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Variable Spersonales Y Academicas


Enviado por   •  26 de Agosto de 2013  •  4.288 Palabras (18 Páginas)  •  275 Visitas

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TRODUCCIÓN

El presente trabajo muestra revisión bibliográfica del concepto de aprendizaje autodirigido (Self-directed learning), focalizándose en aquellas variables que lo influyen de acuerdo a la literatura. Esto, partiendo de dos supuestos:

El aprendizaje autodirigido es una meta central de todo nivel educativo1, pero principalmente de la educación superior, ya que debe formar profesionales para un mundo laboral donde la información para tomar decisiones es un recurso esencial pero también de excesiva disponibilidad.

Conocer las variables que se relacionan con el aprendizaje autodirigido es un paso necesario para volver más efectivos los procesos de formación2.

LA IMPORTANCIA DEL APRENDIZAJE AUTODIRIGIDO

Entre los objetivos que deben guiar el quehacer del docente se encuentran, al menos, dos: que los alumnos incrementen sus conocimientos en un tema en particular y que desarrollen habilidades que les sean útiles para continuar aprendiendo más allá del término de un curso en específico, fomentando el aprendizaje autodirigido3.

El segundo objetivo señalado se vuelve central en una sociedad como la nuestra, marcada por la globalización y la tendencia a la apertura, los intercambios de información cada vez más rápidos y los avances tecnológicos continuos, en donde la información ha pasado de ser un recurso escaso a ser un producto masivo, cambiante y de alta disponibilidad4. Este mismo contexto es el responsable de que los procesos económicos, educativos y sociales en general, presenten un número creciente y cada vez más diverso de problemáticas5, demandando con urgencia que las personas - sobre todo los profesionales de los que la sociedad espera soluciones especializadas - desarrollen capacidades para seleccionar, analizar, integrar, sintetizar y aplicar de manera eficiente la información existente.

Lo anterior derriba el viejo modelo de adquisición de conocimiento, ya que éste, una vez generado, se vuelve rápidamente obsoleto e insuficiente para la multitud de demandas que aparecen, y pone en la palestra la necesidad de generar aprendices permanentes y autónomos.

No es extraño entonces que se sostenga que es responsabilidad de todo nivel educativo entregar las herramientas necesarias para que sus estudiantes se conviertan en aprendices autodirigidos1, lo que no solamente implica permitirles desarrollar las capacidades para aprender de manera independiente, sino también fomentar en ellos el compromiso permanente para lograr aprendizajes profundos y significativos6.

Específicamente a nivel de la educación superior, esta necesidad se encuentra ampliamente difundida, de modo que la meta de formar profesionales que puedan gestionar sus propios aprendizajes durante el resto de sus carreras, incluso fuera de instituciones educativas formales, se ha subrayado en áreas disciplinares como medicina7, enfermería1,8, veterinaria9, negocios10 y pedagogía11. En algunos casos, como la medicina, sus organizaciones nacionales e internacionales han declarado oficialmente que el aprendizaje a lo largo de la vida y el aprendizaje autodirigido son variables que deben ser evaluadas durante los procesos formativos5. Por otro lado, la importancia de este tipo de aprendizaje queda de manifiesto si consideramos que en los profesionales de esta misma disciplina las instancias de aprendizaje autónomo representarían el 90% de las actividades en las que participan en el resto de su vida, mientras que su participación en instancias de educación formal aportaría sólo el 10% restante11.

Otro elemento, además de las características propias de la sociedad actual, que han remarcado la relevancia del aprendizaje autodirigido específicamente en educación superior, es el cuestionamiento de si los principios tradicionales establecidos para el proceso enseñanza-aprendizaje de los niños eran también aplicables a los adultos. Esto hizo que en la década de 1920 la educación de adultos surgiera como un área estudiada sistemáticamente y se empezara a problematizar en torno al tema. Ahora, pese a que esto no ha permitido el desarrollo de un cuerpo teórico sistemático, sino más bien la generación de un conjunto disperso de teorías, principios y modelos, sí permitió posicionar dos conceptos importantes: la andragogía, o el arte y ciencia de cómo los adultos aprenden, en contraposición a la pedagogía centrada en el aprendizaje infantil12, y el aprendizaje autodirigido, que constituye la característica básica de la Andragogía10,12.

De lo anterior se destaca la necesidad de reconocer, valorar y potenciar las capacidades del adulto para conducir, o al menos participar, en las decisiones respecto a su propio proceso de aprendizaje, siendo ello clave para garantizar el éxito del proceso formativo13.

Sin embargo, y pese a todos los argumentos ya expuestos, existen escépticos que consideran que el valor del aprendizaje autodirigido se ha exagerado. Incluso, sería posible atribuir su protagonismo actual más que a sus beneficios en sí, a la alta consonancia de sus supuestos con los ideales occidentales de democracia, individualismo e igualitarismo7.

Por otro lado, el escepticismo ante el aprendizaje autodirigido también se potencia con algunas críticas que sostienen que este constructo, al igual que el aprendizaje continuo durante la vida, se encuentran en una zona pobremente teorizada e investigada, donde ha faltado evidencia científica, teorización, cuestionamiento y pensamiento crítico. A esta crítica se suma la ambigüedad teórica que envuelve a este tema7 asumida por sus mismos autores que reconocen no haber podido generar un conjunto de conocimientos internamente coherente y unificado ni sobre el aprendizaje autodirigido14,15, ni sobre las temáticas más directamente asociadas, como el aprendizaje de adultos10,12,13.

Pese a lo anterior, es ampliamente aceptado que el aprendizaje que surge desde los propios cuestionamientos suele ser el más efectivo y duradero10.

¿QUÉ ENTENDEMOS POR APRENDIZAJE AUTODIRIGIDO?

La idea del aprendizaje autodirigido no es nueva, y se ilustra incluso en prácticas intencionales de Sócrates10. Pese a ello, el desarrollo de su conceptualización puede remitirse a la segunda década del siglo pasado, teniendo como resultado no una sino varias definiciones de aprendizaje autodirigido, entre las cuales algunas incluso la caracterizan como aquel aprendizaje que se produce con absoluta independencia de guía externa15.

Estas definiciones, dependiendo de su foco, podrían agruparse en a lo menos tres orientaciones filosóficas diferentes, entre las cuales se identifica: una humanista, que subraya que el aprendizaje

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