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Via Crucis


Enviado por   •  8 de Diciembre de 2013  •  8.499 Palabras (34 Páginas)  •  463 Visitas

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VÍA CRUCIS

EN FE VERDADERA

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Con la Carta apostólica “Porta fidei” del 11 de octubre 2011, Benedicto XVI ha proclamado un Año de la fe que comenzará el 11 de octubre 2012, fecha del 50º aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará el 24 de noviembre 2013, Solemnidad de Nuestro Señor JesuKristo, Rey del Universo.

El sucesor de Pedro, Benedicto 16, desea colocar en el centro de la atención de la Iglesia, aquello de mayor importancia: El encuentro con JesuKristo y la belleza de la fe en Él.

Las Indicaciones pastorales para el Año de la Fe nos enseñan que, esta primera virtud dada por el Buen Padre Dios, para que seamos sus hijas e hijas «es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo» (Porta fidei, 37; en adelante Pf). La fe es un acto personal y comunitario: es un don de Dios, para vivirlo en la gran comunión de la Iglesia y comunicarlo al mundo.

La Fe verdadera esta fundada en el encuentro con Jesucristo resucitado; por esto mismo debe ser siempre redescubierta integralmente y en todo su esplendor. «También en nuestros días la fe es un don que hay que volver a descubrir, cultivar y testimoniar para alcanzar la gracia de vivir la belleza y la alegría de ser cristianos» (Pf2). La Fe verdadera se fortalece, dándola, enseñó Juan Pablo II; predica el Evangelio y lo veras.

Entre otras sugerencias particulares, se recomiendan iniciativas ecuménicas, mejorar la calidad de la formación catequística, utilizar ampliamente los nuevos lenguajes de la comunicación y del arte, en “transmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones; promover un “diálogo renovado y creativo entre fe y razón mediante simposios, congresos y jornadas de estudio, especialmente en las Universidades católicas”; sin olvidar que la propuesta central sigue siendo la celebración de la fe en la liturgia, concretamente en la Eucaristía, porque “en la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización.

El Año de la fe «será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía» (Pf,31). En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor. De máxima importancia serán las homilías sobre la fe o algunos de sus aspectos específicos, como por ejemplo, "el encuentro con Cristo", "los contenidos fundamentales del Credo" y "la fe y la Iglesia" (Pf,32). Así mismo, el catecismo de la Iglesia católica ha de regresar a los hogares, como base sólida para confesar y profundizar la doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre» (Pf,33) Así se espera que todo el pueblo cristiano comience una especie de misión entre las personas con quienes viven y trabajan, conscientes de haber «recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos» (Pf,36).

«Sé muy bien en quien tengo puesta mi Fe» (2 Timoteo 1,12): estas palabras de San Pablo nos ayudan a comprender que la Fe verdadera «es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (Pf,37). La fe como confianza personal en el Señor y la fe que profesamos en el Credo son inseparables, se evocan y exigen mutuamente. Hay un fuerte vínculo entre la fe vivida y sus contenidos: la fe de los testigos y confesores es también la fe de los apóstoles y doctores de la Iglesia.

PADRE JESÚS ANÍBAL, MISIONEROS DEL KAMINO.

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2

Primera estación Sufrimiento de Jesús en el Huerto de Getsemaní

Señor JesuKristo: La Fe verdadera sufre soledad, mientras el tropel de las gentes se refugian en las falsas creencias que les extorsionan con sus espectáculos de ilusionismo, o de terrorismo espiritual.

Entonces debemos recordar que, tú has querido creer en nosotros, los seres humanos; nos has llamado para que seamos tus apóstoles, tus discípulos misioneros, tus discípulas misioneras. Muy a pesar, del profundo conocimiento sobre nuestra fragilidad y debilidad ante el pecado, en todas sus formas, nos has llamado para que estemos junto a ti, y para enviarnos, como tus Discípulos Misioneros Y Discípulas Misioneras.

Llamaste a los doce, llamaste a otros setenta y dos; te hiciste acompañar de varones sencillos, humildes, comunes y corrientes; de mujeres santas, como María Santísima, tu inmaculada, y sin igual, Madre; te acompañaron, también, otras mujeres, no tan santas, las cuales quisiste liberar de sus demonios; sin embargo, en el lugar de la Oración, en el lugar del encuentro íntimo con el Padre, te haz sentido solo; los tuyos duermen, y el que está despierto, ha perdido la fe en ti, y prefiere cualquier cantidad de dinero.

Que difícil es acompañarte, estar contigo, en Espíritu y Verdad; no de mentiras, de labios para fuera. Que difícil es ser personas practicantes de la Fe verdadera, y no simples creyentes; pues creyente es hasta el diablo. Que difícil es ser humildes, y no fariseos que dicen y no hacen, que predican y no aplican, que se convierten en jueces implacables, contrarios a toda misericordia y bondad.

Cuanto sufres, Señor y Redentor nuestro, por la falta de Fe verdadera, de Fe que sea verdadera Luz, capaz de iluminar nuestra propia vida, capaz de sacarnos de la endemoniada tristeza que mata, capaz de fortalecernos con la fuerza del Espíritu Santo, para vivir con Esperanza nuestras dificultades, y esperar confiados, porque en Dios, todo servirá para nuestro bien.

Enseñanza del santo Evangelio según San Lucas 22, 39-46 (Mateo 26,36-46; Marcos 14,34-42).

“Salió [Jesús] y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos; le siguieron también los discípulos. Llegado al lugar, les dijo: Oren para no caer en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, puesto de rodillas, Oraba así: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y sumido en agonía, insistía más en su Oración. Su sudor se hizo como de gotas de sangre que caían en tierra. Levantándose de la Oración, vino donde

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