El Faraon Y As Estrellas
Enviado por mactomc • 28 de Febrero de 2014 • 3.981 Palabras (16 Páginas) • 374 Visitas
Los "Textos de las Pirámides"([1]) nos han transmitido unas creencias esotéricas que nos hablan del modo en que el espíritu del faraón, tras su muerte, debe ser objeto de diversas transformaciones en el Más Allá, en un proceso que habrá de culminar con su manifestación como espíritu akh, ser de luz o espíritu luminoso, que se integrará en la divinidad suprema de Re([2]). En este estudio pretendemos aproximarnos a las creencias que los sacerdotes egipcios llegaron a desarrollar acerca de los mundos que el espíritu de su rey debía atravesar antes de arribar, finalmente, a ese reino de la luz de Re.
Tras la muerte, el espíritu del faraón debía iniciar un viaje por esos mundos que se integraban en la concepción egipcia del Más Allá. En esta civilización, tan plagada de misterios, cuando llegaba el momento de la muerte el espíritu del rey debía ponerse en marcha e iniciar un viaje hacia la morada celestial. A lo largo de ese viaje debía atravesar diversos espacios geográficos a los que vamos a acercarnos utilizando para ello los textos funerarios que estos hombres representaron en las paredes de las pirámides reales.
Los "Textos de las Pirámides" fueron escritos en los tiempos del Reino Antiguo. Entonces se pensaba que solamente el faraón podía acceder al reino celestial de Re. En esos primeros momentos ningún otro hombre tenía posibilidad de alcanzar ese lugar. Solo en tiempos posteriores, tras las amargas experiencias que los egipcios vivieron en el Primer Periodo Intermedio, esa esperanza de arribar al reino de la luz habría de extenderse a capas más amplias de la población gracias a la difusión de los Misterios de Osiris.
Textos de las Pirámides
Fue en los tiempos del Reino Antiguo cuando los egipcios fijaron por escrito los viejos conjuros y sortilegios que los sacerdotes recitaban cuando se producía la muerte de sus reyes. Con esas fórmulas inscritas en las paredes de las tumbas se rememoraban los rituales que habían permitido a Isis conseguir la resurrección de Osiris([3]). Los conjuros, que hoy conocemos con el nombre de "Textos de las Pirámides", fueron descubiertos en las cámaras subterráneas de las pirámides reales de varios reyes del Reino Antiguo, desde Unas hasta Pepi II.
Los textos contienen rúbricas en las que se detallan los rituales y ademanes que el sacerdote oficiante debía realizar mientras iba recitando las fórmulas mágicas, es decir, tenían una finalidad litúrgica, extendiéndose por el interior de cada pirámide desde los corredores de entrada hasta la cámara del sarcófago. La finalidad última de esos conjuros no era sino propiciar el acceso del faraón, una vez fallecido, a las estrellas, en donde habría de asimilarse al propio Re e iniciar una vida eterna. A través de la resurrección gloriosa que los textos pretendían facilitar se producía la apoteosis del monarca que ascendía a los cielos y se reunía en las alturas con sus hermanos los dioses.
Los "Textos de las Pirámides" expresan con claridad que el destino del espíritu del rey es ascender al cielo y situarse entre las estrellas imperecederas: "Yo asciendo al cielo –dice el rey en TP 1123- entre las Estrellas Imperecederas, mi hermana es Sotis([4]), mi guía es la Estrella Matutina, y ellas toman mi mano..." Una vez en el reino del cielo, el rey lo recorrerá acompañando a Re, la suprema divinidad: "Recorro el cielo como Re" –nos dirá nuevamente el faraón fallecido en TP 130- y en 131 nos confirmará que: "Pertenezco a aquellos que se encuentran en la comitiva de Re, quienes están antes de la estrella de la mañana".
En las fórmulas 128 y 129 el rey solicita la ayuda de los dioses que presiden las más importantes concepciones cosmogónicas de Egipto (Heliópolis y Hermópolis), a los que considera sus compañeros, para que pueda ser asimilado a ellos: "Oh vosotros dos Compañeros que cruzáis el cielo, que sois Re y Thot([5]), llevadme con vosotros, para que yo pueda comer de lo que vosotros coméis, para que yo pueda beber de lo que vosotros bebéis, para que yo pueda vivir de lo que vosotros vivís, para que yo pueda sentarme donde vosotros os sentáis, para que yo pueda ser fuerte por medio de lo que os hace fuertes, para que yo pueda navegar en lo que vosotros navegáis..."
En esos momentos del Reino Antiguo los egipcios ya pensaban que su rey tenía asegurada la vida eterna en el Más Allá, lo que permitía su identificación con las denominadas "estrellas imperecederas", es decir, las que nosotros conocemos como "circumpolares", que por no desaparecer nunca del cielo eran consideradas por los egipcios como inmortales. Veamos uno de esos conjuros (TP 1080):
"Estoy espalda con espalda con los dioses del norte del cielo, las Estrellas Imperecederas; (por eso) no pereceré.
Las (estrellas) inagotables, (por eso) no me agotaré.
(Las) que no pueden ser arrastradas fuera (del cielo), (por eso) no seré arrastrado fuera".
El cielo de Re
Los "Textos de las Pirámides" nos dicen que el espíritu del rey, una vez transformado en akh imperecedero, es decir, en un espíritu luminoso, se encaminaba al cielo, al nuevo mundo en el que habría de vivir eternamente. El cielo es el dominio por excelencia de las divinidades; es allí donde gozan de la eternidad y es allí en donde el rey, convertido también en dios, vivirá millones de años. Allí, en el cielo, es donde se sitúan las estrellas. Es el reino celestial, el reino de la luz, donde Re es el supremo dios.
En estos tiempos del Reino Antiguo el mundo celestial era concebido como una inmensa extensión rodeada por el agua y atravesada por diversos canales y corrientes de agua. El cielo sería, sobre todo, una inmensa masa de agua situada encima de la tierra, por la que los dioses navegaban en barcas. En los cuatro puntos cardinales del cielo había cuatro puertas que solamente podían ser atravesadas por los dioses y los espíritus de los reyes fallecidos. Los hombres no podían acceder al reino de la luz. En el costado occidental del cielo existía un lugar, el cenit, por el que Re (el sol) al anochecer descendía en su barca solar para iniciar el viaje por la noche del que habría de emerger al día siguiente, con el amanecer.
Los "Textos de las Pirámides" nos hablan también, como de un mundo independiente de la tierra y del cielo, de lo que denominan Nun (Abismo), igualmente asociado a la idea de agua pero que se distinguiría por la ausencia de luz y de vida. El Nun sería una extensión también inmensa de agua que se situaría encima del cielo. Allí reinaría la oscuridad perpetua. Nunca nadie, ni siquiera los dioses, se adentró allí. El Nun egipcio, posiblemente, vendría a representar las profundidades insondables
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