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Enviado por   •  28 de Enero de 2015  •  1.010 Palabras (5 Páginas)  •  853 Visitas

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TEXTO UNO

Nuevos hábitos, medidas urgentes

Editorial del diario El Tiempo del día 6 de julio de 2014

El consumo ‘recreativo’ de medicamentos tranquilizantes en el país es mayor que el de éxtasis y casi igual al de la cocaína. Esta fue una de las alarmas que encendió el ‘Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia 2013’, la más completa radiografía sobre el tema hecha hasta ahora, revelada la semana pasada.

La muestra, que representa a 23 millones de colombianos –la mitad de la población nacional–, puso de manifiesto que, mientras 123.645 colombianos usaron en el último año medicinas de control para drogarse, 43.700 lo hicieron con éxtasis, 49.756 con bazuco y otros 162.575 con cocaína, lo que evidencia una tendencia que crece peligrosamente entre los jóvenes.

De hecho, estas medicinas (que incluyen las benzodiacepinas y los analgésicos derivados del opio), junto con el alcohol, el cigarrillo, la marihuana y la cocaína, son las cinco sustancias con capacidad adictiva que más usan los colombianos. Las cifras son claras: hay al menos 3 millones de fumadores, 8 millones de consumidores de bebidas alcohólicas y 2,9 millones de consumidores de alguna droga ilícita, la más común, la marihuana.

Aunque la ingesta de tranquilizantes, estimulantes y opioides –que están en el ‘botiquín’ de los médicos para tratar dolores y ansiedades– está lejos de los niveles internacionales, la encuesta reveló una grave disminución de la edad en que comienzan a ser usados sin receta médica. En el 2008, el promedio era de 22 años, y de 20 en el 2013, con el agravante de que entre los 18 y los 30 se concentra el mayor consumo y de que 12.453 menores entre los 12 y 17 años dijeron haber ingerido con fines no médicos alguna de estas medicinas. Asimismo, 246.100 personas afirmaron haber recurrido alguna vez a analgésicos derivados del opio sin una prescripción.

En síntesis, la encuesta, liderada por los ministerios de Justicia y Salud, con el acompañamiento de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (UNODC) y la OEA, prueba cambios importantes en algunos hábitos de consumo: descenso continuo del tabaco, así como del bazuco; aumento de los tranquilizantes, que igualaron a la cocaína, y crecimiento de 400 por ciento de los opioides.

Los datos son esenciales, pero no producen automáticamente respuestas a los problemas. Los expertos insisten en que hay que asumir a fondo las implicaciones derivadas de la Ley 1566, que promueve, respecto a las drogas, un enfoque de salud pública. Esto no solo significa abandonar la persecución de los consumidores, sino dejar la tendencia a ejecutar acciones aisladas, que terminan siendo gotas de agua en el desierto, y asumir el problema integralmente.

El primer paso es implantar sistemas preventivos que hayan demostrado su eficacia. Eso requiere políticas de Estado realistas, estructuradas en la investigación, que, por fin, ordenen las prioridades: prevención en los niños y menores de edad (con enfoque integral y transectorial); intervenciones terapéuticas serias y probadas (en un marco interdisciplinario) para personas con problemas de consumo y que deseen abandonarlo o disminuirlo, y estrategias de mitigación para quienes no se

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