El Proceso
Enviado por YARITALIZ • 1 de Marzo de 2014 • 6.140 Palabras (25 Páginas) • 237 Visitas
II. RESUMEN DE LA NOVELA
Capítulo I
El protagonista principal, José K, resulta detenido en la pensión donde se aloja, acusado de un delito de naturaleza ignorada tanto para él, como para los funcionarios de la justicia que le notifican la iniciación de su proceso.
Este hecho no altera la existencia habitual de K, que, pese a todo, puede seguir acudiendo al Banco del que es apoderado, todos los días.
Al regresar a la pensión, concluida la jornada, conversa con la señora Grubach, dueña del establecimiento, sobre los hechos ocurridos por la mañana. En realidad, su interés se centra en saber si se encuentra en casa la srta. Bürstner, en cuya habitación había estado la comisión investigadora. Más tarde va a verla para pedir excusas por el desorden en que los funcionarios han dejado su cuarto, aunque su intención es la de seducirla.
Capítulo II
A los pocos días, K recibe una llamada telefónica anunciándole que será sometido el domingo —para no interrumpir su horario de trabajo— a un primer interrogatorio. Decide asistir, anulando incluso la invitación a un paseo en yate que para ese día le había hecho el director adjunto del Banco.
Se dirige a un suburbio pobre de la ciudad y, no sin esfuerzo, localiza finalmente la dirección que busca. Una vez dentro se da cuenta de estar en una vivienda, llena de gentes del más variado aspecto. Es invitado a entrar por “una joven de ojos negros, que lavaba ropa blanca de niños”.
La rumorosa asamblea, integrada por personas vestidas en su mayoría de negro, con largas levitas, está presidida por un hombre pequeño, sentado detrás de una mesita. El juez de instrucción hace algunas preguntas, a las que José K responde altaneramente, censurando los procedimientos judiciales y tratando de conquistar así la aprobación de su extraño público.
Tras presenciar un incidente protagonizado por la lavandera y un hombre que la abrazaba en un rincón de la sala, espectáculo que entretuvo a los presentes, K decide abandonar el lugar, increpando a los funcionarios judiciales y recriminándoles de nuevo su actitud.
Capítulo III
El domingo siguiente, sin haber sido convocado, el acusado se dirige de nuevo al mismo lugar. En la sala, ahora completamente vacía, es recibido por la misma mujer de la vez anterior. Ella y su marido, ujier del tribunal, viven gratuitamente en la sala de sesiones, que deben dejar libre cuando actúa la justicia. Tras observar los viejos y sucios libros, con algunas ilustraciones obscenas, que usan los funcionarios públicos, José K dedica su atención a la mujer, que ha comenzado a relatarle sus confidencias, y se siente atraído por ella. En ese momento, aparece el estudiante de derecho que la había abrazado en la primera sesión, personaje al que la mujer se prodigaba, pensando en la futura influencia que alcanzaría. El joven la conduce por la fuerza al juez de instrucción, que solicitaba también sus favores. Tanto ella como su marido toleran la situación, puesto que su supervivencia depende de este asentimiento. Poco después, el ujier conduce a K a la sala de espera, donde aguardan los acusados “como mendigos en la esquina de una calle”. Finalmente, después de haber soportado en una de las oficinas un ambiente pesado y enrarecido, que le causa no poco malestar, José K decide irse, proponiéndose pasar mejor los domingos en adelante.
Capítulo IV
Aparece en este capítulo un nuevo personaje: la señorita Montag, que se traslada a la pensión para compartir la habitación con la señorita Bürstner. Esta circunstancia molesta a K, porque altera el plan de seducir a su vecina.
Capítulo V
Días después, ya a punto de salir del Banco, José K oye unos gemidos al pasar junto a una habitación dedicada a los trastos inútiles. Intrigado, entra en ella y ve con asombro que los dos inspectores que le habían detenido días antes están siendo azotados por un verdugo. Al descubrir que el motivo es la queja presentada por él mismo al juez acerca de los funcionarios, se compadece e intenta, sin éxito, sobornar al verdugo para que interrumpa el castigo. Entonces piensa que la justicia está corrompida y hay que luchar contra ella.
Al día siguiente, al marcharse de la oficina, decide inspeccionar de nuevo la habitación, y es mayúscula su sorpresa al encontrar allí a los inspectores, ya vestidos, y al verdugo, que se lamentan de su suerte, como el día anterior.
Esta escena pone muy bien de manifiesto el absurdo kafkiano y el ambiente de pesadilla que domina la obra.
Capítulo VI
Hace su aparición en la historia el tío de K, que, enterado del proceso contra su sobrino, viene a visitarlo con la intención de prestarle ayuda. Con ese fin, le propone ir a ver al abogado Huld, antiguo condiscípulo suyo, profesional de renombre y buen defensor de causas justas. Al llegar a su casa, son atendidos por Leni, la enfermera que cuida al abogado, ya que éste se encuentra en cama, aquejado de un problema cardíaco. Huld, enterado ya del proceso, decide asumir la defensa del acusado. Mientras conversan, suena un ruido fuera de la habitación. José K sale a ver qué lo ha producido y se encuentra con la enfermera, que ha roto a propósito un tiesto para llamar su atención. Hablan del proceso, intercambian confidencias y flirtean. Leni le entrega la llave de la casa para que vaya a visitarla cuando quiera.
Capítulo VII
La ansiedad de K a causa del proceso se acentúa; la evolución del asunto es sumamente lenta e imprevisible: a dos meses de su iniciación, ni siquiera se ha presentado la primera demanda.
A medida que el protagonista se va sumergiendo en su misterioso proceso, va perdiendo más y más interés por el trabajo del Banco. Un industrial que lo visita le proporciona una nueva pista: ha oído hablar de su juicio a un pintor que está en buenas relaciones con los jueces. Usa el seudónimo de Tintorelli. Le recomienda conversar con él, pues podría indicarle el modo de aproximarse a los magistrados.
Picado por la curiosidad, José K resuelve hacer una visita al pintor. Se encamina a un barrio aún más pobre que el del tribunal y, guiado por una niña de trece años, algo jorobada y totalmente corrupta, localiza al hombre en un miserable y lóbrego cuartucho. Tintorelli se gana la vida retratando a los jueces, y ello le brinda la ocasión de intimar un poco con ellos. A las preguntas de K responde presentándole tres posibles tipos de absolución: la real, la aparente, y la prórroga ilimitada. Como las tres posibilidades ofrecen ventajas e inconvenientes casi equivalentes, el protagonista no se decide finalmente por ninguna de ellas. Antes de abandonar el cuarto, el pintor le ofrece algunos cuadros, llenos de polvo, que K compra por cortesía.
Para evitar a José K el encuentro
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