Seneca, Ciceron Y Lucrecio
Enviado por angelica25051 • 22 de Mayo de 2013 • 2.212 Palabras (9 Páginas) • 1.521 Visitas
LUCRECIO
Tito Lucrecio Caro fue un poeta y filósofo romano del siglo I (a. de C.), contemporáneo de Julio Cesar y Cicerón.
Fue un seguidor de Epicuro y de los atomistas griegos y en su poema De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas) expuso una visión mecánica del universo recogiendo y embelleciendo las ideas de estos. Aunque el interés de Lucrecio no era el problema físico, sino la exposición de una filosofía determinada, en su obra hace una descripción de la naturaleza y expone sus teorías sobre el comportamiento de la materia: el viento el calor, el frío, el fuego, el color de las cosas, el trueno y los relámpagos, los volcanes, etc.
Brevemente, para Lucrecio, toda la Naturaleza se compone de dos cosas: "... los cuerpos y el vacío en el que estos están situados y en cuyo seno se mueven...". Siguiendo las ideas de Demócrito, Lucrecio además sostuvo que todos los cuerpos estaban formadas por átomos. De forma que todo el universo estaría formado exclusivamente por átomos y espacio vacío, y así "las cosas no pueden surgir de la nada y, si han surgido, no pueden volver a la nada".
Rerum Natura
Este elegante manuscrito del poema filosófico de Lucrecio "De Rerum Natura" fue copiado por el fraile agustiniano Girolamo di Mateo de Tauris para el papa Sixto IV, en 1483. Es un ejemplo del interés por los tratados antiguos sobre la naturaleza por parte de la curia del Renacimiento.
Lucrecio es el nombre familiar de Tito Lucrecio Caro, el poeta romano del siglo I antes de Jesucristo, que en su gran poema didáctico en seis volúmenes, De Rerum Natura (De la naturaleza de las cosas), presentó las teorías de los filósofos griegos Demócrito y Epicuro, y constituyó la fuente principal de la que hoy disponemos para conocer el pensamiento de Epicuro.
Su representación del universo como un conjunto fortuito de átomos que se movían en el vacío, su insistencia en el hecho de que el alma no es una entidad distinta e inmaterial, sino una aleatoria combinación de átomos que no sobrevive al cuerpo, y su defensa de que los fenómenos terrestres responden exclusivamente a causas naturales, intentan demostrar que el mundo no se rige por el poder divino y, por lo tanto, que el miedo a lo sobrenatural carece por completo de fundamento.
Lucrecio no niega la existencia de los dioses, pero considera que no intervienen para nada en los asuntos o en el destino de los mortales. Uno de los pasajes más famosos de su obra De Rerum Natura es la descripción de la evolución de la vida primitiva y el nacimiento de la civilización.
Lucrecio fue fiel a Epicuro, pero añadiendo a éste la vertiente del corazón. Era preciso hacer de la doctrina intelectual del maestro una doctrina cordial, que entrara por el sentimiento y penetrara, más allá de la reflexión, por el lenguaje de la fantasía, en los entresijos de la emoción.
CICERON
Marco Tulio Cicerón, nació en Arpino en el año 106 a. C. de una familia poco conocida, pero acomodada, perteneciente a la clase de los caballeros rurales. Su padre admiraba la formación griega. Realizó sus estudios superiores en Roma, donde conoció a las mentes más preclaras de su época.
Era una persona ávida de saber, dotada de una gran inteligencia y agudeza intelectual y con pretensiones de acceder a la vida pública.
Sus primeros pasos se dirigieron hacia la jurisprudencia, la filosofía y la retórica, realizando un viaje por Grecia para conocer la cultura helenística. En el año 77 a. C. regresó a Roma y contrajo matrimonio con Terencia, iniciando el cursus honorum al año siguiente.
Fue nombrado cuestor en Sicilia, destacando por su honradez y en el año 67 obtuvo el cargo depretor desde el cual apoyó a Pompeyo. Tres años más tarde fue elegido cónsul, consiguiendo descubrir el complot dirigido por Catilina que pretendía acabar con su vida. Con las "Catilinarias" consiguió convencer al Senado del castigo a muerte de los conspiradores.
El Triunvirato de Pompeyo, Craso y César motivaría la decadencia de Cicerón ya que fue condenado al exilio durante un año. De regreso a Roma apoyó abiertamente a Pompeyo, provocando el enfrentamiento con César que le llevó a retirarse a Brindisi.
La muerte de César le acercó de nuevo a la política al escribir contra Antonio sus "Filípicas" en memoria de Demóstenes, entrando en la lista de proscritos durante el Segundo Triunvirato. Antonio dirigió contra él a sus sicarios, que le dieron muerte cerca de Fornia.
No le fue fácil acceder a las magistraturas (los nobiles lo miraban con cierto desprecio como homo novus que era), pero lo hizo, y además, suo anno, de lo que no tenía reparos en vanagloriarse.
En política defendió la concordia ordinum, la colaboración armónica de las diversas clases para el sostenimiento de las instituciones republicanas. Pero se granjeó tanto las iras de losoptimates (conservadores), como de los populares(demócratas). Los unos por haber apoyado a Pompeyo, los otros por su dictamen de pena de muerte contra los partidarios de Catilina.
Antes de estallar la guerra civil trató de mediar, sin éxito, entre los adversarios, y durante el transcurso de ésta se inclinó por el bando de Pompeyo. Cuando éste fue derrotado, César trató a Cicerón con benevolencia. A partir de ese momento se dedicó más a las letras que a la política.
Tras el asesinato de César, Cicerón retornó a la política, apoyando a Octavio y oponiéndose con fuerza a Antonio, pero Octavio le dio la espalda cuando Antonio, contra el que Cicerón había lanzado duras invectivas, pidió su proscripción. En el 43 a. C., partidarios de Antonio lo detuvieron cuando intentaba huir y lo asesinaron.
Obras de Cicerón
Cartas
La verdadera personalidad de Cicerón se pone de manifiesto en su correspondencia. Se conservan más de novecientas cartas, parcialmente redescubiertas por Petrarca a mediados del siglo XV. Los temas que abarcan las cartas de Cicerón, privadas o públicas, son muy variados: acontecimientos íntimos o familiares, oficiales, políticos, etc.
Retórica
Cicerón escribió varios tratados de retórica en los que recopilaba todos los conocimientos que había adquirido estudiando la retórica griega e investigando la historia de la oratoria romana, junto con los que había extraído de su experiencia personal como abogado y estadista.
En De oratore (acerca de la formación del orador) y Orator (retrato del orador ideal) enumera las cualidades innatas que debe reunir un orador: figura, tono de voz, memoria, etc.; a ellas debe añadirse una formación que abarque todos los campos del saber: leyes, historia, filosofía, literatura, etc.,
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