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Jovenes En Riesgo


Enviado por   •  23 de Junio de 2014  •  2.192 Palabras (9 Páginas)  •  224 Visitas

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Adolescentes y riesgo

En el pasado, la adolescencia y la juventud eran consideradas meras etapas de tránsito entre la edad infantil y la edad adulta, por lo que pasaban normalmente desapercibidas en la planificación de programas preventivos de salud. Ahora la balanza se ha inclinado y hemos saltado a considerarlos prioritarios en muchas de nuestras políticas y actuaciones. Aún así, la atención a los adolescentes y jóvenes se centra, con demasiada frecuencia, en comportamientos problemáticos muy específicos, altamente perturbadores para los adultos, renunciando a la visión holística necesaria para dar respuesta a las necesidades que se plantean en este periodo de la vida. Sin esa visión integradora, aceptamos a considerar la relación que se establece entre ellos y sus conductas “altamente arriesgadas” como algo lineal, cuando en realidad no lo es.

El incremento en la esperanza de vida y los nuevos referentes y metas sociales hacen cada vez más difícil distinguir entre adolescencia y juventud. Las etapas evolutivas tienden a dejar de tener límites claros, alargándose o acortándose en el tiempo, definiendo el entorno y la sociedad donde vivimos el periodo en el que se encuentra un sujeto. Los ambientes rurales o urbanos, el hecho de pertenecer culturalmente a un lugar o ser inmigrante y, por supuesto mucho más determinante, habitar en países desarrollados o en aquellos que no pertenecen a esta categoría, influyen de manera diferente y determinante en nuestras actuaciones individuales y, por lo tanto, en el momento evolutivo al que nos adherimos.

Hay, en cambio, un amplio consenso científico en considerar el periodo de la adolescencia como una etapa fundamental en el devenir del hombre como individuo, ya que se producen procesos claves en el desarrollo que nos permiten, por primera vez, tener la capacidad suficiente para conducir nuestro proyecto vital hacia donde nosotros queramos. Sin embargo, el contexto donde se desenvuelven actualmente y la rapidez con el que éste se modifica, inducen a una disminución de la influencia directa que la familia o el sistema escolar tienen sobre el entorno que rodea a este colectivo, contextos en los que la sociedad ha confiado tradicionalmente para la correcta transmisión de pautas culturales y sociales, donde las normas permanecían claras y la construcción moral del individuo se realizaba tal y como era esperable.

Entre los procesos claves que se producen en estos ciclos caben destacar (Krauskopf, 1993): la exploración, la necesidad de diferenciarse de su contexto más cercano (familia, fundamentalmente), y la búsqueda de pertenencia y de proyección vital. La búsqueda de respuestas a estas carencias les lleva, al mismo tiempo, a ser protagonistas actualmente de cambios sociales y pautas culturales que se incorporan a la sociedad donde viven y que transmitirán a las generaciones futuras, pasando a formar parte de lo que definirá a estas etapas en un futuro.

Asimismo, demandan al adulto una reorganización de sus propios roles, teniendo que establecer nuevos modelos de autoridad y de pautas educativas y de socialización. En este periodo es donde se produce la mayor intensidad en la interacción entre los deseos individuales, los nuevos aprendizajes, las pautas socialmente admitidas y las posibilidades o carencias que nos ofrece el entorno.

La adolescencia implica empezar a dar respuesta o iniciar la búsqueda de quién es uno realmente o de quién espera llegar a ser. Para responder a esta pregunta se necesitan, por un lado, entornos estables donde los referentes sociales, las normas, las metas, etc. estén altamente definidas. Pero también es necesario que el adolescente se implique y participe en un proceso continuo de toma de decisiones, de búsqueda de información y de nuevas experiencias donde realizar nuevos aprendizajes o puedan poner en práctica lo ya aprendido. Sin embargo, toda esta gran maquinaria de interrelaciones está siendo, actualmente, dañada por numerosos elementos que dificultan la construcción final de lo que uno quiere o aspira a ser.

La rapidez con la que se producen los cambios en la sociedad están obligando al adolescente y joven, y en última instancia a todos, a replantearse continuamente su identidad. Los referentes ya no son la familia o los profesores, pero no sólo porque haya una necesidad de diferenciación frente a los otros, también por un cambio en las estructuras sociales que obligan a buscar nuevos referentes y contextos de socialización, y los únicos a los que el joven encuentra en ese camino es a su grupo de iguales.

Estos cambios obligan a la familia y los entornos educativos formales a que se replanteen su papel actual, aceptando su limitaciones y ofrezcan nuevas respuestas acordes con las demandas y condiciones actuales. Las desigualdades sociales, la inestabilidad escolar y laboral, la necesidad permanente de capacitación requerida para conseguir su posicionamiento en la sociedad y la consecución de logros exitosos mediante otras vías más inmediatas, les conduce a los jóvenes a explorar y encontrar gratificación a sus necesidades en otros entornos donde sí encuentran referentes útiles y estables, y donde ellos se sienten protagonistas: los contextos de ocio, que han pasado a constituirse en el epicentro actual de la socialización.

El análisis, sin embargo, no está completo si no introducimos un componente más en este juego de interacciones: el concepto de riesgo. Este término y su concreción va a depender del actor que valore el riesgo y del momento histórico y cultural en el que se sitúe. Aunque una forma de expresarlo, sin pretensión de constituirse en definición, incluye elementos como incertidumbre, dilema, desconcierto. En resumen, podría enunciarse el riesgo como la probabilidad de que ocurra un suceso no deseado en una situación ante las que nos exponemos intencionadamente.

Atendiendo a esta formulación es obvio que todos afrontamos numerosas situaciones de riesgo a lo largo de nuestra vida, pero tradicionalmente se ha considerado que riesgo y adolescencia van íntimamente unidos, y así es. La búsqueda de identidad personal, la incertidumbre ante el futuro y la falta de planificación real del mismo, entre otros factores, le pueden llevar a explorar gratificaciones más inmediatas, sin tener en cuenta otras consecuencias, favoreciendo el incremento de conductas de riesgo (Gadner, 1993). A esta premisa se unen las líneas de investigación que apuntan, además, al hecho de que la elección de esas situaciones proporciona al adolescente animación o entusiasmo por lo que encuentra y no elementos de ansiedad que le indiquen que debe protegerse más en dichas situaciones, debido a su falta de experiencia vital y a la carencia

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