Sobre la idoneidad de la Racionalidad Práctica - de 1º de bachillerato - como materia de enseñanza
Enviado por Ringolberto J. Grillo • 21 de Julio de 2020 • Ensayo • 1.821 Palabras (8 Páginas) • 120 Visitas
Sobre la idoneidad de la Racionalidad Práctica - de 1º de bachillerato - como materia de enseñanza.
Esta reflexión partirá de la conclusión alcanzada en el primer ensayo de esta asignatura. Dicha conclusión afirmaba que, desde mi punto de vista, impartir filosofía en bachillerato quedaba justificado siempre y cuando cumpliese alguno de estos dos aspectos: proveer de conocimientos formales y actitudes críticas que permitan aplicar ese tipo de procesos en otras parcelas de la realidad (formar ciudadanos críticos[1]), y/o proveer de una madurez histórica y sociológica que permita a los estudiantes salir del etnocentrismo, del carácter absoluto de sus valores y tomar conciencia de la importancia del diálogo social en una democracia representativa, conociendo y valorando dicho sistema político (formar ciudadanos democráticos[2]).
La pregunta a responder será pues, si el bloque sexto de la asignatura de filosofía de primero de bachillerato cumple con al menos una de esas dos condiciones. Antes de pasar a responder esta cuestión, quiero advertir que me voy a centrar en la parte de filosofía política de este bloque. El motivo es sencillo. El contenido de este bloque es tan amplio (filosofía política, ética, estética, filosofía del lenguaje, proyectos emprendedores) que sería imposible realizar una reflexión mínimamente precisa sobre todo esos campos de conocimiento a la vez.
Partamos de un axioma claro. Convertir las asignaturas de bachiller en "historia del pensamiento de..." es pedagógicamente nefasto. Si la asignatura de Historia no permite pensar históricamente y se convierte en una lista de datos históricos vacíos, no sirve. Si estudiar poesía no lleva a pensar poéticamente y se convierte en una lista de datos poéticos vacíos, no sirve. E igual con la filosofía política. Esa tendencia actual del sistema pedagógico de convertir cualquier campo del conocimiento en una lista de datos concretos, con un contenido significativo mínimo, dispuestos a ser memorizados en la memoria a corto plazo a través de un proceso de sobreexposición, es una pérdida de tiempo y recursos que abochornaría al más desvergonzado. En la era de la informática, la cultura de crucigramista tiene cada vez menos utilidad.
Dicho esto, y entrando al área de la filosofía política, debemos tener en cuenta que si hemos decidido como sociedad que el reparto del poder público sea una decisión colectiva (aunque sea a través de un sistema de representación), lo lógico será actuar en consecuencia y educar a los ciudadanos para que tomen conciencia de ello, educándolos para que sean capaces de tomar esas decisiones de una forma democrática. Dicha formación tendrá que realizarse dentro del sistema de enseñanza, y más concretamente, la filosofía parece la asignatura más indicada para dar un contenido específico al respecto.
Así pues, habrá que comprobar si la filosofía es capaz de conseguir formar a los estudiantes para que sean mejores ciudadanos, o no es capaz de hacerlo. Si lo consigue, su presencia en el ámbito educativo quedará justificada mientras que si no lo consigue, no lo estará. La clave de esto, a mi parecer, estará en cómo se planifica y desarrolla ese proceso educativo.
Dada esta situación, convertir el campo de la filosofía política en una sucesión histórica de autores relevantes que conduce de Aristóteles a Marx, o a los biopolíticos, como suele hacerse, no es una estrategia acertada. Conocer el desarrollo histórico de un campo de conocimiento es sin duda útil, pero no puede ser la única vía de aprendizaje. Nadie llegaría a ser un gran pintor si su formación fuese, exclusivamente, conocer el camino que va de Parrasio a Bansksy. Además de eso tendrá que pintar, ya que solamente pintando se aprende a mirar el mundo con ojos de pintor, a pensar pictóricamente.
En consecuencia, considero que la forma en la que se ha de plantear la formación en pensamiento político, si se quiere que este fomente el espíritu democrático del estudiante y su calidad ciudadana, tendrá que tener una combinación de teoría y de práctica. Y además de dicha combinación, en lo relativo a la parte teórica, no se puede realizar solamente un conocimiento histórico (lista cronológica de autores), si no que ese recorrido tendrá que combinarse con otros elementos teóricos-conceptuales propios del pensamiento politológico. Esta parte teórica tendrá que completarse, con elementos como:
- Fundamentos del Estado: Estado, País, Gobierno, Instituciones, Sociedad civil.
- Sistemas políticos: Dictadura, Oligarquía, Democracia// Federalismo vs Centralismo
- Fundamentos de la Democracia: ¿por qué democracia y no otro sistema?
- Ideologías: (Neo)Fascismo, (Neo)Liberalismo, Socialdemocracia, Comunismo.
- Democracia hoy: Sistema electoral - circunscripciones y ley D´hont, Presidencialista vs Mayoritaria, la democracia televisada o la campaña permanente, Check&Balance.
Evidentemente estos son sólo unos posibles ejemplos de elementos que se podrían introducir en el proceso educativo. Lo importante de este planteamiento, lo que estos elementos pretenden ejemplificar, es que debe haber un énfasis en que el conocimiento que se genera en los estudiantes les ayuda a comprender y actuar en el mundo que habitan. Por ello, cuando mostramos el proceso evolutivo de un campo de conocimiento, el objetivo no puede ser simplemente conocer dicho proceso, el objetivo más bien debería ser comprender y afrontar los problemas de dicho campo en la actualidad. Esto parece evidente en ciencias como la física, la química o la psicología, en las que los hilos del pasado se observan para comprender los nudos del presente, pero esto no está tan claro en el campo de la filosofía, en la cual se tiende a mirar el pasado con ojos de coleccionista nostálgico.
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