Leyendas Varias
Enviado por irenemora1 • 4 de Mayo de 2013 • 30.922 Palabras (124 Páginas) • 402 Visitas
1. EL VIENTO ZONDA (Leyenda Calchaquí)
El indio Huampi gobernaba varias tribus de las que habitaban los valles calchaquíes. Bien merecía llevar su nombre, pues no había otro que se destacara como él por su indomable valor y su extraordinaria destreza en el manejo de las armas.
Admirado y temido por todos, era al mismo tiempo amo y señor de toda la comarca.
Huampi era cazador incansable y el más diestro que hasta entonces se había conocido. Manejaba el arco con tal habilidad que no perdía víctima a la que arrojara sus certeras flechas.
Por eso en los montes, valles, praderas y bosques que recorría, tanto caían guanacos, vicuñas y huillas, como los cóndores, los suris y toda clase de aves...
Huampi no perdonaba, en sus frecuentes cacerías, ni las crías más chiquitas. Iba de este modo despoblando de animales la región. Y no era justo que así sucediera.
Volvía un día, al caer la tarde, cargado de caza, cuando se le apareció Pachamama, entre resplandores
_¡Huampi, mal hijo de la Tierra ! ¿Te has propuesto terminar con todos los animales ? ¿Por qué los persigues sañudamente ?. Hasta los pájaros del bosque te tienen miedo y callan cuando apareces.
Huampi bajó la cabeza y Pachamama prosiguió :
-¿Piensas indio soberbio, que he creado los animales para que tú los mates ?.
Sigue matando y llegará el momento en que te faltará su carne para comer y su leche, y sus pieles para cubrirte. Si no dejas vicuñas ni guanacos, ¿donde encontrarás lana suave y sedosa para tejer tus mantas ?. Si no dejas llamas, ¿qué animal llevará las cargas a lugares lejanos ? . ¡Mata las aves y no tendrás plumas para adornarte !
Eres ambicioso y egoísta, y desagradecido porque no sabes apreciar ni respetar los bienes que te da la Madre Tierra. Huampi no tienes corazón. No mereces que te perdone..., sino un castigo por tu maldad, y te llegará....
Y Pachamama desapareció envuelta en su luz, Huampi creyó despertar de una pesadilla. Estaba paralizado de miedo. Intentó dominarse, pero los amargos reproches de Pachamama y la amenaza de castigo le atormentaban duramente. Apoyando en el grueso tronco de un árbol, entregado a sus reflexiones, oyó un silbido.
_¿Qué es eso ?. ¿Será el anuncio del castigo de la Pachamama ?
Y no estaba equivocado. Al tiempo sintió su rostro azotado por el aire, que quemó su obscura piel ; las ramas de los árboles se agitaban, hojas, flores y frutos se arremolinaron a sus pies y el silbido era cada vez más lastimero y terrible.
Huampi no dudó ya.. Era la furia de la Madre Tierra sobre él y sus dominios, en forma de huracán espantoso.
Era el castigo prometido.
Dicen que, desde entonces, sopla el viento Zonda por nuestros valles andinos con voz casi humana.
La Mulánima
También llamada Alma-mula, este engendro es una mujer condenada por pecados muy graves en contra del pudor. Galopa por los campos haciendo un ruido metálico estruendoso – como si arrastrara cadenas -; echa fuego por la boca, los ollares y los ojos y mata a la gente a dentelladas o a patadas. Se la ve sólo de noche y su apariencia es la de una mula envuelta en llamas.
En Tafí del Valle se ha encontrado, en la “Ruta de Birmania” (camino que lleva al Ojo de Agua y que pasa por detrás de la Loma del Pelao), una piedra con una pisada de este animal.
Se comenta que sólo un hombre con mucha Fe o muy valiente puede escapar de su infalible ataque. Para repelerla o defenderse se debe repetir tres veces “Jesús, María y José”.
Algunas personas dicen que el Alma-mula es el Diablo mismo.
Elena Bossi en Seres Mágicos, nos cuenta que la Mulánima es una mujer condenada que se transforma de noche, con la primera campanada de las doce, en una mulita chica, que anda galopando y arrastrando cadenas, mientras da rebuznos estridentes y desesperados. La misma autora narra que el grito de la Mulánima es a veces como un relincho y otras como un llanto de mujer… y que el periplo de este ser termina en la puerta de una iglesia, emprendiendo el camino de regreso.
“Lleva las riendas suelta, de modo que al correr las pisa y se lastima la boca con el freno” cuenta Elena Bossi, lo que agranda aún más la desesperación del fabuloso animal. Hasta se dice que sale mayormente en tiempos de tempestad y que ataca las majadas, comiendo algunos animales y dejando otros heridos.
Juan Carlos Dávalos, el gran escritor salteño, relata que un peón suyo, “allá por los 20”, llevando un arreo en las cercanías de los nevados del Acay, se separó del grueso de la tropa para buscar un ternero perdido… le llegó la oración en la travesía y cuando volvía por una estrecha huella del cerro, vio a la lejanía una pequeña luz que se acercaba rápidamente… el viento que corría del mismo lado trajo el vaho azufrado… cuando se dio cuenta que es lo que se acercaba… era tarde… de frente y dando horrorosos alaridos y tirando fuego por los ollares, venía galopando desenfrenada una mula del tamaño de un caballo grande… Hallaron al criollo con el rostro desencajado y el pelo y los ensillados quemados… casi mudo… apenas pudo balbucear el encuentro y su corazón no resistió más… entre congelado y aterrorizado, el pobre no era más que un guiñapo… lo mismo que en la Ruta de Birmania, arriba mencionada, en esta senda del Acay también quedó marcada una huella en la piedra pelada… “que las hay… las hay”.
2. La Yerba Mate ( Leyenda Guaraní)
Yarí - i vivía cerca de la selva misionera. Era bella y joven, y cuidaba con afecto a su viejo padre, un indio casi ciego que se había negado a seguir el curso de la nómade tribu a la que pertenecían. " Ya no tengo fuerzas para cambiar de morada - explicó -. Sólo les pido que se lleven a mi hija, cuya juventud merece la compañía de otros jóvenes y no esta soledad". Pero la joven afirmó: "Estaré donde tu estés; seré tu hija y tu hijo a la vez: aprenderé a cazar como hombre y a guisar como mujer".
Y así fue. Solícita y cariñosa, Yarí - i pronto aprendió a pescar, cazar y a recoger los frutos de la apretada selva donde habían quedado. Su padre, agradecido, rogaba a Tupá que recompensara a la joven por tantos desvelos.
Cierto día, apareció en la casa, un hombre con hábito de peregrino, que no era otro que el mismo Tupá. Yarí - i lo recibió generosamente, cazó y cocinó para él un exquisito agutí y le preparó una confortable cama.
Al día siguiente, el peregrino se preparó para partir "No me iré sin recompensarte - dijo -. Haré brotar una nueva planta que
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