Educación
Enviado por brandonfoster8 • 12 de Diciembre de 2014 • 39.451 Palabras (158 Páginas) • 174 Visitas
En este libro, publicado en 1997, el conocido cientista político Giovanni Sartori, aborda el papel que están desempeñando los multimedios y la televisión en especial en el público, así como también las características de la opinión pública en las democracias representativas de hoy, fuertemente dirigidas por el mundo de las imágenes y de los sondeos de opinión. A diferencia de otras obras teóricas del autor como “la Política” o “teoría de la democracia”, ésta es una reflexión de los tiempos aguda, crítica, pesimista, diríamos casi apocalíptica. Sin embargo, es un libro que cumple con el papel de alertar, de llamar la atención a todas aquellas personas involucradas en procesos educativos, tanto a nivel familiar como institucional respecto de la influencia de la televisión en el plano individual, político y cultural. De fácil y rápida lectura, no es por ello una obra superficial. Invita a reflexionar en el mundo que se está viviendo y ayuda a darse cuenta de los eventuales peligros a que podrían llevaos los multimedia y muy particularmente la televisión, cuando se erige como el único factor de socialización de la persona desde su niñez. La tesis central de Sartori es que la televisión y el video (imagen) modifican radicalmente y empobrecen el aparato cognoscitivo del “homo sapiens”, a tal punto que anula su pensamiento y lo hace incapaz de articular ideas claras y diferentes, hasta llegar a fabricar lo que él denomina un “proletariado intelectual”, sin ninguna consistencia. La cultura audiovisual es inculta y por lo tanto, no es cultura, afirma Sartori. Del “homo sapiens”, producto de la cultura escrita, se ha pasado al “homo videns”, producto de la imagen. Es más, el autor afirma que la televisión en la época actual no sería solo un instrumento, sino que es una “paideia”, un medio que genera un nuevo “ántropos”, esto es, un nuevo tipo de ser humano.
Nos parece tan radical esta afirmación, porque equivale a imaginarnos que el hombre está expuesto a un sólo tipo de influencia (la televisión) en el mundo moderno, dejando de lado otros factores de socialización. La formación de la opinión pública es un proceso complejo, dinámico en el cual intervienen elementos que entran y salen de un embudo o túnel de la causalidad, según lo explican los autores Miller, Stokes y Coverse. Sartori arremete decididamente en contra de la televisión, ya que ella sería la primera escuela del niño, formado en la imagen y después, transformado en un hombre que no lee, cuya capacidad de abstracción y de entender se ha visto empobrecida.
Esta afirmación nos parece particularmente grave, puesto que aunque Sartori no lo dice explícitamente, se debe reconocer que en la época actual hay dos instituciones socializadoras en crisis: la familia, como primera formadora de hábitos, valores y actitudes y la segunda en importancia cronológica: la educación, las que deben ir en estrecha consonancia al menos en los primeros años de formación de la persona.
En esta obra Sartori se concentra solamente en los efectos cognoscitivos que la televisión produciría en el hombre. Se olvida que no basta la información para que exista una correcta opinión pública que sirva de contrapeso real a otros poderes de la sociedad. El “homo videns” sólo podría resurgir como una persona si a la dimensión cognoscitiva se le agrega la dimensión ética-formativa. La época en que el autor escribiera su libro, fue antes de la caída del muro de Berlín.
Quizás ahora Sartori ha sustituido las ideologías por el poder total que le concede a la televisión, no ya como un mero instrumento, sino como un elemento que EN SI Y POR SI MISMO PROMUEVE E INSPIRA LOS CAMBIOS EN LA SOCIEDAD, al modo como se concebían los efectos de los medios en su primera fase, en la que se les atribuía
un gran poder, fruto de la experiencia vivida en la segunda guerra mundial, en donde la opinión pública estaba totalmente manipulada y controlada por el estado.
Lo cierto es que las democracias modernas son un tanto más complejas, se vive lo que Robert Dahl denomina una “poliarquía”, esto es, han surgido una multiplicidad de actores que compiten entre si e influyen en la sociedad. Sartori cuando habla del tema de la formación de la opinión pública afirma que las opiniones son ciegas y débiles por la influencia de la televisión y de la sondeodependencia, para referirse al poder que han tomado las encuestas de opinión.
Como se sabe, éstas son un mero instrumento empírico para medir opiniones en un momento dado, y constituyen meras probabilidades, tendencias o aproximaciones a la verdad, y por lo tanto, pueden equivocarse. Falta un mayor espíritu crítico en la sociedad para saber interpretarlas y sin duda, la televisión no ayuda mucho a ello. Concretamente en lo que se refiere a la influencia de la televisión en la política, ella la personaliza, la hace más emotiva, “rompe el equilibrio entre pasión y racionalidad”, homogeniza y hasta promueve el conflicto. El resultado final es que el pueblo se debilita, no decide la solución de los temas. Con mucha propiedad, Sartori advierte que a un incremento del “demopoder”, debería corresponder un incremento del “demosaber”. De otra forma, la democracia se convierte en un sistema de gobierno en que son los más incompetentes los que deciden.
El demos debilitado de Sartori lo está no sólo en su capacidad de entender, sino también en su pérdida del sentido de comunidad. La televisión crea una “multitud solitaria” y lo que nos espera es una “soledad electrónica”. Nuevamente se pierde la noción de persona y de público. Lo que prima en Sartori es esa visión pesimista de la multitud, presa de sus emociones, incapaz de pensar por si sola, expuesta a una sola influencia y determinada por ella, sin libertad.
En este libro Sartori expone un pensamiento extremo, en el que se le atribuye un poder casi total a la televisión y al poder de la imagen. Sartori lleva a una pregunta fundamental: ¿es que el hombre ha perdido su libertad? O más bien dicho, ¿la ha entregado al instrumento creado por él? El hombre debe ser cada día más persona y menos individuo aislado, servirse del progreso y de la tecnología como instrumentos del bien, sin erigirlos como dioses, ni olvidar que “está llamado a vivir en comunión con Dios a través de su prójimo”, que los medios de comunicación son meros instrumentos que no sustituyen personas ni políticas, por lo tanto tienen un valor relativo y deben ser puestos al servicio del bien de la persona, que la opinión pública arranca del individuo libre y que para ello es esencial distinguirla de la Verdad, para ser verdaderamente “doxa”
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