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El Triángulo Equivocado


Enviado por   •  10 de Octubre de 2013  •  2.037 Palabras (9 Páginas)  •  245 Visitas

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EL TRIÁNGULO EQUIVOCADO

-¿Qué piensas hacer?

-Si supiera, no vendría a consultarte

-Entonces, ¿qué esperas de mí?

-Al este paso, temo que no demasiado.

Antonio se limitó a esbozar una sonrisa. Joaquín, su mejor y más querido amigo desde muchos años antes, destrozaba otra vez los cánones del sentido común en su presencia, esparciendo los trozos en el ordenado, inalterable y previsible espacio por el que transcurría su vida. Las ocasiones anteriores en que acudió a él para juntos intentar reconstruir ese certificado de cordura mundana, cada pedazo del rompecabezas resultante adoptaba nueva forma, diferente dimensión, extraños e insospechados matices, que sin embargo, encajaban entre sí integrando un nuevo todo, aunque éste fuera en apariencia, distinto al original. A pesar de ello, la esencia se mantenía; podría cambiar la tersura, el contorno, pero al reflejarse sus vidas y pensamientos en él, los sofismas eran desgarrados, convertidos en girones que la dialéctica barría inmisericorde. Se levantó del sofá para servirse otra cuba libre, mientras Joaquín lo contemplaba.

-¿Y bien? -preguntó, retornando al sofá.

Joaquín lo miraba. Encendió un nuevo cigarrillo a pesar que Antonio, desde que dejó el vicio del tabaco, le insinuaba que fumaba en exceso. Lo quería y admiraba como amigo y persona, aún siendo tan diferentes. Hasta cierto punto, lo consideraba su conciencia y confesor; sabía que contaba con él para una opinión o como oyente interesado. En esta ocasión, requería que jugara los dos papeles: como escucha atento a la narrativa de sus pensamientos ayudándole a ordenarlos, y como consejero dispuesto a emitir una opinión, que con toda seguridad, resultaría opuesta a lo que deseaba oír.

-Preguntarte qué harías tú, es ocioso -dijo Joaquín-. Te conozco lo suficiente para comprender que alguna parte que admiro de tu carácter, te evita complicarte la vida y los sentimientos, cosa que por supuesto, a mi no me ocurre. Lo que busco, es que intentes colocarte en mis zapatos, y decirme cómo actuarías si fueras Joaquín.

-Pido a Dios que nunca me suceda, pero me esforzaré aunque sólo sea por la esperanza de entender este vaivén de paradigmas, que conforman tu existencia, tu manera de vivir y de pensar.

-¿No temes quedar atrapado? -preguntó Joaquín.

-De una u otra manera lo estoy. La amistad que nos une también tejió las redes que aglutinan nuestro ser aparente con nuestro querer ser instintivo y esencial. Fingimos, cada uno desde su particular posición, un rechazo e incomprensión recíprocos, pero en realidad, disfrutamos ambas vidas y sus avatares. La empatía es una actitud que conduce al amor genuino, gracias a ella creces y otros crecen en ti, y eso, querido amigo, cada día te acerca más a la grandeza. Pero, volvamos al tema y permíteme resumir brevemente tu, llamémosle conflicto. Manejaré un nuevo enfoque.

-¿En qué consiste? -inquirió Joaquín.

-Lo expondré en primera persona, cómo si se tratase de mí, con lo que espero obligarte a desvincularte y consigas analizarlo como observador externo, con más objetividad, para que obtengas tu propia conclusión. Bien. Resulta que hace unos meses conocí a una mujer que me resultó intrascendente, fatua por momentos, embebida en ella y en su entorno y lejos de cualquier emoción que no estuviera enmarcada en un contexto socialmente aceptado. No la considero bella, hermosa ni sexy, pero es poseedora de un rostro bonito, en especial los labios y los ojos. Estos últimos fue lo que más me llamó la atención, lo único que impidió archivarla entre las mujeres, hermosas o feas, atractivas o anodinas, que transcurren por la vida sin decirte nada, que carecen de cualquier guijarro capaz de agitar, así sea en la forma más tenue, las aguas tranquilas. El tiempo pasaba bajo estas circunstancias, la relación no superaba el limitado trato que imponían nuestras respectivas actividades. Pero un día, hace ya unas semanas, en el transcurso de una reunión, en esas ocasiones que el azar, el impredecible e intangible juguetón, nos elije como víctimas de sus travesuras, en un instante que capturé su rostro, vi como toda esa frialdad insustancial se resquebrajó por el lado más frágil: su mirada. Los endrinos círculos, aquellas ventanas por las que ella observaba el mundo creyéndose protegida de la curiosidad ajena, nombraron todas las palabras que sus labios encarcelaban; lágrimas secas que hablaban de ansias reprimidas, miradas perdidas en la gelidez de sus frustraciones, gritos silenciosos que se extinguían en la incansable búsqueda de un significado. Un anhelo irreprimible y ardiente me abrasó, deseé rodearla con mis brazos, estrecharla, contarle que los vacíos son creados para llenarse, la lumbre devoradora para apagarse, las lágrimas, esas hijas del mar, fueron hechas para secarse en un estéril deslizar o para ser bebidas por unos labios que quieran saciarse en el residuo salado de un beso de amor. Desde entonces, mi transcurrir es diferente, a mis dedos les falta su piel, los oídos reclaman su voz y los ojos bailotean y se extravían buscando su presencia.

Antonio hizo una pausa para dar un sorbo a su bebida. Se dirigió al pequeño bar de su despacho en busca de hielos.

-¿Eso es todo? -preguntó Joaquín.

-En absoluto -contestó Antonio regresando a su sillón-, aun le restan muchas palabras a esta historia. Nada de lo anterior tendría mayor relevancia, a no ser por el concurso de ciertas circunstancias. Bien sabes que mi matrimonio con Camila es una unión feliz, tú y Laura son testigos cercanos e íntimos de ello, saben que en nosotros al amor y el deseo se aglutinan en una experiencia que penetra el pórtico de la pasión, que esta amalgama de cuerpo y espíritu, de alma y materia se robustece en y con el cariño de nuestros hijos. También saben que cada uno poseemos espacios vedados a la exploración y curiosidad del otro. Mundos que sólo son hoyados por los sueños y pesadillas, alegrías y frustraciones de las cuales cada quien es único dueño, enigmas que alimentan el interés, quimeras que nos aprisionan y cortan las palabras en la garganta; grutas multicolores donde se almacenan y esconden las miradas y caricias sobrantes que esperamos usar algún día, tesoros que sería inútil derrochar en excesos vanos

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