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VIA CRUCIS


Enviado por   •  9 de Abril de 2014  •  6.964 Palabras (28 Páginas)  •  464 Visitas

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VIA CRUCIS

ORACIÓN INICIAL

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor Jesucristo, has aceptado por nosotros correr la suerte del gano de trigo que cae en tierra y muere para producir mucho fruto (Jn 12, 24). Nos invitas a seguirte cuando dices: «El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). Sin embargo, nosotros nos aferramos a nuestra vida. No queremos abandonarla, sino guardarla para nosotros mismos. Queremos poseerla, no ofrecerla. Tú te adelantas y nos muestras que sólo entregándola salvamos nuestra vida.

Mediante este ir contigo en el Vía crucis quieres guiarnos hacia el proceso del grano de trigo, hacia el camino que conduce a la eternidad. La cruz ˆla entrega de nosotros mismosˆ nos pesa mucho. Pero en tu Vía crucis tú has cargado también con mi cruz, y no lo has hecho en un momento ya pasado, porque tu amor es por mi vida de hoy. La llevas hoy conmigo y por mí y, de una manera admirable, quieres que ahora yo, como entonces Simón de Cirene, lleve contigo tu cruz y que, acompañándote, me ponga contigo al servicio de la redención del mundo.

Ayúdame para que mi Vía crucis sea algo más que un momentáneo sentimiento de devoción.

Ayúdanos a acompañarte no sólo con nobles pensamientos, sino a recorrer tu camino con el corazón, más aún, con los pasos concretos de nuestra vida cotidiana. Que nos encaminemos con todo nuestro ser por la vía de la cruz y sigamos siempre tu huellas. Líbranos del temor a la cruz, del miedo a las burlas de los demás, del miedo a que se nos pueda escapar nuestra vida si no aprovechamos con afán todo lo que nos ofrece.

Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que prometen vida, pero cuyos resultados, al final, sólo nos dejan vacíos y frustrados. Que en vez de querer apoderarnos de la vida, la entreguemos.

Ayúdanos, al acompañarte en este itinerario del grano de trigo, a encontrar, en el «perder la vida», la vía del amor, la vía que verdaderamente nos da la vida, y vida en abundancia (Jn 10, 10).

PRIMERA ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte

V /. Te adoramos o Cristo y te bendecimos.

R /. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 22-23.26

Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

MEDITACIÓN

El Juez del mundo, que un día volverá a juzgarnos, está allí, humillado, deshonrado e indefenso delante del juez terreno. Pilato no es un monstruo de maldad. Sabe que este condenado es inocente; busca el modo de liberarlo. Pero su corazón está dividido. Y al final prefiere su posición personal, su propio interés, al derecho. También los hombres que gritan y piden la muerte de Jesús no son monstruos de maldad. Muchos de ellos, el día de Pentecostés, sentirán «el corazón compungido» (Hch 2, 37), cuando Pedro les dirá: «Jesús Nazareno, que Dios acreditó ante vosotros [...], lo matasteis en una cruz...» (Hch 2, 22 ss). Pero en aquel momento están sometidos a la influencia de la muchedumbre. Gritan porque gritan los demás y como gritan los demás. Y así, la justicia es pisoteada por la bellaquería, por la pusilaminidad, por miedo a la prepotencia de la mentalidad dominante. La sutil voz de la conciencia es sofocada por el grito de la muchedumbre. La indecisión, el respeto humano dan fuerza al mal.

ORACIÓN

Señor, has sido condenado a muerte porque el miedo al «qué dirán» ha sofocado la voz de la conciencia. Sucede siempre así a lo largo de la historia; los inocentes son maltratados, condenados y asesinados. Cuántas veces hemos preferido también nosotros el éxito a la verdad, nuestra reputación a la justicia. Da fuerza en nuestra vida a la sutil voz de la conciencia, a tu voz. Mírame como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida. El día de Pentecostés has conmovido en corazón e infundido el don de la conversión a los que el Viernes Santo gritaron contra ti. De este modo nos has dado esperanza a todos. Danos también a nosotros de nuevo la gracia de la conversión.

SEGUNDA ESTACIÓN

Jesús con la cruz a cuestas

V /. Te adoramos o Cristo y te bendecimos.

R /. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Mateo 27, 27-31

Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.

MEDITACIÓN

Jesús, condenado por declararse rey, es escarnecido, pero precisamente en la burla emerge cruelmente la verdad. ¡Cuántas veces los signos de poder ostentados por los potentes de este mundo son un insulto a la verdad, a la justicia y a la dignidad del hombre! Cuántas veces sus ceremonias y sus palabras grandilocuentes, en realidad, no son más que mentiras pomposas, una caricatura de la tarea a la que se deben por su oficio, el de ponerse al servicio del bien. Jesús, precisamente por ser escarnecido y llevar la corona del sufrimiento, es el verdadero rey. Su cetro es la justicia (Sal 44, 7). El precio de la justicia es el sufrimiento en este mundo: él, el verdadero rey, no reina por medio de la violencia, sino a través del amor que sufre por nosotros y con nosotros. Lleva sobre sí la cruz, nuestra cruz, el peso de ser hombres, el peso del mundo. Así es como nos precede y nos muestra cómo encontrar el camino para la vida eterna.

ORACIÓN

Señor, te has dejado escarnecer y ultrajar. Ayúdanos a no unirnos a los que se burlan de quienes sufren o son débiles. Ayúdanos a reconocer tu rostro en los humillados y marginados. Ayúdanos a no desanimarnos ante las burlas del mundo cuando se ridiculiza la obediencia a tu voluntad. Tú has llevado la cruz y nos has invitado a seguirte por ese camino (Mt 10, 38). Danos fuerza para aceptar la cruz, sin rechazarla;

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