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Validar Opiones


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2013  •  1.395 Palabras (6 Páginas)  •  288 Visitas

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Actividad preliminar 2; Validar las opiniones

Propósito: desarrollaras tu habilidad para restablecer criterios que te ayudaran a validar las opiniones propias y ajenas con base a los argumentos

Al decir una opinión puede

haber

Porque

De lo contrario

Aunque de cualquier

forma.

Actividad Integradora 2.

Con Actitud Crítica

TRIBUS URBANAS: ¿Con cuál me identifico?

Yo opino de mi mismo que en mi personalidad no me gusta seguir la costumbre o la moda como se le pueda llamar a lo de las tribus humanas; yo lo que busco es ser yo mismo no ser lo que otros digan o quieran ver si no lo que yo quiera con lo que me sienta cómodo y agusto ponerme lo que tenga y con lo que pueda comprar.

La vestimenta yo opino que no sea la soluciona para sentirse de una tribu o grupo, no es esencial seguir una simples modas si no lo que la gente decida ponerse sin.

Criticar a los demás, pero pues hay persona que le gustan y lo asen y que respetar su decisión.

Yo no me considero que soy perfecto o guapo en realidad nadie es perfecto todos tenemos nuestros defectos, no me visto a la moda pero si estoy bien vestido y me gusta cómo me visto porque es mi forma de ser me gusta como soy sin importar lo que digan los demás y no me gustaría cambiar mis forma de ser, y para mí no es necesario entrar a un grupo social aunque si me gustaría y se diera la oportunidad lo aria.

Actividad 2.1.

Opiniones respetables (síntesis)

En nuestra sociedad abundan venturosa y abrumadoramente las opiniones. Quizá prosperan tanto porque, según un repetido dogma que es el non plus ultra de la tolerancia para muchos, todas las opiniones son respetables. Concedo sin vacilar que existen muchas cosas respetables a nuestro alrededor: la vida del prójimo, por ejemplo, o el pan de quien trabaja para ganárselo, o la cornamenta de ciertos toros. Las opiniones, en cambio, me parecen todo lo que se quiera menos respetables: al ser formuladas, saltan a la palestra de la disputa, la irrisión, el escepticismo y la controversia. Afrontan el descrédito y se arriesgan a lo único que hay peor que el descrédito, la ciega credulidad. Sólo las más fuertes deben sobrevivir, cuando logren ganarse la verificación que las legalice. Respetarlas sería momificarlas a todas por igual, haciendo indiscernibles las que gozan de buena salud gracias a la razón y la experiencia de las, infectadas por la ñoñería seudomística o el delirio. Tomemos, por ejemplo, uno de nuestros debates, televisivos de corte popular en el que se afronte alguna cuestión peliaguda como los platillos volantes, la astrología (sobre este tema hubo uno reciente muy movido, en el que Gustavo Bueno y dos astrofísicos se enfrentaban a una selección de embaucadores particularmente correosa que contaba con la simpatía beocia de la audiencia), la curación mágica de las enfermedades o la inmortalidad del alma. Cualquiera de los participantes puede iniciar su intervención diciendo: "Yo opino... ". Pues bien, esa cláusula aparentemente modesta y restrictiva suele funcionar de hecho como todo lo contrario. Y es que hay dos usos diferentes, opuestos diría yo, del opinar. Según el primero de ellos, advierto con mi "yo opino" que no estoy seguro de lo que voy a decir, que se trata tan sólo de una conclusión que he sacado a partir de argumentos no concluyentes y que estoy dispuesto a revisarla si se me brindan pruebas contrarias o razonamientos mejor fundados. En ningún caso diría "yo opino" para luego aseverar que dos más dos son cuatro o que París es la capital de Francia: lo que precisamente advierto con esa fórmula cautelar es que no estoy tan seguro de lo que aventuro a continuación como de esas certezas ejemplares. Éste es el uso impecable de la opinión.

Pero, en otros casos, decir "yo opino" viene k significar algo muy distinto. Prevengo quien me escucha de que la aseveración que formulo es mía, que la respaldo con todo mi ser y que, por tanto, no estoy dispuesto a discutirla con cualquier advenedizo ni a modificarla simplemente porque se me ofrezcan argumentos adversos que demuestren su falsedad. Theodor Adorno, en un excelente artículo titulado Opinión, demencia, sociedad, describe así esta actitud: "El yo opino no restringe aquí el juicio hipotético, sino que lo subraya. En cuanto alguien proclama como suya

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