CAPÌTULO III “SOCIEDAD Y ECONOMÌA EN EL PAÌS EGIPCIO: GENERALIDADES”
Enviado por Claudio Carreras • 16 de Noviembre de 2016 • Resumen • 1.805 Palabras (8 Páginas) • 343 Visitas
CAPÌTULO III “SOCIEDAD Y ECONOMÌA EN EL PAÌS EGIPCIO: GENERALIDADES”
El autor denomina a Egipto como un país particularmente rural, prestándole absoluta importancia a sus actividades laborales agrícolas que estaban influidas por la explotación de su rico valle fluvial. Era destacada la excelencia de sus campos, la fertilidad de sus tierras, la facilidad de trabajo y rentabilidad para la producción de las cosechas.
Además, Egipto era codiciado por su gran valor como almacenador y surtidor de cereales. La civilización egipcia estuvo marcada por la importancia de su economía y ecosistema; los cultos y divinidades relacionados con la fecundidad de la vegetación y la fertilidad de la tierra.
En cuanto a la familia egipcia, el autor pone énfasis en la alta estima que el egipcio tiene de la misma, la define como la unidad básica de la sociedad, refiriéndose a la familia nuclear, el marido y la mujer, a los que se añadían los hijos que pudieran tener. No había fuertes vínculos en otros grados de parentesco y prueba de ello es que el léxico egipcio es muy pobre al respecto.
La convivencia familiar era compleja ya que un matrimonio joven podía vivir con los padres de alguno de los cónyuges, esto se debía a la imposibilidad de mantener una vivienda o por una razón puramente económica.
El matrimonio egipcio parece que era una cuestión de la esfera privada y de la propia voluntad de convivencia de los esposos, no había ningún tipo de ceremonia religiosa u oficial. Es posible que fuera acompañado de alguna celebración familiar o social.
Había también contratos signados entre los contrayentes, no se trataba de ningún ritual, sino una costumbre o moda destinada a clarificar la situación patrimonial de los contrayentes y el destino de los bienes de cada uno.
Lo que parece claro es que los egipcios consideraban que la condición matrimonial era una meta y el Estado normal de lo que había que aspirar; tenía que ser monógamo, por regla general tanto por el uso y la costumbre como razón de índole económica. Pero teniendo en cuenta a la familia real, (que constituirá siempre algo especial) no estaba prohibido el tener varias esposas, o de disfrutar de una o más concubinas al lado de la esposa oficial.
Pero la cuestión de las propiedades del matrimonio era cuidadosamente tratada. Parece que la cuestión de la mujer a la hora de heredar o de exigir una paga por parte del marido en caso de divorcio, era relativamente favorable para ella. Se pudo constatar que las propiedades que entraban en una casa se dividían en tres partes, una de las cuales iba destinada a la esposa en caso de divorcio o viudez, y las otras dos a los hijos del matrimonio.
La posición en general de la mujer dentro de la sociedad egipcia es relativamente favorable porque el mundo egipcio era político y culturalmente de predominio masculino, aunque el papel de la mujer no era desdeñable.
La mujer tenía dificultado el acceso a los puestos de gobierno o administrativas pero cabe destacar el lugar que ocupa la esposa en las tumbas de los altos funcionarios y cortesanos importantes se asignaban al lado de sus maridos.
Sin embargo, también encontramos la otra cara de la moneda que presenta a la mujer en situaciones precarias o injustas, vistas con un prisma negativo y denigrante.
En todo el Próximo Oriente antiguo, aparece la imagen de la viuda abandonada y desvalida, comparable al huérfano y al pobre y que era objeto de asistencia piadosa y de protección por parte de los gobernantes.
El objeto fundamental del matrimonio egipcio es la procreación, el tener hijos, ya que éstos estaban destinados a que continuaren el puesto del padre, sucediéndole en el cargo y convirtiéndose así para el anciano en el “bastón de la vejez”.
El nacimiento de un hijo venía acompañado de rituales y prácticas tradicionales, por ejemplo la parturienta debía estar en su lugar, en una habitación separada de la casa familiar, acuclillada sobre unos poyetes de ladrillo preparados para la llegada del nacido y era acompañada por dos o tres mujeres preparadas para asistirla.
También era costumbre enterrar a los recién nacidos fallecidos en el propio suelo de la vivienda.
Si los niños sobrevivían se les daba un nombre relativo a anécdotas sobre el nacimiento, alusiones a fechas del mismo o a alguna divinidad.
La infancia transcurría entre el cuidado de la familia y los juegos, de tipo atlético o físico normalmente a veces utilizando una pelota.
Los egipcios relacionaban a la formación de la familia con la adquisición de un hogar y una casa. Las casas variaban de acuerdo a la posición social, los hombres adinerados de la alta sociedad eran los que podían acceder a una mansión grande y compleja con diferentes habitaciones como salas, dormitorios, grandes patios, cocinas, estancias para la servidumbre, almacenes, entre otras.
Las casas de las familias egipcias, eran por lo general, pequeñas, de adobe, con paredes gruesas, ambientes con escasa intimidad, tenían ventanas sólo para la ventilación de las mismas.
En la estructura social y económica del mundo egipcio, los mismos no daban relevancia a dejar constancias sistemáticas de los sectores jerárquicos en que la sociedad se articulaba y no depusieron por escrito sus actividades económicas. La literatura y el arte, como fuentes indirectas, reflejaban algunos rasgos emanados de la corte o del ámbito de los templos.
Se hace alusión a las jerarquías socio-económicas de Egipto, en las que Heródoto realiza una personal nominación de siete clases de egipcios: sacerdotes, guerreros, boyeros, porquerizos, mercaderes, intérpretes y pilotos; considerando la situación de status y prestigio del individuo a su actividad socio-laboral.
Teniendo en cuenta la elite cortesana y funcionarial la figura del cortesano era la de un funcionario público o empleado de la burocracia administrativa, existiendo un sector acomodado y minoritario de la sociedad.
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