El Discurso
Enviado por Damont28 • 5 de Octubre de 2014 • 1.097 Palabras (5 Páginas) • 216 Visitas
El hombre y su historia se resume en la relación intrínseca entre las palabras y el pensamiento. Cuando el hombre se pervierte, el lenguaje inevitablemente es victima de este proceso, no en vano Octavio Paz afirma que “el hombre es un ser de palabras” . El lenguaje, en su sentido más amplio, no solo es responsable de estructurar y transmitir contenidos específicos, también es capaz de transformar y condicionar las conductas de los oyentes. Es ineludible que como individuos, adquiramos, y por ende, hagamos uso de ciertos códigos característicos del la sociedad en la que vivimos, manufacturados por los libros, la televisión, los periódicos, el internet y, en muchos casos, condicionamos nuestra conducta a través de los demás entes pertenecientes al entramado social. Es cierto que de forma innata contamos con alguna cantidad de datos, pero es la dinámica social quién impulsa la gran mayoría de la información que hacemos nuestra. La retórica es una muestra de ello.
El discurso, según la Real Académia Española implica la “facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por indicios y señales”. Se puede interpretar este concepto como el sentido positivo del discurso. También lo define como un “escrito o tratado de no mucha extensión, en que se discurre sobre una materia para enseñar o persuadir”.
Friedrich Hölderlin apuntaba que “El lenguaje es el bien más precioso y a la vez el más peligroso que se ha dado al hombre”. En este sentido, el discurso político como medio de expresión dentro de la sociedad es, sin lugar a dudas, uno de los mecanismos más emblemáticos y controversiales con el que se busca modificar o distorsionar la percepción de la realidad para lograr un determinado fin. El discurso es más que una compilación de frases.
En la Venezuela actual, altamente politizada, estamos expuestos a infinidad de casos donde la demagogia es usada con extraordinaria frecuencia. El colectivo, en su mayoría indefenso ante muchos de los postulados manifestados, ven como sus miedos y esperanzas son descritas, observan como sus fracasos y perjuicios son usados y remplazados solo por el afán de aumentar el carisma de sus “lideres”. Es indudable y en extremo alarmante, como nos transformamos en un público subordinado e indulgente ante lo que escuchamos.
Aquellos oradores de oficio, apelando a nuestra historia bajo un enorme sesgo decantado por el ensayo y error, demuestran inevitablemente el objetivo primario de su discurso: convertirnos en un público amilanado y, sobre todo, alienado.
Rafael Cadenas explica este hecho y expone que el “hombre masa” esta habituado a productos de baja calidad, abrumado por la incesante propaganda diaria presente en los medios de los que dispone, en una época donde el lenguaje se encuentra supeditado a una inmediatez obsesiva. Somos compradores de lo irreal, vivimos en un mundo poco veraz, satírico, donde se exponen imágenes falsas para convertirnos en dóciles adeptos.
Varios investigadores han apoyado la idea del discurso como medio de acción y de intervención política. Pierre Bourdieu, uno de los más destacados sociólogos del siglo XX señala que “El trabajo político se reduce, en lo esencial, a un trabajo sobre las palabras, por que las palabras contribuyen a construir el mundo social” . El discurso político, en esencia, busca crear una relación bidireccional de empatía entre el emisor y el receptor, mediante la integración y esquematización sistemática
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