto rechazo, el Yo no sólo estará alienado en el Tú (id est, hará del otro un Saboteador interno), sino que además supondrá que la subjetividad será condición de extrañamiento. Si el sujeto habla de sí a través de un Yo inserto en el campo del Otro, acorde a los Seminarios de Lacan (5), es porque recibe su Ley desde afuera y en cuanto tal, es dominado (6). La palabra curvada por el campo del Otro, es la enajenación misma de la “conciencia” (7).

Sin embargo, la conciencia de clase no es necesariamente, ni una garantía contra la alienación ni el supuesto de un desarrollo lineal. En la colectividad actual, la conciencia de clase de los sometidos puede ser incluso, una estrategia de dominio que borra el conflicto: el obrero es absorbido por una ideología que es presuntamente, la discursivización de sus intereses, pero au fond, el sistema productivo emplea la capacidad de acción para controlar las “irregularidades” individuales. Es precisamente el capitalismo, el que aprendió a hacer de la conciencia de clase una tecnología del Yo. Y es en ciertos movimientos revolucionarios contemporáneos, donde puede apreciarse que la conciencia de clase es adquirida después de tentativas erráticas, aunque siempre propensas a ser neutralizadas o anuladas.

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Adrián López y Ortiz Lazarte: Trabajo enajenado e interés de clase, en Contribuciones a las Ciencias Sociales, enero 2009, www.eumed.net/rev/cccss/03/alol.htm

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2. Nociones en juego

Ahora bien. Lo que anhelaríamos delinear es que la contradicción entre trabajo enajenado e interés de clase, implica una oposición entre proceso histórico y conciencia de clase. Si la historia no es sencillamente, una continuidad lineal, sino que se despliega de manera dialéctica; si la historia es zigzagueante, es porque los agentes oprimidos no se vinculan consigo de forma simple. Los sujetos aplastados se relacionan consigo, a fuerza de auto convertirse en objetos. Esto ocasiona que los agentes oprimidos sean plus ou moins, no activos y que intervengan de manera deficiente en los acontecimientos. Siendo pasivos, no cuentan con la habilidad de revertir la sucesión monótona de formas sociales de dominio. Como tales comunas se siguen unas a otras y parece que en la historia no hubo sino un encadenarse de formas de poder, las dialécticas que respiraron hasta ahora, no fueron tan dialécticas. El asunto es que los sujetos aplastados, no pueden hacer que esa falta de dialéctica en las dialécticas sociales, se modifique y la historia recupere un discurrir dialéctico que lleve al fin, al ocaso de las dialécticas sociales. Como Objeto o mejor dicho, en tanto Sujeto extrañado en su subjetividad, el Esclavo es “responsable” que la historia no sea un desarrollo consecuentemente dialéctico... Esto es, si la historia no se reduce a un despliegue, es porque el Subalterno se coloca a sí mismo como Objeto. Deja transcurrir los acontecimientos por encima de sí, y no es capaz de interferir en el juego del Significante, realizando cortes históricos, devolviéndole al poder su temporalidad.

El Amo o Padre, no es hábil para temporizar los procesos, a causa de ubicarse en el estrato del Significante. Le conviene que la otredad del Esclavo se congele en un topoi fijo. En contrapartida, el Tiranizado guarda la alternativa de la deconstrucción, de la resistencia y del nomadismo, cuya implicancia es que el otro es aquello de lo cual uno no puede estar seguro (8). El Monarca esmerila el enlace con el otro a una función de dominio, en la cual existe una Demanda de Amo para el que se entiende en calidad de Súbdito; con este “mecanismo”, el otro es despojado de movimiento. Id est, no es sino a través de una cristalización del otro como emerge un Lugar “absoluto” en la relación social, contacto que supondría a la inversa, lo fluido.

Si la estructura El Otro ha de construirse en lo humano (Deleuze), es precisamente en virtud de que el tú transformado en amo en el yo (je), es un Amo con pretensiones de ser Total. El Otro en cuanto “topoi” único para el otro, con el propósito de asimilarlo a la linealidad del dominio, es la conversión del Opresor en alteridad, otredad que operará como referencia en la constitución de la subjetividad del Esclavo.

No hay que descuidar que la “apropiación” por parte del Monarca de lo que significa ser otro, supone la pretensión fatua del Tirano de controlar lo Simbólico. Por situarse en el nivel del Significante, el Amo intenta una propiedad de lo Simbólico que no es factible, desde el momento en que no existe garantía sobre el lugar del otro. Y es a partir de esta pretensión de propiedad en torno a lo Simbólico, como el Monarca hace de su apropiación de los medios de producción sustanciales, un Falo, un Significante Primordial que penetra en calidad de Corte, en la subjetividad del Oprimido. El Amo convierte su espacio no únicamente en un centro de dominio para el “buen empleo” económico de la vida del otro, sino que además, manipula el Inconsciente presentándose ante el Esclavo como

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