El polígono

Camiones de cerámica, calcetines, electrónica, ropa, moldes industriales… Hasta medio centenar de vehículos hacían cola este jueves al amanecer para entrar en el polígono industrial de Kaesong, que las dos Coreas explotan de forma conjunta en la frontera entre ambos países, justo en el Paralelo 38 que los separa desde el fin de la guerra hace 60 años. Pero, por segundo día, elrégimen de Pyongyang volvió a impedir el acceso a este complejo levantado y gestionado por la corporación Hyundai en su territorio, en el que 123 empresas surcoreanas emplean a 53.000 trabajadores del Norte.

El polígono tiene una producción anual de 367 millones de euros

«No habrá entradas al complejo por algún tiempo. Por favor, márchense y esperen más información», anunció la megafonía del edificio de aduanas donde aguardaban los camioneros, a los que no les quedó más remedio que dar media vuelta. Uno de ellos, de 46 años y apellidado Park, había acudido a recoger piezas de automóvil que su empresa, radicada en la ciudad surcoreana de Suwon, manufactura en una fábrica en la que trabajan 1.300 empleados del Norte y luego suministra a grandes marcas como Hyundai y Kia.

«Antes nos abastecíamos de las factorías chinas, pero desde 2004 venimos a comprar aquí porque la mano de obra es un 30 por ciento más barata, y la mitad de lo que nos costaría en Corea del Sur», explica a ABC para justificar los riesgos a los que su compañía se expone por trasladar la producción a un lugar tan peligroso y expuesto a las veleidades de un joven dictador como Kim Jong-un.

A su juicio, la crisis es ahora peor que en 2009, cuando el régimen norcoreano cortó el acceso al polígono de Kaesong durante una semana pero los camiones de Hyundai se encargaron de sacar la mercancía. En esta ocasión, Park ha tenido que recurrir a unos amigos de otra compañía que salían este jueves del complejo para que le trajeran los componentes que necesitaba con más urgencia.

Subida del coste

«Pero, si se prolonga el cierre del polígono, tendremos que recurrir a proveedores surcoreanos, lo que implicará una subida del coste», advierte preocupado. En la industria del automóvil, que se basa en la filosofía del «just in time» (justo a tiempo) para evitar la acumulación de stocks, cualquier disrupción en la cadena de suministro puede parar el negocio. «No entiendo de política, pero creo que se trata de un ataque a la economía de Corea del Sur que afecta a la vida de la gente», razona con toda lógica el camionero Park.

El cierre temporal del polígono de Kaesong, donde aún quedan 600 empleados surcoreanos que se pueden quedar sin suministros ni víveres en los próximos días, amenaza con añadir más presión al Gobierno de la presidenta Park Geun-hye y dividir a la sociedad a la hora de hacer frente al desafío de Kim Jong-un, quien pretende sembrar la discordia.

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