LOS PROPIETARIOS DEL TRABAJO, LOS PROPIETARIOS DEL CAPITAL (MIKEL AIZPURU Y ANTONIO RIVERA)
Enviado por plenko • 14 de Mayo de 2019 • Resumen • 49.482 Palabras (198 Páginas) • 149 Visitas
LOS PROPIETARIOS DEL TRABAJO, LOS PROPIETARIOS DEL CAPITAL (MIKEL AIZPURU Y ANTONIO RIVERA)
El Capitalismo llevó a una compleja y nueva organización social y económica. Según E.P. Thompson, la humanidad trabajadora fue convertida en fuerza de trabajo, esto quiere decir que la racionalización de la producción, mediante la aplicación de maquinarias y fuerzas motrices dio en paralelo a la racionalización del trabajo, sincronizado y organizando los esfuerzos de los trabajadores. Esto llevo a:
- La fijación de esos trabajadores a un espacio productivo y vital: La fábrica y la ciudad.
- Una nueva concepción y reparto del tiempo: Aparece el tempo riguroso.
- Nuevas costumbres: la disciplina en el trabajo, puntualidad, acatamiento del código de fábrica
- La necesidad de contar con una cantidad de mano de obra y de producir de manera masiva, en el menor tiempo y al más bajo costo.
Pero la conformación de esta clase de trabajadores cuya única riqueza era la de vender su fuerza de trabajo fue un proceso largo. Los que conformaban esta clase de trabajadores eran: los campesinos expulsados de sus antiguos dominios y los trabajadores domésticos y artesanos sometidos a un proceso de proletarización.
La revolución agrícola fue desarrollada en Inglaterra y en los países bajos generó un incremento notable en la productividad de la tierra y de la ganadería. Esta se caracterizo por la aplicación de avances técnicos y de importantes cambios sociales en materia de propiedad y explotación de los campos. Los avances técnicos se pueden reducir en: Aplicación de cambios en el sistema de rotación de cultivos, mejoras en las herramientas tradicionales e incorporación de maquinaria motorizada y mejoras en la selección de semillas y cruces de ganaderías.
Con respecto a lo que hace a los cambios en materia de propiedad, lo que se realizo fue un paso a un sistema de privatización, dependiendo al país que se tratara. Pero este proceso de privatización siempre fue el mismo: desvincular la propiedad de la tierra transfiriéndola a propietarios concretos, personales y localizados. Por ende estos nuevos propietarios tenían como objetivo tener el mayor beneficio lo cual lo llevo a cambiar radicalmente la relación contractual con sus trabajadores e imponer cambios en los sistemas de trabajo. La consecuencia más directas para los campesinos tradicionales fue su desvinculación con su tierra ya que el incremento de productividad que produjeron esos cambios hizo innecesario el uso de su mano de obra, porque quedaron desprovistos de los mínimos de subsistencia al eliminarse los sistemas de protección comunitaria (propiedades comunales), porque el atractivo de la vida de las ciudades les condujo masivamente hacia ellas.
Con respecto a los artesanos, su paso a la condición de trabajadores asalariados, su proletarización se debió a su desplazamiento del sistema productivo tradicional y en suma a su progresiva independencia económica. El sistema de trabajo a domicilio consiguió integrar a esa mano de obra a la producción manufacturera. El comerciante- empresario repartía materia prima y les pagaba un salaria en tanto a las piezas que producían. Este tipo de sistema ya era una forma de trabajo asalariado y una forma de proletarización. La manufactura fue proletarizando inicialmente al excedente de población campesina así como a los artesanos tradicionales ya que se vieron obligados a depender del comerciante- empresario.
La aparición de las fábricas trajo la intervención de tres factores a coordinar: las maquinarias, la dirección y la mano de obra. Esta forma de racionalizar la producción coordinada exigió la subordinación de los obreros a un código y a una disciplina. Este proceso fue prolongado e incluyo una serie de medidas coercitivas y de estímulos. La adaptación a un nuevo concepto de tiempo fue el reto más difícil, ya que el proletariado, hasta hace poco campesino, debió adaptar sus tiempos irregulares de trabajo, de ocio y descanso por una disciplina que suponía una concepción rigurosa del tiempo, presidida por esa constante necesidad de coordinar los esfuerzos de cuantos se empleaban en la fábrica, de ahorrar tiempo y de incrementar productividad. Este cambio de mentalidad también afectada a la relación entre el productor y el producto, ya que en la economía capitalista el producto finalizado quedaba inexistente a los ojos de su productor. El trabajador difícilmente se identificaba con la fabricación de su producto que en muchos casos no llegaba a ver elaborado como tal, completo. Esta disociación entre uno y otro se refiere a lo que Marx denominó Alienación proceso mediante el cual productor y producto acaban enfrentándose.
Los nuevos Proletarios tuvieron que cambiar su modo de vida y adaptarse a un espacio de trabajo y de sociabilidad. Los salarios que percibían las familias eran muy inestables. Su cuantía variaba dependiendo del oficio en que se ocupaba el trabajador. Aquellas ocupaciones que no habían sido descalificadas mediante la introducción de la maquinaria eran las que mejores estaban remuneradas. Aparte del salario que percibía el hombre, también estaba los de la mujer y el niño. El trabajo de la primera fue muy importante durante el proceso de la revolución industrial. Los niños por su parte trabajaban en el campo y también cuando la manufactura se impuso. La pérdida de valor de la fuerza física en el trabajo y la necesidad de abaratar los costos por parte de las empresas, facilitaron la incorporación de los niños al mercado laboral de ese momento. Al momento de asalariar tanto a las mujeres como a los niños, estos percibían aun menos que los hombres. El niño podía ser empleado en jornadas más extensas o en algunos casos los primeros no se les pagaba sino que lo hacían con especias.
La Burguesía se la puede localizar ya en la Edad Media, como la poseedora de capital, reclutada entre notables comerciantes del Mediterráneo. En los siglos del mercantilismo, esa burguesía va a crecer y se va a desarrollar en su plenitud capaz de saltar al siglo XVIII encabezando los procesos de producción mecánica. Ya finalizando ese siglo, durante la revolución francesa esta adquirió un sentido político definido: la clase social que se halla entre los trabajadores y la nobleza. Es la clase que posee la mayoría de los medios de producción y que controla los mecanismos de intercambio de bienes y de tráfico comercial. El espíritu burgués se alaba la necesidad de planificar y justificar el gasto. Gastar burguesmente, gastar en aquello que, al no hacerlo repercutiría negativamente en la reputación y muy nombre de la familia, gastar en aquello que, aun no siendo imprescindible, produce una satisfacción mesurada y no gastar en cuestiones superfluas y ostentosas que acababan contra la economía particular. Por su parte, comportarse burguesmente es aprovecharse al máximo y de la manera más sensata el cuerpo, el alma y el tiempo. La máxima inicial es evitar la ociosidad que el tiempo se utiliza en la búsqueda del máximo rendimiento y beneficio, de manera planificada, racional. La moral de su espíritu es la diligencia y aplicación en los negocios y en cada minuto del día. La racionalidad extrema al servicio del beneficio. Ese comportamiento, también afecta a la honestidad, al vivir correctamente de tal manera que el burgués gane en respetabilidad y crédito y que ello repercuta positivamente en su negocio. Así evita todo tipo de vicio. Los valores de esta nueva sociedad se dispusieron en torno a una concepción lineal, sin límites y optimistas del progreso.
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