Genoma Humano
Enviado por KarinaGirao • 13 de Julio de 2013 • 4.728 Palabras (19 Páginas) • 295 Visitas
Historia del genoma humano
Hoy que sabemos que los genes son recetas codificadas, es difícil recordar que eran pocos los que ni siquiera imaginaron tal posibilidad. Ya Aristóteles dijo que el "concepto" de pollo está implícito en el huevo, o que la bellota era un proyecto de encina. Cuando esta confusa teoría de la información resurgió en medio de los descubrimientos de la genética moderna, alguien dijo en broma que se le debería conceder el Premio Nobel al sabio griego por el descubrimiento del ADN.
En 1822 nace Mendel, que realiza una serie de experimentos sólidos, sistemáticos, cuidadosamente elaborados con sus famosos guisantes (plantó más de treinta mil plantas diferentes). Después pasó a las fucsias, el maíz y otras plantas. Encontró los mismos resultados. En esquema sucinto, según la teoría mendeliana, la herencia es la transmisión de padres a hijos de los factores particulares, o partículas, que determinan las características, es decir, lo que hoy llamamos genes.
El mendelismo cogió desprevenida a la biología. Nada acerca de la teoría evolutiva exigía que la herencia debiera venir en fragmentos. En efecto, la idea parecía destruir las cosas que Darwin había establecido. Darwin dijo que la evolución era la acumulación de cambios leves y aleatorios por medio de la selección. Si los genes eran cosas sólidas que podían aparecer intactas desde una generación oculta, entonces, ¿cómo podían cambiar gradual o sutilmente?
Hasta que en 1918 no se aplicó la mente aguda y matemática del británico Ronald Fisher al asunto, no se reconciliaron finalmente el darwinismo y el mendelismo: lejos de contradecir a Darwin, Mendel le había reivindicado brillantemente. "El mendelismo, dijo Fisher, proporcionaba las partes que le faltaba a la estructura erigida por Darwin". Sin embargo quedaba por resolver el problema de la mutación. L a explicación la aportó Herman Müller, quién aseveró que los genes podían mutar artificialmente. Y lo demostró bombardeando moscas de la fruta con rayos X, lo que provocó mutaciones en sus genes. Y, con ello, consiguió el Premio Nobel.
La mutación artificial dio el inicio de la genética moderna. Y, saltando hasta nuestros tiempos, hasta hace pocos años, el público en general no había escuchado la palabra "genoma". La escritora Carol Ezzell narra una historia o anécdota protagonizada por el Presidente de los Estados Unidos George Busch en 1989 (ayer mismo, como quien dice): en una ceremonia de entrega de medallas de ciencia y tecnología, expuso con orgullo todo lo que su gobierno y el del predecesor Reagan habían hecho por la Ciencia. Entre ellas citó la iniciativa "gnomo" (duendecillo). No hizo ademán de rectificar. Nadie pestañeó, no se produjeron sonrisas, ni murmullos entre los asistentes ni gestos de sorpresa. A casi todos los cogió en "fuera de juego". Y el auditorio estaba compuesto y repleto de científicos, dirigentes de industrias del sector científico, burócratas relacionados con la ciencia y la técnica. Los premiados, entre los que se encontraban, precisamente, Cohen y Boyer, inventores de la técnica de corte y empalme genético, subieron al podio con la seriedad propia del acontecimiento.
No había habido error de interpretación. En la transcripción del discurso entregada por el servicio de prensa de la Casa Blanca, aparecía también la referencia al duende. Y esto sucedía a ese altísimo nivel y en el año en que los Institutos nacionales de la Salud iban a gastarse 28,2 millones de dólares en las primeras etapas del Proyecto Genoma Humano.
Actualmente el proyecto está formado por un consorcio público integrado por cuatro grandes centros de secuenciación de Estados Unidos, por el Centro Sanger, de Cambrigde y por laboratorios de Japón, Francia, Alemania y China. Trabajando durante un decenio, más de 1000 investigadores, han construido un mapa de los 3.000 millones de pares de bases de ADN que constituyan el genoma humano. A principios de 1998, este equipo predecía que habrían de transcurrir aún siete u ocho años, antes de conseguir leer todo el mapa genómico, contando en que, por entonces, sólo habían conseguido descifrar un diez por ciento, aproximadamente. Pero, para entonces, ya había entrado en liza una competencia feroz un proyecto liderado por una empresa privada, la empresa Celera Genomics, que preside el norteamericano Craig Venter.
Según decía Venter, el procedimiento utilizado por el equipo gubernamental le parecía excesivamente lento: dividir uno por uno los 23 pares de cromosomas humanos para analizarlos después. Anunció que estaba creando una empresa y que finalizaría el trabajo antes del año 2001 y con un coste menor, menos de doscientos millones de dólares.
Craig Venter no era un desconocido. Científico brillante e impulsivo, solía cumplir cuanto prometía. En 1991 había inventado una forma rápida de descubrir genes humanos, según nos comenta Matt Ridley en su último libro. En el 95 recibió una fulminante respuesta a su solicitud de ayuda gubernamental para diseñar el mapa genómico de una bacteria, utilizando una nueva técnica. La negativa iba acompañada de la predicción de que no funcionaría nunca. Cuando llegó la carta oficial, el trabajo estaba prácticamente finalizado, con resultados positivos, claro.
En 1996 el científico tuvo una idea revolucionaria y brillante: en lugar de basar las investigaciones en el ADN, pensó que se podría utilizar el ARN. El "trabajo" lo haría la propia célula, que se sirve del ARN para identificar las partes del ADN que permiten fabricar las proteínas. Con el tiempo se fue perfeccionando la técnica, denominada shot-gun. Consiste en dividir los 23 pares famosos de cromosomas en millones de fragmentos al azar. Cada uno de ellos se secuencia para su posterior ordenamiento en el mapa. Primero se aísla el ADN del núcleo. Después, mediante la utilización de ondas sonoras se reduce cada cromosoma a pequeños fragmentos, cada uno de los cuales contiene entre 2000 y 10.000 moléculas bases.
Este método fue considerado desde el principio como poco ortodoxo, pero no había duda de que resultaba mucho más rápido que el empleado por el consorcio internacional. El propio James Watson, descubridor en 1953 de la molécula de ADN, descalificó a Venter afirmando públicamente que se trataba de un mero trabajo rutinario que podría hacer cualquier mono. Posteriormente se excusó, también en público. Francis Collins, director del proyecto oficial, comparó el "libro de la vida" de Venter con simple un periódico sensacionalista.
Craig Venter, marginado en esos momentos por la comunidad científica, abandonó la investigación pública y buscó financiación privada para poner en marcha su
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