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Grupos Religiosos Y Políticos En Tiempos De Jesús


Enviado por   •  6 de Julio de 2015  •  6.061 Palabras (25 Páginas)  •  656 Visitas

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Grupos religiosos y políticos en tiempos de Jesús

Los fariseos

Organización de los fariseos

Los fariseos, cuyo nombre significaba “los separados” (parûs) o “los santos” (qadôs), eran el grupo religioso más sobresaliente en la época de Jesús. Se llamaban así porque propugnaban ser el “resto escogido por Dios” para la salvación, la verdadera comunidad mesiánica que el día del juicio sería la primera en ser salvada. No se componía precisamente de gentes del estrato superior, sino que abarcaba toda categoría social, e incluso gentes sin formación en su mayoría. Sin embargo, su relación con los escribas era muy estrecha. Todos los fariseos del sanedrín eran escribas, y aunque podía haber escribas no fariseos, no era lo común. Por eso fariseo y escriba eran en tiempos de Jesús palabras que casi venían a significar lo mismo.

Los fariseos se agrupaban en comunidades fariseas (habûrôt), de tendencia muy cerrada. No se podía ser fariseo si no se pertenecía a alguna habûrôt. Sólo en Jerusalén, en tiempos de Jesús, había varias de estas comunidades. Tenían en sí muchos fines de interés público y obras de beneficencia. Eran una parte muy importante del pensar fariseo, cuyos pilares básicos eran: la pureza, las prescripciones de la ley, y las buenas obras caritativas.

Las comunidades fariseas de Jerusalén tenían reglas concretas para la admisión de los miembros, lo cual muestra su carácter de comunidades particulares. Antes de la admisión había un período de prueba de un mes o un año de duración, durante el cual tenía que dar el postulante pruebas de su capacidad para observar las prescripciones rituales. Una vez terminado el período de prueba, el candidato se comprometía a observar los reglamentos de la comunidad sobre la pureza y el diezmo; en la época antigua esta promesa tenía lugar delante de un escriba, miembro de la comunidad. Desde entonces el fariseo era miembro (haber) de una asociación (habûrah).

Estas asociaciones tenían sus jefes y sus asambleas; éstas, según parece, estaban ligadas a una comida en común, especialmente el viernes por la tarde, al comienzo del sábado. Parece que las asociaciones fariseas intervenían a veces en público, para dar pésames o con ocasión de acontecimientos gozosos. Tenían su propia justicia interior; entre otras cosas, podían pronunciarse sobre la expulsión de un miembro.

A pesar de ser el grupo religioso de mayor número, éste era más bien pequeño. Su número oscilaría sobre los 6000 a 7000 en toda Palestina.

Debido a la confusión que muchas veces se tenía sobre los conceptos de escriba y fariseo se asimilaba a uno con el otro, pero existen claras diferencias. No todos los escribas son fariseos. Los jefes y los miembros influyentes de la comunidades fariseas eran escribas. (Nicodemo era un escriba y era fariseo, también lo eran los famosos Hillel y Gamaliel). Había también escribas que defendían posturas fariseas sin pertenecer a ninguna habûrah, pero eran muchos menos que los que no pertenecían a los fariseos.

En su mayoría, los miembros de las habûrôt no eran escribas. Había un gran número de sacerdotes que eran fariseos. También había miembros del clero, que sin tener la formación de escribas, eran fariseos. Precisamente los miembros del clero solían someterse con gran escrupulosidad a las exigencias fariseas sobre la pureza. Los sacerdotes tomaron mucha parte en el movimiento fariseo, lo cual se explica por el hecho de que este movimiento tenía su foco en el templo; dicho movimiento intentaba elevar a categoría de norma general, válida también para los que no eran sacerdotes, las prescripciones sobre la pureza que la Escritura imponía a los sacerdotes para consumir la porción que les estaba reservada. Pero estos escribas, sacerdotes y levitas, no constituían más que la parte rectora de los fariseos. Los laicos que se agregaban a las comunidades fariseas y se comprometían a observar las prescripciones fariseas sobre el diezmo y la pureza eran con mucho los más numerosos.

Las innumerables prescripciones sobre las relaciones comerciales entre los fariseos y no fariseos hacen conocer mejor los círculos que formaban la gran masa de los fariseos: eran comerciantes, artesanos y campesinos quienes formaban parte de lahabûrah. En resumen, las comunidades fariseas se componían principalmente de pequeños plebeyos, gentes del pueblo sin formación de escribas, hombres serios y prestos a consagrarse. Pero, muy frecuentemente, eran duros y orgullosos para con la gran masa, el “pueblo del país” (‘ammê ha-’ares), quienes no observaban como ellos las prescripciones religiosas de los escribas fariseos; respecto de estas gentes, se consideraban los fariseos como el verdadero Israel.

En cuanto a la organización de las habûrah debemos decir que tenían extraordinarias semejanzas con la de las comunidades esenias, pues no en balde ambos movimientos se formaron en la misma época (la revolución macabea). De aquí que sirvan para las comunidades fariseas los mismos métodos de admisión de los esenios: un escriba inspector (archonte para los fariseos y mabaqqer para los esenios) se encargaba de examinar al candidato. El inspector le hace conocer las disposiciones jurídicas secretas de la comunidad. El candidato presta juramento de entrada, se le consigna en la lista de miembros y pasa por una prueba durante dos años, al término del cual se le considera miembro de pleno derecho. Las faltas graves son castigadas con una exclusión temporal o definitiva.

Pensamiento de los fariseos

Los fariseos estaban preocupados por la estricta interpretación y observancia de la Torá, siendo el extremo más radical en la aplicación de los preceptos con el mayor detalle posible. De hecho, tenían en tanta estima, e incluso más, a la interpretación tradicional de la Torá, la halaká o tradicional oral, que a la propia Torá escrita. “Es más culpable enseñar contra las enseñanzas de los escribas que contra la Torá misma”, decían.

Creían en la inmortalidad del alma y en la existencia de una vida después de la muerte, donde los justos son resucitados en un nuevo cuerpo material y los malvados sufren un castigo eterno. La resurrección se realizaría al final de los tiempos, cuando se impusiera el reino mesiánico. La realización de buenas obras, son para ellos, por tanto, un aspecto esencial para garantizarse la salvación en el mundo futuro. Este aspecto de la resurrección les distanciaba de sus acérrimos adversarios, los saduceos, que negaban esta doctrina. Del mismo modo, los fariseos admitían la existencia de ángeles y demonios, mientras que los saduceos no.

También la doctrina de la providencia divina y el destino separaba a fariseos y saduceos. Los fariseos creían que tanto las buenas obras como

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