Seminario ruralidad: educación popular
LiliLezMonografía25 de Octubre de 2020
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INSTITUTO SUPERIOR DE FORMACIÓN DOCENTE “RENÉE TRETTEL DE FABIÁN” ANEXO VILLA SANTA ROSA DE RÍO PRIMERO.
PROFESORADO DE NIVEL INICIAL.
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ESPACIO CURRICULAR: SEMINARIO I – RURALIDAD.
PROFESOR: ROMERO GUSTAVO.
MONOGRAFÍA: EDUCACIÓN POPULAR.
ALUMNA: LEZCANO LILIANA
CICLO LECTIVO: 2019.
Las múltiples experiencias de educación popular desarrolladas en los últimos años en nuestro país, han marcado una serie de procesos constitutivos de expresiones culturales y de transformación social en distintos actores sociales sobre territorios diversos. Estas manifestaciones generaron un impacto profundo y reflexivo sobre las prácticas pedagógicas de los sujetos sociales involucrados, tanto de educadores/as y/o educandos/as.
De este modo, se asume la necesidad de una reflexión que permita el debate sobre las relaciones posibles entre educación formal y no-formal, y su posible articulación en torno a un tipo de enseñanza/ aprendizaje contra hegemónico en espacios diversos.
La expresión educación popular tuvo un desarrollo histórico ligado a diversas manifestaciones culturales y procesos sociales, y se ha difundido ampliamente en Latinoamérica y el mundo, transformándose en un concepto recurrente, cargado de diversos significantes.
Si bien es posible comprender que como corriente de pensamiento y acción la educación popular solo puede entenderse y conceptualizarse desde la práctica. Existieron diferentes periodos históricos y autores que han definido el concepto de variadas formas.
Este proceso cuenta con importantes antecedentes relacionados con pedagogos, figuras políticas, actores sociales de nuestra historia latinoamericana que podemos reconocer como “precursores” de la educación popular. Entre aquellos exponentes de las primeras ideas de educación popular podemos encontrar a Simón Rodríguez, Simón Bolívar, José Martí, Félix Varela, José Carlos Mariátegui, Augusto Sandino, Lázaro Cárdenas y el Che Guevara. Por otra parte, también el movimiento de ideas sobre esta temática se nutrió de las escuelas populares europeas (sobre todo de países nórdicos), de la influencia de pedagogos importantes como Vygotsky.
Cabe destacar que la obra de Paulo Freire, se hizo presente ofreciendo no sólo aportes teóricos y conceptuales ligados al modelo de pedagogía critica, sino también a propuestas metodológicas que sirvieron de pretexto a muchos de aquellos que consideraban a la educación como un acto político que colaboraba al empoderamiento y a la formación contra hegemónica de los sujetos, ya que opera sobre experiencias, desigualdades y opresiones de la vida cotidiana. La educación, como intervención, adopta un modelo de investigación-acción y una investigación participativa que deriva en una producción de conocimiento colectiva.
En un continente sometido a regímenes dictatoriales continuos, frente a la desesperanza del capitalismo neoliberal, los cambios parecían posibles y el carácter tan particular de dicho proceso revolucionario generó un espacio inédito para el desarrollo de la educación popular, invitada a asumir retos de importancia dentro del diseño de políticas públicas, en materia educativa, de vivienda, de salud y de fortalecimiento de las organizaciones sociales.
Precisamente las nuevas políticas y agendas educacionales que hoy emergen demandan un programa educativo integral comprometido con el cambio y la emancipación, que parta de una educación abierta, inclusiva, responsable, que incentive aprendizajes creativos, transformadores e innovadores. Es decir, que la escuela debe transformarse en un espacio social donde los niños y adolescentes se formen desde muy pequeños en prácticas de autonomía, organización y participación activa en la concreción de sus derechos.
Ahora bien, existen diferentes definiciones sobre la educación popular, ya sea como un conjunto de técnicas o herramientas didácticas que posibilitan una práctica significativa del proceso de enseñanza- aprendizaje; como sinónimo de educación para adultos/as o procesos educativos informales, por fuera de lo institucional y desescolarizado; o como una suerte de modalidad tipo taller para alfabetizar. Pero en realidad, la educación popular nunca puede desprenderse de su caracterización política.
El sentido de lo político hace referencia a las relaciones de poder que constituyen un entramado plural y disperso de todas las relaciones humanas y que están directamente relacionadas con las posibilidades de constituirnos en sujetos sociales e históricos de transformación, en un contexto signado por la lucha de clases. Por lo tanto, una educación democrática, crítica y liberadora contribuye a formar sujetos con las destrezas para transformar sus relaciones sociales y sus relaciones con el mundo.
La educación popular, resulta entonces, un proceso mucho más complejo e importante, que sobrepasa de alguna forma el campo pedagógico para incorporarse como pensamiento y acción dentro del campo de la formación integral del individuo en sociedad.
Según Kabat, para algunos autores la educación popular constituye una corriente de praxis educativa, siempre en construcción, que trabaja principalmente dentro del gran fantasma conflictivo, de lo que conocemos genéricamente como campo de “lo popular”, y de esa forma no puede reducirse a una modalidad didáctica.
Entonces podemos decir que, en este contexto se entiende lo “popular” desde dos sentidos: por un lado, se basa en la noción de “pueblo social” (sectores sociales que sufren asimetrías de cualquier tipo: opresión, discriminación, exclusión, explotación, etc.); y, por otro, en la noción de “pueblo político” (cualquier sector que lucha por eliminar dichas asimetrías). Pero esto no quiere decir que debamos entender a la educación popular como una combinación de educación y pueblo, ya que, distintos autores apuntan a que la educación popular se ha definido en referencia a los sujetos a la que va dirigida, a los conocimientos que va a impartir, a su finalidad, a sus forma y métodos y a aquellas entidades educativas que la imparten.
Es posible pensar al pueblo como una construcción social abierta, conflictiva e histórica, como un conjunto de fuerzas sociales dentro de una caracterización de clase que unifican su antagonismo frente a las fuerzas del régimen social o aquellas que presentan un grado de dominación política hegemónica.
La educación popular, parte y se sustenta desde una posición ética humanista, y asume una posición epistemológica de carácter dialéctico, rechazando el tradicional marco positivista, y en consecuencia desarrolla una propuesta pedagógica y dialéctica basada en la participación, el diálogo y en la complementación de distintos saberes.
Entonces podemos decir que pueden encontrarse relaciones entre educación popular como un “movimiento político-cultural”, que se relacionan con un conjunto heterogéneo de prácticas, que más allá de sus diferencias, tienen en común una vocación transformadora, un fin liberador organizado en base a la coherencia entre fines y medios, y una opción por los sectores populares.
En la actualidad, la educación popular ha generado una serie de desplazamientos en torno a sus objetivos concretos: desde el ataque a la educación pública como reproductora de intereses hegemónicos a la actual educación privatizada, pensada como un servicio que es acompañado por un movimiento de exclusión.
Resulta insuficiente definir a la educación popular en referencia a determinados ámbitos, o en relación de oposición a la educación formal. Dicho criterio es a la vez restrictivo, ya que existen prácticas de educación popular organizada y desarrollada en el marco de la educación formal en todos sus niveles.
Ahora bien, haciendo una comparación entre lo que fue y lo que es la educación popular en la Argentina, podemos mencionar que, a partir del año 1880 el país emprende, a un ritmo acelerado, un proyecto modernizador después de un largo período de luchas internas, y desarrolla una política claramente favorable a la inmigración. Alrededor del 90% de los migrantes netos del período 1857-1914 se estableció en las ciudades de la región pampeana, preferentemente en Buenos Aires, contribuyendo a un temprano desarrollo de la economía de servicios y a una incipiente actividad industrial. En el período 1880-1930 se produjo una vertiginosa transformación económica y social, se inició la creación de una nación moderna a través de tres áreas principales: educación universal, inmigración y atracción de capital y tecnología extranjera. El Estado pronto quiso “argentinizar” a los recién llegados y así surgió la educación pública obligatoria, laica y gratuita en 1884 con la sanción de la ley 1420. Los alumnos adquirirían los valores nacionales al atravesar la puerta de la escuela a través de la práctica de una nueva cultura en sus espacios: maniobras militares en los patios –como entrenamiento ante la posibilidad de un conflicto bélico–, la conmemoración de los ‘héroes de la patria’ en los salones de actos, y las clases en la lengua oficial en las aulas de las nuevas escuelas públicas. En este contexto, se dio comienzo a la construcción de los nuevos edificios, fundamentalmente, para la enseñanza primaria.
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