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Proyecto Educación Sexual


Enviado por   •  8 de Agosto de 2013  •  2.733 Palabras (11 Páginas)  •  459 Visitas

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FUNDAMENTACIÓN:

La escuela actúa reproduciendo los roles sexuales y los estereotipos de comportamiento de cada género. Lo hace, además, de forma sutil e inconsciente: a través de la interacción cotidiana en el aula, de la utilización de los libros de texto y de las expectativas que proyecta la escuela y que eficazmente interiorizan niños y niñas. El sexismo es un problema que afecta directamente a la igualdad de oportunidades de los individuos, en la medida en que transmite mensajes que se traducirán después en posiciones diferentes en la estructura social. Pero es también un problema de desigualdad cultural, al imponer como única una forma de interpretar el mundo y reprimir o ignorar las manifestaciones cotidianas de la cultura femenina.

La discriminación se detecta a través del lenguaje empleado en los textos, el cual se caracteriza por el uso constante del masculino como genérico, como única forma posible de caracterizar la presencia de ambos géneros; en segundo lugar, por la omisión absoluta de la presencia de las mujeres en la esfera pública y de sus contribuciones al desarrollo científico y humano; en tercer lugar, por la propia caracterización de los personajes masculinos y femeninos, tanto en el texto como en las imágenes. En los libros de lectura infantiles aparece generalmente una marcada diferenciación de roles sexuales entre hombre y mujer. En las representaciones gráficas de los libros, las figuras femeninas aparecen casi siempre en segundo plano, realizando labores básicas para la reproducción social, labores sin embargo que no son consideradas como suficientemente importantes para incluir en la enseñanza de la historia. La historia que explicamos a los chicos y chicas de nuestra sociedad es la historia de los reyes, de sus batallas y conquistas heroicas. No es la historia de las formas de reproducción de la vida cotidiana, de las formas específicas de organización familiar y de la comunidad, y aún menos es la historia de los conflictos entre los distintos grupos sociales.

Pero los libros de texto no son un fenómeno aislado del currículum escolar. Son coherentes con las propias programaciones curriculares y con los objetivos más o menos explícitos de cada área curricular. La estructuración y organización de las asignaturas se realizan bajo una racionalidad masculina, una racionalidad instrumental, que convierte a los contenidos en un fin en sí mismos, no en un medio a partir del cual se facilite la educación. Las matemáticas, por ejemplo, no sirven al alumnado para resolver de forma lógica problemas de su cotidianidad, sino para disponer de los conocimientos necesarios para enfrentarse a los problemas matemáticos con los que se encontrarán en el siguiente curso. La educación física, tal como está organizada, contribuye más a fomentar la competitividad que a estimular la autosuperación o a educar la relación entre mente y cuerpo.

El sexismo en la escuela, por lo tanto, se encuentra tanto en el currículum explícito como en el currículum oculto; en la distribución del espacio escolar y en el juego, en los textos y en la interacción maestro/alumnado, en las propias relaciones entre niños y niñas en el aula, etc. Se trata de un problema, además, que en la mayor parte de los casos pasa desapercibido al propio docente y a otros agentes sociales. Las formas de producción y reproducción de la discriminación sexista permanecen ocultas bajo el barniz de los indicadores de rendimiento académico y de la baja conflictividad escolar femenina.

El sexismo, por lo tanto, opera a través de la transmisión de un sutil mensaje que lleva a las chicas a renunciar voluntariamente a un mayor protagonismo en el sistema educativo que les podría reportar un mayor protagonismo en el mundo de la producción. La escuela no actúa devaluando explícitamente el papel profesional de las mujeres, pero contribuye a definir, culturalmente ambos géneros asociando el género masculino a la producción y el género femenino a la reproducción. El resultado no es una coacción, sino la construcción y transmisión de unas pautas de comportamiento que son eficazmente interiorizadas por unas y otras, y que condicionarán las "libres" elecciones de los individuos en la sociedad y consecuentemente sus oportunidades vitales.

El problema se agrava todavía más si nos damos cuenta de que los géneros masculino y femenino no son solamente diferentes, sino que son también desigualmente valorados por la institución escolar y por la sociedad en general. En efecto, lo que resulta realmente importante en la escuela es preparar a los individuos para su vida productiva, tener los conocimientos necesarios para acceder a la educación postobligatoria y posteriormente a un trabajo bien remunerado. Es decir, el único modelo que existe y se transmite en la institución escolar es el masculino. Las funciones tradicionalmente ligadas a las mujeres, como el cuidado de los demás, el trabajo doméstico, el proporcionar sensibilidad y afecto, son más bien contemplados como aspectos de debilidad que como valores humanos que pueden y deben ser educados en el alumnado.

Estas consideraciones nos permiten ver cómo la discriminación sexista no es solamente una cuestión que repercute sobre la igualdad de oportunidades, en el sentido en que conduce a los individuos a optar por unas trayectorias vitales determinadas que les proporcionarán unas compensaciones económicas, sociales y culturales diferentes, sino que es también y principalmente un problema de desigualdad cultural.

En efecto, el hecho de que la escuela no proporcione el espacio social e institucional a los valores y formas de vida que son propios de un grupo social concreto permite que podamos hablar de desigualdad cultural. La función normalizadora y homogeneización de la escuela tiene como consecuencia el rechazo de culturas diferentes a la cultura dominante. Cuando aparecen rasgos propios de culturas que interpretan la realidad según otro código, la escuela los trata como deficiencias de los individuos y no como formas diversas de ver y vivir el mundo.

La jerarquía de géneros es por lo tanto una jerarquía cultural que tienen importantes consecuencias sociales en la medida en que limita las posibilidades de acceso de un grupo social concreto, las mujeres, a determinadas posiciones de la estructura social. Tiene también consecuencias sobre las formas de vida de los seres humanos, al construir moldes de género a los que deben ceñirse los individuos, y cuya transgresión es socialmente considerada como una desviación.

Las niñas, por lo tanto, sufren las consecuencias de un modelo de escuela androcéntrico en dos sentidos: a través de la interiorización de unas expectativas personales que las lleva a renunciar a luchar por una mayor participación en la esfera pública y a través

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