El Doctor Juan Ramón Vidal

El Doctor Juan Ramón Vidal, llegaba a su suntuosa mansión en el Paraíso, después de un agotador día de trabajo en el consultorio. Estacionó su enorme Cadillac nuevo, alrededor de la fuente, de cuyos dos ángeles brotaba agua de las ánforas que sostenían en sus manos, la fuente se encontraba frente a la casa, y era visible desde que se atravesaba la enorme cancela de la propiedad familiar, una vez dentro, los preciosos y bien cuidados jardines y arbustos, bordeaban el camino de grava que conducía al coche justo hasta la fuente. Eran las 6:00 de la tarde, pero a su encuentro no salieron sus hijos, como lo hacían habitualmente, porque era martes, y los chicos acompañaban a su institutriz en un paseo vespertino a los diferentes museos y bibliotecas de Santiago de León de Caracas. El mayordomo, Crisóstomo, salió a su encuentro y tomó su maletín y el estetoscopio que siempre estaba disponible en el asiento del copiloto.

Buenas tardes, doctor Vidal—Le saludó con el mismo respeto y cordialidad de siempre. Juan Ramón le devolvió el saludo con la misma cordialidad.

Los dos hombres entraron a la casa, el doctor Vidal adelante, seguido de su fiel mayordomo, que solo le adelantó para abrirle la puerta de su despacho. Entró y se sentó en el mullido sofá de cuero marrón. Crisóstomo, como todas las tardes, le preparó un brandi y se lo ofreció junto con la prensa y se retiró.

El doctor Juan Ramón Vidal, no devoró la prensa como solía hacerlo, su mente divagaba en otros asuntos, que le preocupaban desde hacía algún tiempo. Su hermano y él, eran personas reconocidas, eran figuras prominentes de la sociedad caraqueña, ricos de cuna, su finado padre era dueño de la primera refinería del país, además, poseían el sesenta por ciento de las acciones de la empresa más grande de cemento del país. Sus estudios de medicina, realizados en las mejores universidades europeas, le precedían, y, en la práctica, era reconocido como una de las más grandes eminencias en medicina del país, por lo que ostentaba el título de catedrático en jefe de la escuela de medicina de la Universidad Central de Venezuela. Varias veces le habían ofrecido puestos en la política, pero eso nunca le había atraído, así que dedicó su vida a la práctica, la investigación y la docencia. Su esposa, una aristocrática dama de la burguesía francesa, le había abandonado después del nacimiento de su segundo hijo, y regresó a su país natal, donde contrajo nupcias con un conde y ambos murieron en una avalancha en los Alpes suizos. De su tempestuoso matrimonio, tuvo dos hijos, Juan Ramón y Juan José. A los que dedicaba el poco tiempo que sus múltiples ocupaciones le dejaba libre. Calidad y no cantidad, ese era el secreto de la felicidad del pequeño núcleo familiar. Con el pasar del tiempo, su mundo se vio estremecido por los violentos acontecimientos que se sucedían en el país. El mundo de la política,

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