La Comida Familiar
Enviado por mhijar • 10 de Septiembre de 2013 • 1.740 Palabras (7 Páginas) • 288 Visitas
El asombroso poder de la comida familiar
Hace cincuenta años, antes de la expansión de las megápolis, la globalización y los matrimonios de dos sueldos, había un rito cotidiano llamado comida familiar, que reunía a padres e hijos alrededor de la mesa. Y no solo para comer, sino también para contarse cómo había ido el día, escuchar a los demás y estrechar los lazos familiares.
Carolyn Moynihan
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¿Un mito? Quizás. A decir verdad, también hace cincuenta años había empleados con turno de noche, padres que viajaban mucho y madres que trabajaban fuera de casa. Había profesionales que salían tarde del trabajo y papás que pasaban por la taberna antes de ir a casa, también tarde. La conversación en la mesa tal vez consistía, muchas veces, en peleas entre los chicos y exhortaciones de los padres: "esos modales...", "acostúmbrate a comerte lo que te pongan"... ¡Para quién no sería un alivio, a veces, poder librarse de la compañía de sus personas más cercanas y más queridas para dedicarse a sus aficiones!
De todas formas, el mito de la comida familiar encierra una verdad esencial sobre la vida doméstica y el bienestar personal que en nuestro mundo individualista y tecnificado solemos olvidar. Esto es lo que descubrió la periodista norteamericana Miriam Weinstein en el curso de un estudio sobre alimentación, y lo que le movió a escribir "El asombroso poder de las comidas familiares: Cómo nos hacemos más inteligentes, fuertes, sanos y felices comiendo juntos" (1). El mismo título hace afirmaciones atrevidas, basadas sin embargo no en tradiciones y mitos, sino en estudios científicos, en gran parte sobre adolescentes.
Para prevenir problemas
Veamos, por ejemplo, el estudio que motivó el trabajo de Weinstein. El objetivo del Centro Nacional sobre Adicciones y Drogas (CASA), de la Universidad de Columbia, es que los jóvenes no caigan en conductas destructivas (consumo de drogas, alcohol y tabaco, así como embarazos de adolescentes). En 1996 hizo un estudio para ver si había algo característico de los chicos que no presentan tales problemas. Para sorpresa de los investigadores, resultó que comer en familia era más importante que la asistencia a la iglesia o las notas.
Desde entonces, el CASA viene repitiendo esta encuesta todos los años. La de 2003 muestra significativas diferencias entre dos grupos de adolescentes, según la frecuencia con que comen en familia: dos o al menos cinco veces por semana. En el segundo grupo son más los que dicen no haber probado nunca el tabaco (85%, contra el 65% en el primer grupo), el alcohol (68% contra 47%) o la marihuana (88% contra 71%). Esos mismos chicos presentan también menos problemas de ansiedad y tedio, y sacan mejores notas.
A resultados similares han llegado Marla E. Eisenberg y sus colegas (Universidad de Minnesota), que en 1998-99 reunieron datos de 4.767 adolescentes de distintas zonas. Según este estudio, comer en familia habitualmente contribuye a prevenir depresiones y suicidios, especialmente entre las chicas. La influencia negativa de no comer en familia se mantiene aun entre los chicos que dicen tener "buenas relaciones" con sus padres, así como una vez descontada la influencia de la situación matrimonial, el grado de instrucción, la raza y el nivel socio-económico de los padres. Los autores del estudio aventuran que "quizás las comidas en familia proporcionan a los padres una ocasión, formal o informal, de atender al bienestar emocional de sus hijos adolescentes, las chicas en especial".
De los jóvenes estudiados por los investigadores de Minnesota, solo una cuarta parte hacía siete o más comidas en familia por semana, y un tercio, una o dos, o ninguna. Pero hay indicios de mejora: las encuestas CASA muestran un aumento de la proporción de adolescentes que comen en familia no menos de cinco veces a la semana: del 47% en 1998 al 61% en 2003.
Una ocasión para hablar
Si las comidas familiares no hicieran más que prevenir el consumo de drogas en adolescentes, solo por eso valdría la pena tenerlas. Pero, naturalmente, hacen mucho más que eso. Previenen males porque antes han cumplido una tarea más fundamental. Como dice Weinstein, "estas comidas permiten a los hijos comunicarse regularmente con los padres, y a los padres comunicarse con los hijos. Nos conectan con nuestras tradiciones religiosas, culturales y familiares".
Regularidad es lo que ante todo Weinstein tiene en mente cuando llama "ritual" a la comida familiar. No es algo que hayamos de reinventar todos los días, algo que nos exija empeño para que sea un tiempo de convivencia familiar con "calidad"; es algo que prácticamente cualquiera puede hacer. La comida familiar "saca partido de necesidades biológicas y sociales básicas. Nos permite realizar aquello en que consiste ser una familia: cuidamos unos de otros, compartimos cosas, recorremos juntos el camino de la vida". Esta intimidad natural es la base sobre la que luego se levanta la "calidad". "Los investigadores descubren que nuestros más significativos recuerdos de la infancia no son grandes acontecimientos, como espectáculos o eventos deportivos, sino más bien el cariño mutuo, el compartir, el pasar tiempo juntos", dice Weinstein.
Pero el sentido religioso del "rito" no está fuera de lugar cuando hablamos de las comidas familiares, como han aprendido tantas generaciones acostumbradas desde la infancia a bendecir la mesa, y
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