Madoff, Estafa Consentida
Enviado por GUNILO • 21 de Septiembre de 2011 • 1.109 Palabras (5 Páginas) • 644 Visitas
Como lo he expresado en otro escrito (“Estafador serial…”) este tipo de psicópatas tiene un perfil definido y establece con las personas objeto de su estafa un tipo de relación complementaria donde el cebo es la ambición. Aquí no hay “víctimas”. La víctima, señores, es un ser que se topa con lo dañino sin aportar nada de sí para que el daño se produzca. Todo aquel que participe de alguna manera en el hecho dañino no puede ser considerado una víctima. En este caso de estafa, por ejemplo, el que le entregó el dinero a Madoff (o al cualquiera de estos psicópatas financieros) lo hizo a conciencia de que sería una operación de alto riesgo, riesgo que asume (cual un jugador) movido por su ambición de ganar por sobre los márgenes comunes de inversiones similares. Jugaron y perdieron. Luego lloran y juzgan, pero…
Veámoslo desde la perspectiva lúdica: ¿qué simpatía nos despierta un jugador que apuesta y pierde? Ninguna. Es consecuencia previsible del hecho de jugar.
Pero, dirán, Madoff mintió, engañó: sí, de acuerdo, él es el psicópata. Que le hacha de la justicia caiga sobre él.
Mas, los que participaron de este juego de ganar más allá de lo estándar, los que arriesgaron, codiciosos, su dinero ilusionados con una buena tajada: a estos golosos los vamos a llamar “víctimas”. No, señores, estos son partícipes necesarios de esta estafa: si ellos no participan la “estafa” no se configura.
Algunos apresurados pensarán que estoy “justificando a Madoff, nada más lejos de esto. Lo que sí estoy haciendo es desenmascarando a lo que los medios llaman víctimas. Madoff es un estafador, sí, pero los mal llamados “víctimas” no son angelitos caídos del cielo.
Recordemos la etimología de la palabra estafa (ya colocada en otros trabajos). Viene del italiano “staffa”, que significa estribo. Y está relacionado con los viejos cuentos del tío que se hacían, en aquellos tiempos, a los poseedores de caballos para que se lo “presten” por un rato a sabiendas que no se lo iban a devolver. Es decir, pedir prestado sin la intención de devolverlo. Este cuento del tío le servía al vivillo para llegar al “estribo” (staffa) del caballo del hombre que se lo prestaba de buena fe.
En la estafa pura, entonces, se necesita un estafador (Madoff), alguien que engaña a sabiendas del daño a producir, y un “engañado”, alguien que cree de buena fe en un acto común (como es el hecho de prestar, solidariamente y para seguir el ejemplo, un caballo). “Entré como un caballo” suelen decir los estafados, cuando se dan cuenta de la estafa pura.
Pero, cuando lo que ofrece el estafador está más allá de la ganancia común, ya no podemos decir que el depositante de dinero está obrando “de buena fe” como exige la ecuación de la estafa pura. Lo que está haciendo el inversor es “apostar”, es decir dejar un porcentaje del devenir al azar. En consecuencia es arriesgar (de riesgo, del árabe rizq “lo que depara la providencia”), poner en peligro su inversión. Ganan, festejan; pierden, lloran.
En exceso, digo que el tendal que dejó Madoff (o aquí Curatola), fue un tendal de apostadores, de jugadores llenos de la adrenalina que da la ilusión de una ganancia desproporcionada ejecutada por un psicópata.
Haré algunos comentarios sobre el artículo del diario El mundo, de España, colocado más abajo,
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