LA RUEDA DE LA VIDA ELIZABETH KÜBLER-ROSS
Enviado por jdiegoj476 • 25 de Julio de 2017 • Informe • 92.229 Palabras (369 Páginas) • 466 Visitas
LA RUEDA DE LA VIDA
ELIZABETH KÜBLER-ROSS
Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN
Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era
Rosario – Argentina
Adherida al Directorio Promineo
FWD: www.promineo.gq.nu
ÍNDICE
1. La casualidad no existe
PRIMERA PARTE "EL RATÓN"
2. El capullo
3. Un ángel moribundo
4. Mi conejito negro
5. Fe, esperanza y amor
6. Mi propia bata
7. La promesa
8. El sentido de mi vida
9. Tierra bendita
10. Las mariposas
SEGUNDA PARTE "EL OSO"
11. En casa para cenar
12. La Facultad de Medicina
13. Medicina buena
14. La doctora Elisabeth Kubler-Ross
15. El Hospital Estatal de Manhattan
16. Vivir hasta la muerte
17. Mi primera conferencia
18. Maternidad
19. Sobre la muerte y los moribundos
20. Alma y corazón
21. Mi madre
22. La finalidad de la vida
23. La fama
24. La señora Schwartz
25. ¿Hay algo después de la vida?
TERCERA PARTE "EL BÚFALO"
26. Jeffy
27. Vida después de la muerte
28. La prueba
29. Intermediarios hacia el otro lado
30. La muerte no existe
31. Mi conciencia cósmica
32. El hogar definitivo
33. El sida
34. Healing Waters
CUARTA PARTE "EL ÁGUILA"
35. Servicio prestado
36. La médica rural
37. Graduación
38. La señal de Manny
39. La mariposa
40. Sobre la vida y el vivir
Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo, que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa.
Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bellísima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios.
De una carta a un niño enfermo de cáncer
"EL RATÓN" (infancia).
Al ratón le gusta meterse por todas partes,
es animado y juguetón, y va siempre por delante de los demás.
"EL oso" (edad madura, primeros años)
El oso es muy comodón y le encanta, hibernar. Al recordar su mocedad, se ríe
de las correrías del ratón.
"EL BÚFALO" (edad madura, últimos años).
Al búfalo le gusta recorrer las praderas.
Confortablemente instalado, repasa su
vida y anhela desprenderse de su pesada
carga para convertirse en águila.
"EL ÁGUILA" (años finales).
Al águila le entusiasma sobrevolar
el mundo desde las alturas, no a fin de
contemplar con desprecio a la gente, sino
para animarla a que mire hacia lo alto.
1. LA CASUALIDAD NO EXISTE.
Tal vez esta introducción sea de utilidad. Durante años me ha perseguido la mala reputación. La verdad es que me han acosado personas que me consideran la Señora de la Muerte y del Morir. Creen que el haber dedicado más de tres decenios a investigar la muerte y la vida después de la muerte me convierte en experta en el tema. Yo creo que se equivocan.
La única realidad incontrovertible de mi trabajo es la importancia de la vida.
Siempre digo que la muerte puede ser una de las más grandiosas experiencias de la vida. Si se vive bien cada día, entonces no hay nada que temer.
Tal vez éste, que sin duda será mi último libro, aclare esta idea. Es posible que plantee nuevas preguntas e incluso proporcione las respuestas.
Desde donde estoy sentada en estos momentos, en la sala de estar llena de flores de mi casa en Scottsdale (Arizona), contemplo mis 70 años de vida y los considero extraordinarios. Cuando era niña, en Suiza, jamás, ni en mis sueños más locos —y eran realmente muy locos—, habría pronosticado que llegaría a ser la famosa autora de Sobre la muerte y los moribundos, una obra cuya exploración del último tránsito de la vida me situó en el centro de una polémica médica y teológica. Jamás me habría imaginado que después me pasaría el resto de la vida explicando que la muerte no existe.
Según la idea de mis padres, yo tendría que haber sido una simpática y devota ama de casa suiza. Pero acabé siendo una tozuda psiquiatra, escritora y conferenciante del suroeste de Estados Unidos, que se comunica con espíritus de un mundo que creo es mucho más acogedor, amable y perfecto que el nuestro. Creo que la medicina moderna se ha convertido en una especie de profeta que ofrece una vida sin dolor. Eso es una tontería. Lo único que a mi juicio sana verdaderamente es el amor incondicional.
Algunas de mis opiniones son muy poco ortodoxas. Por ejemplo, durante los últimos años he sufrido vanas embolias, entre ellas una de poca importancia justo después de la Navidad de 1996. Mis médicos me aconsejaron, y después me suplicaron, que dejara el tabaco, el café y los chocolates. Pero yo continúo dándome esos pequeños gustos. ¿Por qué no? Es mi vida.
Así es como siempre he vivido. Si soy tozuda e independiente, si estoy apegada a mis costumbres, si estoy un poco desequilibrada, ¿qué más da? Así soy yo.
De hecho, las piezas que componen mi existencia no parecen ensamblarse bien. Pero mis experiencias me han enseñado que no existen las casualidades en la vida. Las cosas que me ocurrieron tenían que ocurrir.
Estaba destinada a trabajar con enfermos moribundos. Tuve que hacerlo cuando me encontré con mi primer paciente de sida. Me sentí llamada a viajar unos 200.000 kilómetros al año para dirigir seminarios que ayudaban a las personas a hacer frente a los aspectos más dolorosos de la vida, la muerte y la transición entre ambas. Más adelante me sentí impulsada a comprar una granja de 120 hectáreas en Virginia, donde construí mi propio centro de curación e hice planes para adoptar a bebés infectados por el sida. Aunque todavía me duele reconocerlo, comprendo que estaba destinada a ser arrancada de ese lugar idílico.
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