POLÍTICA Y DIPLOMACIA EN LA FRONTERA DE BUENOS AIRES: EL ROL DE LOS “MEDIADORES CULTURALES” (SIGLO XVIII)
Enviado por florcitarockera • 25 de Abril de 2017 • Documentos de Investigación • 9.978 Palabras (40 Páginas) • 358 Visitas
POLÍTICA Y DIPLOMACIA EN LA FRONTERA DE BUENOS AIRES:
EL ROL DE LOS “MEDIADORES CULTURALES” (SIGLO XVIII)
Florencia Carlón*
RESUMEN
A lo largo de este trabajo analizaremos el rol que les cupo a los mediadores culturales durante las negociaciones de paz que se suscitaron entre hispano-criollos e indígenas en la frontera sur bonaerense. Escogimos tomar como eje instancias político-diplomáticas concretas. Se trata de dos momentos del siglo XVIII en los cuales se enviaron embajadas diplomáticas desde las tolderías a Buenos Aires o viceversa, las que culminaron en la firma de tratados escritos. En todas ellas se visibiliza la importancia de los intérpretes, embajadores/as de paz, baqueanos, etc. como auxiliares de la política desplegada por caciques y autoridades coloniales. Pretendemos, de esta manera, conocer las implicancias que la medicación tuvo en las relaciones interétnicas durante el siglo XVIII.
Palabras claves: frontera- diplomacia- mediadores culturales-siglo XVIII.
ABSTRACT
Throughout this paper we analyze the role that overtook the cultural brokers in the peace negotiations among Hispanic and Indians in the southern Buenos Aires border. We chose to take a political-diplomatic specific instances axis. These two moments of the eighteenth century in which diplomatic embassies were sent from Buenos Aires to tolderías or vice versa, which culminated in the signing of written agreements. In all of them the importance of interpreters, ambassadors / as peace, baqueanos, etc. made visible as auxiliaries to the policy deployed by liderchiefs and colonial authorities. We intend, in this way, knowing the implications that the medication had on inter-ethnic relations in the eighteenth century.
Keywords: borderlands -diplomacy- cultural brokers- XVIII century.
INTRODUCCIÓN
La reformulación de la idea de frontera como “zonas de contacto” (Pratt 1997), o “mundos intermedios” (Gruzinski 1999), permitió relativizar aquella interpretación polarizada de “aculturación” y “resistencia” como tendencias excluyentes asociadas al contacto entre grupos culturales diferentes (De Jong y Rodríguez 2005). A su vez, posibilitó identificar fragmentos de sociedades y culturas diversas intercambiando bienes, enfrentándose y negociando, mezclándose biológica y culturalmente, reinterpretando a, su modo, valores y prácticas de la otra parte (White 1991).[1]
Sin abolir la oposición binaria propia de la situación colonial (Voigt 2002), ni el resultado final donde una de las dos sociedades se impuso sobre la otra, consideramos que en los espacios fronterizos se generaron realidades originales y también desiguales[2], diferentes a las propias de los mundos específicamente colonial e indígena. Entre las denominaciones que se les asignaron a las realidades engendradas por el contacto encontramos el de “lógica mestiza”[3] y “etnogénesis”[4] (Boccara 2000, 2001), “pensamiento mestizo”[5] (Gruzinski 2000), y “middle ground”[6] (White 1991). Entre aquellos múltiples emergentes de los “espacios intermedios” a los que se refirió White (1991), creemos se encuentran los mediadores culturales. Se trata de sujetos mestizos -no necesariamente biológicos-, que actuaron vinculando universos políticos, sociales y culturales diversos que entraron en contacto durante el proceso de conquista y colonización europea en el continente americano. Intérpretes y traductores, guías de exploradores, comerciantes, misioneros, líderes indígenas, funcionarios y militares de frontera, se erigieron como mediadores por excelencia, recibiendo diferentes denominaciones tales como ‘cultural brokers’ (Richter 1988, Szasz 1994) ‘passeurs culturels’ (Ares y Gruzinski 1997, Moro 1997), o ‘intermediarios culturales’ (Ratto 2002), ‘cruzadores de fronteras’ (Vila 2000 Weber 2007), ‘movilizados culturales’ (Mills 2004), o ‘go-betweens’ (Hagedorn 1988, Hart 1998, Metcalf 2005).[7]
En este artículo nos proponemos analizar el rol que les cupo a los mediadores culturales durante las negociaciones de paz que siguieron a dos ciclos de conflicto en la frontera bonaerense: los acuerdos que llevaron a la paz del Casuatii (1742) y al tratado de Cabeza de Buey (1790). Proponemos a modo de hipótesis que, lejos de reducirse a la política desplegada por caciques y autoridades de frontera, otros sujetos fronterizos intervinieron actuando como mediadores culturales, ayudando al entendimiento entre los interlocutores políticos oficiales.
La documentación analizada es de tipo edito e inédito, siendo el Archivo General de la Nación, sala IX, Comandancia de Fronteras y las Actas de los Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad las principales fuente de información. Así como documentación edita del Archivo General de Indias, compilada por Miguel Ángel Palermo y ubicada en la Biblioteca del Museo Etnográfico “Juan. B. Ambrosetti”, Buenos Aires. El cruce de esta documentación con bibliografía específica sobre el tema nos permitió realizar tal reconstrucción.
MEDIADORES Y FRONTERAS: BREVE ESTADO DEL ARTE
La mediación ha sido un tema ampliamente trabajado en la frontera norteamericana, mediante estudios como los de Hagedorn (1988), quien analizó la función de los intérpretes que intercedieron políticamente entre iroqueses y británicos en el norte de Virginia. Por su parte, Hart (1998), siguió la trayectoria de intermediarios diplomáticos a los que identificó como “go-betweens” y Merrell (1999), reconstruyó el trabajo que realizaban los mensajeros que se internaban en los bosques de Pensylvania para establecer acuerdos entre nativos y europeos. Por otra parte, algunos trabajos más actuales están contemplando el rol de la mujer indígena como mediadora en instancias políticas y económicas. El libro de Barr (2007), junto a la compilación realizada por Perdue (2001), incluyen trayectorias de mujeres indígenas que oficiaron de mediadoras y embajadoras de paz entre nativos y colonizadores Van Kirk (1988) y Shoemaker (1995), las distinguieron como principales intermediarias comerciales en Norteamérica y Canadá.[8] En Hispanoamérica, el mayor exponente de mediación cultural quizá haya sido “La Malinche”, aquella india que ofició de intérprete entre Cortés y los aztecas durante la conquista de México (Lanyon 1999). Metcalf (2005) se concentró en quienes actuaron como guías e intérpretes de exploradores y misioneros durante la colonización del Brasil, sosteniendo que el éxito de la empresa portuguesa de conquista y colonización se basó en la formación y el control de los go-between. Por su parte, Martínez Mauri (2010), analizó la emergencia de interlocutores políticos entre los Kuna de Panamá, quienes para la autora, se consolidaron como líderes étnicos al interceder entre sus comunidades y los colonizadores, por lo que prefiere hablar de mediadores culturales y políticos. En un ámbito más cercano como la Araucanía, Payás y Alonso (2009) analizaron situaciones de mediación lingüística durante las negociaciones de paz, identificando una serie de cargos burocráticos como los ‘Capitanes de amigos’ o el ‘Lengua General’ que surgieron por la necesidad de comunicarse y lograr acuerdos entre nativos y europeos. Un reciente estudio sobre la frontera chaqueña (Lucaioli 2011), analiza los usos políticos del cautiverio, esgrimiendo que los cautivos actuaron como verdaderos “dispositivos de mediación” interétnica entre grupos abipones y segmentos de la sociedad colonial[9] y en el espacio andino-colonial, Jurado (2010), indaga en un caso de interpretación lingüística del siglo XVII. En la frontera sur rioplatense también son múltiples las instancias en las que se divisa a los mediadores culturales. Se los identifica articulando relaciones comerciales y laborales en el caso de los comerciantes o conchavadores indios (León Solís 1991), estableciendo vínculos de sociabilidad y parentesco (Davies 2009, Bjerg 2009), o en instancias político-diplomáticas como “indios amigos”, “indios aliados” o “indios fronterizos” (Ratto 2005, Villar y Jiménez 1996, Roulet 1999-2001). Muchos de ellos cruzaron las fronteras y habitaron en las tolderías voluntariamente. Este es el caso de los “agregados”, “refugiados” (Ortelli 1999, Salomón Tarquini 2002), o “allegados” (Mandrini 1991), “renegados” (Mayo y Latrubesse 1998, Villar y Jiménez 2005), “aindiados” (Villar y Jiménez 1997), y “desertores” (Nacuzzi 2011). Este también fue el destino de aquellos indígenas que optaron por vivir entre cristianos, así como el de muchos “cautivos”[10] y “rehenes” que al volver a su lugar de origen, pasaban a ser portadores de un conocimiento sobre esos “otros” que les permitió cumplir funciones como “lenguaraces”, “intérpretes” o “baqueanos” (Cutrera 2003, Ratto 2006, Roulet 2009, Villar y Jiménez 2009). Finalmente, se observan ciertos individuos que, manteniendo su pertenencia socio-étnica, actuaron como mediadores por poseer condiciones particulares para ello. Nos referimos a los misioneros (Davies 2010), quienes tenían gran estima entre los indígenas y a las mujeres indias, quienes por su capacidad de escucha y persuasión y al estar vinculadas a los caciques y linajes principales sirvieron como “embajadoras de paz” (Roulet 2009), u oficiaron de “intérpretes” (Palermo 1994), al ser muchas de ellas ladinas en lengua española. Todos ellos tienen en común haber sido indispensables para lograr el entendimiento entre sociedades, aunque no perdemos de vista que en determinadas situaciones, como las halladas por Villar, Jiménez y Alioto (2009), más que servir de nexo, generaron nuevos conflictos. Ratto (2005), estableció una distinción respecto los mediadores que resulta útil al momento de seguir la trayectoria de estos personajes, aunque en la práctica ambas formas de mediar se imbrican y complementan haciendo difícil aislar ambas esferas. Al trabajar ambos tipos de mediación durante un período particular de las relaciones interétnicas como fue “negocio pacífico de indios”[11], durante el gobierno de Rosas en la provincia de Buenos Aires (1829-1832), Ratto (2005, 2009), menciona que por un lado se encontraban los ‘intermediados oficiales’ o políticos, quienes organizaban diplomáticamente las relaciones interétnicas (caciques amigos/aliados y autoridades coloniales de frontera), cuyos vínculos permiten ver los objetivos políticos y/o estratégicos que tenía cada una de las partes. Pero, por otro lado, se hallaban los ‘intermediarios culturales’, quienes actuaban en la vida cotidiana, favoreciendo el diálogo y las transferencias entre culturas, adoptando y/o difundiendo rasgos culturales de las sociedades en contacto.[12]No obstante, no se han producido aún estudios concretos sobre la mediación cultural en instancias políticas formales a lo largo del siglo XVIII, el período que nos ocupa. Respecto las personas que comenzaron a circular en las fronteras, Nacuzzi (2011), considera que en el siglo XVIII pudieron haber funcionado como una especie de pioneros de lo que en el siglo siguiente serían aceitados mecanismos de prestaciones y contraprestaciones entre la sociedad indígena y los “blancos”. En ese sentido, creemos posible reconstruir algunas de las instancias políticas formales donde su función fue primordial para iniciar negociaciones interétnicas, resolver conflictos o sellar acuerdos y tratados de paz durante el período.
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