Crónica HILANDO SUEÑOS
Enviado por ISABELROMERO123 • 10 de Abril de 2019 • Ensayo • 1.075 Palabras (5 Páginas) • 93 Visitas
Hilando sueños
El olor de la leña y las arepas asándose sobre la parrilla, la luz del sol asomado por la ventana, me acompañan todas las mañanas, pero justamente hoy estoy más a gusto que en cualquier otro momento, decía Anita Ortiz con voz entrecortada y sus ojos enlagunados de felicidad; Anita es una provinciana, de tez trigueña, delgada, noble, oriunda de La Paz, un municipio de Santander.
Las paredes que la rodeaban eran propias, la carretera para llegar a la puerta de su casa delineaba un croquis muy similar al mapa de Europa, las piedras que recubrían el suelo eran blancas y lisas, tan lisas como su piel, Anita siempre había soñado estar así; pues con poco su felicidad era inagotable.
Gracias a su infinito trabajo y a la compañía de Eliberto Tavera, su esposo, a quien lo definía como un hombre “trabajador, echa’o pa’lante.”, más admiración por él no podía sentir lo decía ella con notable orgullo en su tono de voz.
Desde los 10 años trabajaba con sus padres y sus hermanas recogiendo caña en “La Cuchilla”, la cima de la montaña donde realmente había vida. Anita se refería así a ese sitio porque fue allí donde vivió los mejores momentos de su infancia al lado de su familia, no solo por eso, ¡No! Aquel lugar fue testigo del inmenso y real amor que hoy en día ya casi nadie siente, veía pasar a un hombre alto, apuesto, algo que por ende lo hacía ser aún más interesante, su esposo, Eliberto.
Crecieron así, entre la caña, las quebradas con aguas cristalinas y los verdes pastos, alejados totalmente de la maldad, pero con cientos de propósitos y de inmensos deseos de tener una familia que fue constituida años después con la llegada de sus dos hijos.
Para Eliberto no ha sido nada fácil trabajar las tierras, es una labor que requiere mucho tiempo, quizá, ese tiempo es el que le pertenece a mi hogar, contaba él mientras caminaba sobre las piedras de su finca y el viento se confabulaba azotándolo sin medida.
Su padre falleció hace ya algunos años, dejándole como herencia las tierras que hoy en día le permiten seguir trabajando para ir en busca de sus ilusiones.
Dice Eriberto: “Sin Anita a mi lado, no hubiese sido capaz de tener lo que hoy tengo”, ella es mi motor, y al lado de ella están mis dos hijos, trabajadores por cierto, verracos; hoy en día alcanzando un título profesional, los dos serán ingenieros agrónomos para seguir la tradición. Y a ella, a Anita, le debo la vida entera.
Mientras Anita ordeña las vacas para comercializar la leche, Eliberto alrededor de las 7 am, recorre más de 3 Kilómetros con sus tres acompañantes de aventuras, tres obreros que día a día trabajan para llevarles un sustento a sus familias. Se dirigen a hacía “La Cuchilla” aquella cima donde Anita trabajaba con sus padres y hermanas, pues es allí el nacimiento de las oportunidades, como lo llaman todos en la región.
Nunca había vivido en una casa propia, a pesar del fuerte trabajo y las horas de dedicación a la labor del campo y a la familia no se me daban las cosas para tener un rancho propio, decía Anita mientras desplumaba la gallina para su visita, por cierto recibía varias visitas a la semana, porque por si fuera poco, ella dictaba las clases de catequesis a los niños de las veredas cercanas para prepararlos para la primera comunión.
El olor a fresa y arequipe invadía el rancho los sábados en la tarde; pues, para que lo niños fueran aplicados en el curso, Anita los motivaba preparándoles deliciosos helados que para muchos de ellos eran manjares que deleitaban su paladar.
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