Apología De Sócrates
Enviado por jaleaa • 9 de Abril de 2015 • 1.369 Palabras (6 Páginas) • 144 Visitas
La apología puede dividirse en tres partes, cada una
de las que tiene su objeto.
En la primera parte , la que precede á la deliberación
de los jueces sobre la inocencia ó la culpabilidad del acusado
, Sócrates responde en general á todos los adversarios
que le han ocasionado su manera de vivir lejos de los
negocios públicos y sus conversaciones de todos los dias
en las plazas, en las encrucijadas y en los paseos de Atenas.
Sócrates, se decia, es un hombre peligroso, que intenta
penetrar los misterios del cielo y de la tierra, que
tiene la maña de hacer buena la peor causa, y que
enseña públicamente el secreto. Sócrates responde que
jamás se ha mezclado en las cosas divinas; que su enseñanza
no era como la de los sofistas que exigian un salario,
si bien sobre este último punto no habia acusación. En
fin, en apoyo de esta enseñanza popular, esforzándose en
hacer ver á los unos su falsa ciencia, y á los otros su ignorancia,
invoca una misión sagrada recibida del dios de
Belfos. ¿ Era este el camino de congraciarse , teniendo en
frente los resentimientos profundos que hacia mucho
tiempo habia excitado su punzante ironía ? No; toda esta
justificación, que elude los cargos más bien que los rechaza
, sólo podia servir para aumentar la desconfianza
de los jueces, prevenidos ya en su contra.
Así es que su verdadero valor y su interés aparecen
por entero en la consecuencia moral, que Sócrates procura
deducir con tanta profundidad como ironía. Dice que ha conversado sucesivamente con los poetas , con los políticos
, con los artistas y con los oradores; es decir, con
los hombres que pasan por los más hábiles y los más
sabios de todos; y como ha visto en los unos y en los
otros, en medio de su exagerada pretensión á una sabiduría
y á una habilidad universales, igual incapacidad para
justificarlos hasta en el dominio limitado de su respectivo
arte, declara que á sus ojos la sabiduría humana es bien
poca cosa, ó más bien ,• que no es nada si no se inspira en
la única verdadera sabiduría, que reside en Dios, y que
sólo se revela al hombre por las luces de la razón.
Pero los enemigos de Sócrates no se contentaron con
^acusaciones generales, y formularon, por boca de Melito,
estas dos acusaciones concretas: primero, que corrompía á
los jóvenes; segundo, que no creía en los dioses del Estado
y que los sustituía con extravagancias demoniacas. Estos
dos cargos se llamaban y apoyaban el uno al otro , porque
tenían por fundamento común el crimen de ultraje á
la religión.
Sobre el primer punto , Sócrates responde solamente
que por su interés personal no era fácil que corrompiera
á los jóvenes, porque los hombres deben esperar más mal
que bien de aquellos á quienes dañan. Su defensa sobre el
segundo punto no es más categórica. Porque, en lugar de
probar á Melito que cree en los dioses del Estado, Sócrates
cambia los términos de la acusación, y prueba
que cree en los dioses, puesto que hace profesión de creer
en los demonios, |hijos de los dioses. ¿Pero estos dioses
son los de la república? Sobre esto nada dice.
Su arenga toma de repente un carácter de elevación y
fuerza, cuando invocando su amor profundo á la verdad
y la energía de su fe en la misión de que se cree encargado,
revela, delante dé los jueces, el secreto de toda su
vida. Si no ha vivido como los demás atenienses; si no ha
ejercido las funciones públicas, no ha sido por capricho ni por misantropía. Obedecía resueltamente la voluntad
de un Dios, que desde su juventud le estrechaba á consagrarse
á la educación moral de sus conciudadanos. Así es
que contra sus intereses más caros, se ha visto , aunque
voluntariamente, convertido en instrumento dócil de
la Divinidad. ¿Y no preveía las luchas y los odios que debía
causarle semejante misión? Sí; pero estaba resuelto á
sacrificar en su obsequio hasta la vida. Esta confianza
admirable , que enlaza y domina el debate, hace ver claramente
que Sócrates cuidaba menos del resultado de su
causa que del triunfo de sus doctrinas morales. En este
último discurso, que le es permitido, sólo ve la ocasión de
dar una suprema enseñanza, la más brillante y eficaz
de todas.
Se nota, sin embargo, una gran oscuridad sobre la naturaleza
de ese demonio familiar, que Sócrates invoca
tantas veces. ¿Era en él la luz de la conciencia, singularmente
fortalecida y aclarada por la meditación y por una
especie
...