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LAS SIETE LÁMPARAS DE LA ARQUITECTURA


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2018  •  Ensayo  •  853 Palabras (4 Páginas)  •  144 Visitas

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LAS SIETE LÁMPARAS DE LA ARQUITECTURA.

Capitulo VII

La lámpara de la obediencia.

Ha sido mi preocupación mostrar en las páginas precedentes como toda forma de arquitectura noble es, en cierta manera, la encarnación de la política, la vida, la historia y la de religiosa de los pueblos.

Tampoco en la menor entre las fuentes de satisfacción más formal con que me he encontrado en la persecución de un objetivo que al principio, parecía pesar poco en las graves intereses de la humanidad.

El equilibrio en que consiste la belleza de la creación esta entre las leyes de la vida y del ser de las cosas gobernadas y las de la dominación general a la que están sujetas.

Una mota de polvo obedece menos priva, menos instantáneamente a la gravitación que el sol y la luna; el océano desciende y crece bajo influjos que el lago y el rio desconocen; así también, para estimar la dignidad de cualquier acción u ocupación humanas.

Tal severidad, por tanto ha de ser singular en el caso de ese arte, superior a todos los demás, cuyas obras son las más extensas y comunes; exigen para su practica la cooperación de gremios de personas, y para su perfección la preservación de sucesivas generaciones.

No pasa un día que no oigamos a los arquitectos ingleses llamar a la originalidad, a inventar un estilo nuevo: exhortación tan sensata y necesaria como pedir a una persona que nunca vistió suficiente para librarse del frio, que invente una forma nueva de cortar un traje.

Si tenemos un código de leyes buenas, es de una importancia increíblemente nimia que sean nuevas o viejas, foráneas o autóctonas, romanas o sonajas, normandas o inglesas. Pero si la tiene, y considerable, que tengamos un código de leyes de una u otra clase, y que se acepte y aplique de un lado al otro de la isla; no una ley que sirva para York, y otra distinta para Exeter.

La originalidad no tiene que ver con nada semejante. Quien tenga el don, adoptara un estilo que funcione, el estilo de su tiempo, en el trabajara, por él se hará famoso, y todo lo que con el haga parecerá tan fresco como si cada uno de sus preceptos acabara de bajar del cielo.

Por consiguiente, nunca se ambicionara en sí mismo ni la originalidad ni el cambio, por buenos que puedan ser.

Las formas de arquitectura ya conocidas nos parece lo bastante buenas, y mejores con mucho que alguno de nosotros; habrá tiempo de sobra para pensar en cambiarlas por otras mejores cuando podamos emplearlas tal como son.

Arquitectura y toro el arte, pues creo que aquella ha de ser el principio de las artes, a la cual seguirán las demás en un ritmo y orden; y creo que la prosperidad de nuestras escuelas de pintura y escultura, a las que nadie negara vida, aunque si muchos la salud, depende de la de nuestra arquitectura.

De la misma manera, cuando a un muchacho se le enseña a escribir en latín, al principio se le exige una autoridad para la expresión utilizada; a medida que se convierte en maestro del lenguaje, se ira permitiendo ciertas licencias, se sentirá con derecho a hacerlo, prescindirá de toda autoridad, y al mismo tiempo escribirá mejor latín que cuando tomaba de prestado cada expresión individual.

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