Aprendizaje
Enviado por Mafoosta • 2 de Mayo de 2013 • 3.538 Palabras (15 Páginas) • 234 Visitas
APRENDIZAJE Y GLOBALIZACIÓN
Sofía Valdivielso Gómez
GEO/ICAE
Introducción
La siguiente comunicación la he estructurado en tres ejes. En primer lugar haré una pequeña reflexión sobre los cambios en los que estamos inmersos, poniendo de manifiesto las malas y las buenas noticias en relación a los mismos.
En segundo lugar, presentaré unas reflexiones sobre el derecho a la educación y cómo éste ha ido modificando su significado en dos sentidos: uno más restrictivo que lo identifica con la instrucción y otro más amplio que la entiende como un proceso que dura toda la vida.
Terminaré con la presentación de la Oficina de Educación y Género adscrita al ICAE. Comencemos pues, por el contexto.
I El contexto
Muchos son los cambios que hemos vivido en estos últimos años. Algunos muy positivos que nos impulsan a la esperanza pero otros, muy negativos y éstos nos empujan hacia la desesperanza.
El 11 de septiembre del 2001 marca un antes y un después en relación a la forma de construir una realidad que se define por ser cada vez más compleja y más frágil. A raiz de este acto terrorista y del último de una larga lista perpetrado en Madrid hace escasas semanas, vamos tomando conciencia de lo que muchos analistas sociales vienen diciendo desde hace tiempo. A saber, que estamos asistiendo al parto de una era cargada de riesgos. Estos riesgos son manufacturados, es decir construidos por el hombre. (Giddens, 2000; Beck, 1998). La conciencia de este riesgo lleva aparejada la conciencia de la incertidumbre. La incertidumbre puede ser entendida como una fatalidad o como una cualidad de lo real (García Roca, 1996). Si la entendemos como una fatalidad produce miedo. Por el contrario, si la tomamos como una cualidad de lo real, nos lleva a la prudencia y a la esperanza.
Es evidente que desde los poderes globales el riesgo y la incertidumbre se están traduciendo como una fatalidad y esto está llevando a la organización de un mundo en el que el miedo, la represión, la exclusión y la muerte van en aumento. El terrorismo se ha convertido en el demonio del siglo XXI y el miedo y la inseguridad que produce justifica que se acepte la pérdida de derechos civiles fundamentales a cambio de más seguridad. El debate en torno al binomio libertad/seguridad adquiere en estos últimos años una enorme fuerza.
En el plano político global estamos asistiendo a la rotura del consenso internacional, del multilateralismo, y al surgimiento de un nuevo unilateralismo encabezado por los EEUU. Este se basa en la imposición de sus propios puntos de vista, en el fundamentalismo de la razón práctica y económica que simplifica y reduce la realidad a un único punto de vista y que entiende al disidente como enemigo. O estás conmigo o estas contra mi; o eres mi amigo o eres mi enemigo, es la máxima de este nuevo fundamentalismo.
En el plano económico, la globalización está ahondando la brecha entre los que tienen acceso a la información y al consumo y los que no. Es decir, entre los que están incluidos en el bienestar y los que están excluidos de él. Las instituciones económicas globales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, están tomando decisiones que nos afectan a todas y lo están haciendo sin consultarnos, sin ninguna legitimidad pues ellos no responden ante la ciudadanía, no han sido elegidos democráticamente y están imponiendo un orden global que podríamos definir como insostenible, injusto y cargado de riesgos.
Por ejemplo, el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) es uno de los acuerdos más importantes de la Organización Mundial del Comercio. El Acuerdo, que entró en vigor en enero de 1995, y está dirigido a privatizar servicios que históricamente se han definido como públicos: la educación, la sanidad, la energía, las telecomunicaciones, el agua, y de esta manera algo que en nuestro imaginario cultural se ha definido como derechos se está convirtiendo en mercancía. Esto quiere decir que aquellas y aquellos que van a poder “disfrutar” de estos servicios serán las/los que puedan pagarlos, las y los que no tengan acceso al consumo, serán excluidas/os. El estado ha abandonado su responsabilidad histórica que no es otra que la de garantizar los derechos. Desde esta perspectiva, en la que todo se compra y se vende, la vida que tiene valor es sólo aquella que tiene valor de cambio.
Pero no todo son malas noticias. Afortunadamente estamos asistiendo también al nacimiento de un nuevo poder global: la ciudadanía mundial, el poder social. Este poder se articula sobre la base del derecho y de la ética y levanta su voz para insistir en que otro mundo es posible. Las voces críticas, a pesar de la política del miedo y de la represión, se están oyendo en todas las esquinas del planeta. Una nueva conciencia está emergiendo. Una conciencia que entiende la naturaleza humana desde una perspectiva compleja y múltiple que abarca lo biológico, lo cultural, lo social, lo histórico, lo político y lo económico, no como naturalezas aisladas unas de otras sino incluidas unas en otras, todas causa y consecuencia de todas las demás. Una conciencia que rechaza el pensamiento único, que rechaza el pensamiento fragmentario porque lo considera responsable de está realidad fragmentada, que también rechaza la desigualdad al mismo tiempo que celebra la diversidad, que tiene en cuenta el caos, que entiende que todo está relacionado con todo y comprende que otro mundo posible ha de construirse sobre la base de la inclusión de todas nuestras realidades y de todas nuestras dimensiones como seres humanos.
II. El Derecho a la educación.
La declaración universal de los derechos humanos supuso un salto cualitativo importante en la aceptación de la igualdad de todos los seres humanos y su reconocimiento como sujetos de derecho independientemente de su género, raza, etnia o clase social de origen. Mucho hemos avanzado desde entonces, aunque el avance no ha sido ni lineal, ni equilibrado, ni homogéneo.
Si analizamos la educación desde el marco nacional nos encontramos con países que han universalizado el derecho a la educación y organizado para ello sistemas educativos. Hay países que pueden afirmar que la totalidad de la población en edad escolar está escolarizada. En el otro extremo nos encontramos con países que aún reconociendo la educación como derecho no han sido capaces de organizar las estructuras necesarias para hacer efectivo este derecho.
Entre estos dos polos podemos situar al resto de los países. Esta distancia entre el reconocimiento de un derecho y la posibilidad
...