ESPIRITU DE LAS LEYES
Enviado por MarlonHim • 27 de Enero de 2012 • 10.948 Palabras (44 Páginas) • 1.298 Visitas
LIBRO XXI
De las leyes con relación al comercio considerado en sus revoluciones.
I.- Algunas consideraciones generales.
II- De los pueblos de Africa.
III.- Las necesidades de los pueblos de Mediodía son diferentes de las de los del Norte.
IV. Principales diferencias entre el comercio de los antiguos y el actual.
V.- Otras diferencias.
VI.- Del comercio de los antiguos.
VII.- Del comercio de los Griegos.
VIII.- De Alejando. Su conquista.
IX.- Del comercio de los reyes griegos después de Alejandro.
X.- Circunnavegación del continente africano.
XI.- Cartago y Marsella.
XII.- Isla de Delos. Mitrídates.
XIII.- Ideas de los Romanos respecto a la marina.
XIV. Ideas de los Romanos respecto al comercio.
XV.- Comercio de los Romanos con los Bárbaros.
XVI.- Del comercio de los Romanos con la Arabia y la India.
XVII.- Del comercio después de la caída del imperio romano de Occidente.
XVIII.- Reglamento particular.
XIX.- Del comercio en Oriente después de la decadencia de los Romanos.
XX. De cómo el comercio penetró en Europa a través de la barbarie.
XXI.- Descubrimiento de dos nuevos mundos; estado de Europa con tal motivo.
XXII.- De las riquezas que España sacó de América.
XXIII.- Problema.
CAPÍTULO I
Algunas consideraciones generales
Aunque el comercio está sujeto a grandes revoluciones, puede suceder que ciertas causas físicas, tales como la calidad del terreno o la del clima, fijen para siempre su naturaleza.
No hacemos hoy el comercio de la India sino por el dinero que enviamos. Los Romanos llevaban allí todos los años sobre cincuenta millones de sestercios (1). Este dinero, lo mismo que el que nosotros mandamos, pagaba las mercancías que se transportaban a Occidente. Los pueblos que han traficado con la India, todos han llevado metales para traer en cambio mercancías (2).
La naturaleza misma es quien produce este efecto. Los Indios tienen sus artes, conforme a su manera de vivir. Ni nuestro lujo puede ser el suyo ni sus necesidades son las nuestras. El clima no les permite servirse de casi nada de lo que va de Europa. Andan casi desnudos y el país les da los vestidos convenientes. Su religión, que tanto puede en ellos, les obliga a alimentarse de otra manera que nosotros y aun les inspira repugnancia a nuestros alimentos. No necesitan más que nuestros metales, que son los signos de los valores, y a cambio de ellos nos dan los productos que su frugalidad y la naturaleza del país les proporcionan abundantemente. Los autores antiguos que han hablado de la India la describen, en cuanto a sus reglas y costumbres, tal como la vemos hoy (3). La India ha sido y ha de ser en todo tiempo lo que es en la actualidad; los que quieran negociar allí podrán llevar dinero; traerlo, no.
CAPÍTULO II
De los pueblos de Africa
La mayor parte de los pueblos de las costas de Africa son salvajes o bárbaros. Yo creo que esto proviene de que allí están separados por países casi inhabitables aquellos otros que pueden ser habitados. No tienen industria, no conocen las artes y poseen abundancia de metales preciosos que reciben inmediatamente de manos de la naturaleza. Todos los pueblos civilizados pueden, por lo tanto, negociar allí, ventajosamente, ofreciendo a aquellos pueblos y haciéndoles estimar objetos sin valor, y cobrándoles un crecido precio.
CAPÍTULO III
Las necesidades de los pueblos del Mediodía son diferentes de las de los del Norte
Hay en Europa una especie de balance entre las naciones del Mediodía y las del Norte. Las primeras tienen para la vida todo género de comodidades y pocas necesidades; las segundas, al revés, muchas necesidades y pocas comodidades. Las primeras han recibido mucho de la naturaleza y le piden poco; a las segundas les ha dado poco y ellas le piden mucho. El equilibrio se mantiene, gracias a la pereza que la misma naturaleza ha dado a las naciones del Mediodía y a la actividad que ha dado a las del Norte. Las del Norte no tienen más remedio que trabajar mucho, sin lo cual carecerían de todo y vivirían en la barbarie. La inactividad de las del Mediodía es la causa de que en ellas se haya naturalizado la servidumbre: como pueden prescindir de las riquezas, más fácilmente prescinden de la libertad. A los pueblos del Norte no puede faltarles la libertad, ya que ella les proporciona más medios de lucha para satisfacer todas sus necesidades. Los pueblos del Norte se hallan en un estado forzado, si no son libres o bárbaros; los del Sur en un estado violento, si no son esclavos.
CAPÍTULO IV
Principales diferencias entre el comercio de los antiguos y el actual
El mundo llega algunas veces a situaciones que cambian la forma del comercio. En la actualidad, el comercio de Europa se hace principalmente de Norte a Sur. La diferencia de climas es causa de que unos pueblos tengan necesidad de los productos de otros. Así, por ejemplo, se llevan al Norte los vinos del Mediodía, lo que origina un comercio que no conocieron los antiguos; por eso antiguamente se medía la capacidad de los barcos por celemines de trigo y ahora por toneladas, medida de los líquidos.
El comercio antiguo de que tengamos conocimiento se hacía entre los puertos del Mediterráneo y estaba casi limitado al Mediodía; y ahora apenas si comercian entre sí los pueblos de igual clima, porque tienen todos ellos las mismas cosas. Es la razón por la cual el comercio de Europa no era en otras épocas tan extenso como en nuestros días.
No hay contradicción entre esto y lo que he dicho antes de nuestro comercio con las Indias: la diferencia excesiva de los climas da por resultado que las necesidades recíprocas sean nulas.
CAPÍTULO V
Otras diferencias
El comercio, unas veces destruído por los conquistadores y otras veces paralizado por los monarcas, recorre toda la tierra; huye de donde se ve oprimido y descansa donde se le deja respirar: hoy reina donde antes no había más que desiertos, mares y rocas; donde ayer reinó ya no hay más que desiertos.
Al ver hoy la Cólquide convertida en una vasta selva, donde el pueblo en disminución constante no defiende su libertad sino para venderse a los Turcos y a los Persas, nadie creería que esta comarca, en tiempo de los Romanos, hubiera tenido ciudades populosas cuyo comercio atraía a todas las naciones del mundo. Hoy no se encuentra allí ningún monumento, ningún vestigio de su prosperidad;
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