Los Orígenes De La Crisis Financiera De Argentina: Una Comparación Con Las Crisis Asiáticas
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Boletín Económico de Información Comercial Española
nº 2715, 7-13 de enero de 2002, pp. 9-14
Los orígenes de la crisis financiera de Argentina:
una comparación con las crisis asiáticas
Pablo Bustelo
Diciembre de 2001
La crisis financiera de Argentina en 2000-2001 presenta, pese a sus peculiaridades,
un buen número de similitudes con las crisis asiáticas de 1997-1998: ambas se
vieron precedidas de fuertes entradas de capital extranjero, apreciación de la
moneda, endeudamiento externo a corto plazo, deterioro del saldo corriente,
aumento del riesgo de insolvencia, pánico bancario y comportamiento especulativo
y gregario de los inversores internacionales.
Pablo Bustelo es Profesor Titular y director del Grupo de Estudios Económicos de
Asia Oriental (GEEAO) en el Departamento de Economía Aplicada I de la
Universidad Complutense de Madrid.
E-mail: bustelop@ccee.ucm.es
URL: http://www.ucm.es/info/eid/geeao.htm
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La crisis financiera en Argentina en 2000-2001 ha sido explicada por algunos
analistas como el resultado de la incompatibilidad entre el régimen cambiario (la
junta monetaria creada en 1991) y la política fiscal (incapaz de reducir el déficit
presupuestario), por lo que se trataría supuestamente de una crisis financiera de
primera generación. No obstante, un análisis comparado con las crisis asiáticas de
1997-1998, denominadas por muchos expertos crisis de segunda o incluso tercera
generación, permite concluir que ambas han presentado similitudes importantes.
Este artículo pasa revista, en primer lugar, a las causas desencadenantes de la crisis
argentina. En segundo lugar, aborda las similitudes y diferencias de esta última con
las crisis asiáticas. Finalmente, hace una breve reflexión sobre los factores generales
de las crisis financieras de los últimos años en las economías emergentes, para
concluir que se trata en realidad de crisis recurrentes propiciadas por la
globalización.
1. Origen y desarrollo de la crisis financiera de Argentina
Para hacer frente a la hiperinflación de los años ochenta y primeros noventa (346%
de media anual en 1983-92; 1.344% en 1990 y 84% en 1991), el gobierno argentino
optó por llevar a cabo, desde abril de 1991, una fuerte estabilización basada en el
tipo de cambio, con la ley de convertibilidad de marzo de ese año, que creó una
junta monetaria o caja de conversión (currency board), en virtud de la cual se
estableció la paridad completa dólar-peso y se respaldaron los pesos en circulación
con reservas en dólares. Es bien sabido que el uso del tipo de cambio fijo como
ancla dura para la desinflación suele tener éxito en la contención del crecimiento de
los precios. Sin embargo, tal opción impide, como es conocido, recurrir a las
políticas cambiarias o monetarias para ajustar la economía ante perturbaciones
externas tales como la apreciación de la moneda de referencia (o la depreciación de
la moneda de un importante socio comercial) o el incremento de los tipos de interés
internacionales. Además, aunque la desinflación puede en teoría permitir una
depreciación de la moneda en términos reales y un incremento de la
competitividad, lo cierto es que, en la práctica, la caída de la inflación suele ser más
lenta que la apreciación de la moneda de referencia. Además, si la desinflación
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desemboca en deflación, como ocurrió precisamente en Argentina desde 1999, el
resultado es que se retraen los componentes de la demanda, se produce una caída
del PIB y aumenta, entre otras cosas, el déficit presupuestario.
Los resultados de la estabilización argentina fueron positivos en un principio (véase
el cuadro 1), gracias al descenso de los tipos de interés: crecimiento considerable
hasta 1998 (pese a la recesión de 1995 debida al efecto tequila derivado de la crisis
mexicana de finales de 1994); fuerte desaceleración del índice de precios;
recuperación de las exportaciones, aumento de la tasa de inversión, etc..
[INSERTAR CUADRO 1, que figura al final del texto]
Aunque el crecimiento del PIB aumentó (de una variación negativa de 0,7% en
1980-90 a una tasa positiva de 4,7% en 1991-99, a pesar de las recesiones de 1995 y
1999) y se consiguió controlar la inflación (que se situó por debajo de 4% desde
1994 y de 1% desde 1996), la caída de los tipos de interés no eliminó el amplio
diferencial con los tipos internacionales. Entre 1994 y 2000 el tipo internacional de
referencia (LIBOR) rondó 5-6% mientras que el tipo de interés argentino
(deflactado por la variación del tipo de cambio real) se situó entre 8 y 12%.
Además, a partir de los primeros años noventa, se procedió a una importante
apertura financiera (y comercial) y a la privatización masiva de empresas estatales,
como se detalla en Pou (2000) y, más extensamente, en Pastor y Wise (1998),
Bambaci et al. (1999) y Kiguel (2001). La apertura financiera fue virtualmente total
a raíz de la adopción de la caja de conversión en 1991 y de la reducción
consiguiente de las restricciones a la movilidad del capital: aumento de los
depósitos y créditos en dólares, libre entrada de inversión directa y en cartera,
eliminación de las barreras a la entrada de bancos extranjeros, libre emisión
bancaria de títulos negociables en moneda extranjera, entrada, sin trabas, de capital
extranjero en compañías de seguros y fondos de pensiones, etc. (véase Penido y
Prates, 2000). En cuanto a la privatización, baste señalar que el gobierno obtuvo
unos ingresos por ese concepto superiores a los 16.000 millones de dólares entre
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1991 y 1998 y que la inversión directa extranjera pasó de 1.836 millones en 1990 a
8.094 millones en 1997.
El establecimiento de un tipo de cambio fijo, el diferencial de tipos de interés, la
apertura financiera y la privatización de empresas públicas generaron una fuerte
entrada de capital extranjero. Según datos de la CEPAL, la transferencia neta de
recursos pasó de 6.402 millones de dólares en 1992 a 10.449 millones en 1998. La
financiación externa neta pasó de ser negativa (-3,1% del PIB) en 1990 a suponer
2,1% del PIB en 1995 y 5,9% en 1998.
Las entradas de capital extranjero tuvieron dos efectos principales. En
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