Capitalismo y Trabajo

La psicología (organizacional) como dispositivo capitalista

El siguiente texto versa sobre una de las situaciones más controversiales y escandalosas de los últimos años, situación que atañe tanto a propios como extraños, y no porque sea de interés común, sino porque de alguna manera sus raíces alcanzan a la población en general, por una u otra razón: la inmersión de la psicología -dispositivos psicológicos- en el área laboral; que ya sea por necesidad, problemática o simple innovación, ha venido a revolucionar la dinámica en las relaciones laborales específicamente, y por tanto sociales. Se podría considerar este escrito como una especie de intento por aproximarnos y abordar -más determinar o teorizar- el estudio práctico de cómo la psicología y el capitalismo confluyen e interactúan dentro del ámbito organizacional; propuesta que al igual que todo lo redactado aquí (propio y ajeno), no es sino una más de las múltiples interpretaciones de y sobre la realidad social en cuanto a dicho fenómeno.

        Pareciera que el trabajo de la psicología en general consiste en inmiscuirse, reconocer, modificar, posibilitar y mejorar múltiples aspectos de la vida y de las relaciones de la humanidad, por lo menos eso es lo que se cree; puesto que ésta psicología se ha aplicado a fin de modificar, resolver y transformar problemáticas de realidades tanto individuales como sociales. Quizás ignoramos el lado enmarañado de lo que es, o lo que se ha y hemos hecho de ella: una psicología cruda, un sutil dispositivo –discursos psicológicos- que institucionaliza y que si bien posibilita o modifica situaciones en la sociedad, los resultados no siempre coinciden con ésta psicología ideal. Actualmente se han abordado algunos de los modos por los cuales el discurso capitalista se fue introduciendo en el discurso de la psicología; este movimiento implica el reconocimiento de  eventos tanto teóricos como metodológicos, y además planteamientos éticos y políticos; mediante los cuáles se han creado diversos aparatos ideológicos con el fin de controlar la dinámica social, específicamente dentro de las organizaciones laborales.

        Parafraseando a Ramos (2011), desde siempre, la psicología se ha constituido –e instituido- a lo largo del siglo XX como un discurso que porta un conocimiento poderoso acerca de aquello que el sujeto padece, aunque también un saber sobre aquello que el mismo sujeto puede llegar a dar en términos de producción. Notamos como éste autor, traslada un poco de la relación psicología-capitalismo-trabajo, a un enunciado; claro ejemplo de cómo es que la psicología ha contribuido a esta modificación y establecimiento de ciertos principios en el área laboral, en pos de una mayor productividad sin importar muchas veces el costo de recursos económicos y ambientales, e inclusive de recursos humanos, o las condiciones bajo las cuáles se desempeñan. Y con todo esto no pretendo determinar que la psicología sea una tirana, más bien que de trasfondo hay todo un entramado de sistemas y estructuras que maniobran todo su saber, para llevar a cabo una psicologización y estandarización de lo que es “normal”, “aceptable” y “productivo”, y así categorizar y encasillar a todos y cada uno de los sujetos en el puesto indicado para ellos y sus habilidades/capacidades.

        Pero ¿cómo se ha logrado convencer a las personas de que existen puestos adecuados para ellas?, ¿la cantidad –paga- que remunera su actividad de forma “justa”? o ¿de qué tal o cual empleo es más conveniente para su desempeño?; es aquí dónde encuentra su lugar en el engranaje, el discurso psicológico y todas aquellas técnicas de las que se ha valido para fungir como un dispositivo predictor de conductas en un principio y actualmente predictor de cogniciones (pensamientos), emociones y creencias, que de alguna u otra forma manipulan y controlan a las masas y masillas –personas-.

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