Critica A La Escuela
Enviado por rudy0009 • 2 de Julio de 2013 • 2.708 Palabras (11 Páginas) • 294 Visitas
La crítica a la escuela. El radicalismo norteamericano en la década de 1970.
Las vidas de los niños*
*En Olac Fuentes Molinar (Comp.), Crítica a la escuela. El reformismo radical en Estados Unidos, México, SEP/El Caballito, 1985, pp. 121-130. [publicado originalmente en George Dennison, las vidas de los niños, Lya Cardoza, (Trad.), México, Siglo XXI, 1972. Nota del Ed.]
George Dennison
[…]
josé había fracasado en todo. Después de cinco años en las escuelas públicas, no sabía leer, no podía sumar y no tenía los más mínimos conocimientos de historia y geografía.
Se nos describió como poseedor de “motivaciones pobres”, carente de “habilidad para leer” y (de nuevo) poseedor de “un problema de lectura”.
Pero ¿qué son esas entidades que poseía y carecía? ¿existe algo como “un problema de lectura” o “motivaciones” o “habilidad para leer”?
El decir “problema para leer” es marcar n pequeño círculo alrededor de José y especificar sus contenidos: sílabas, deletreo, gramática, etcétera.
Ya que hablamos de un niño real, hablamos también de libros reales, de maestros reales y de salones de clase reales. Y los niños reales, después de todo, no leen sílabas sino palabras; y las palabras, aun las palabras impresas, tienen la propiedad de la voz; y las voces no existen en el vacío, sino en clases sociales claramente indicadas.
¿Por medio de qué proceso se unieron José y su texto escolar? ¿Este proceso es parte de su problema de lectura? ¿Quién le pide que lea el libro? Alguien se lo pide.
¿Con qué voz y con qué propósito, y con qué interés o falta de interés por el resultado? Y ¿quién escribió el libro? ¿para quién lo escribieron? ¿Fue escrito para José? ¿puede José, en realidad, participar de la vida que parece ofrecer el libro?
¿y qué hay acerca del fracaso para leer de José? No podemos detenernos ante el hecho de que queda en blanco. ¿Cómo lo hace? ¿Qué hace? Es imposible, después de todo, estar sentado allí, sin escuchar. Está sentado allí haciendo algo. ¿Está soñando despierto? Y si es así, ¿qué? Tales ensoñaciones, ¿son parte del problema de lectura de José? ¿Le preguntó el maestro en que estaba pensando? El no haberle preguntado, ¿Es parte del problema para leer de José?
La palabra impresa es una extensión de la palabra hablada. Leer es salir al mundo por medio de la palabra hablada. Leer es conversar. ¿Y si este mundo más grande es atemorizador e insultante?, ¿debemos o no incluir el temor y el insulto en el problema de lectura de José?
¿Existe en la mente una facultad dedicada a la percepción y al recuerdo del a b c? ¿o existe sólo una inteligencia, modificada por el placer, el dolor, la esperanza, etcétera? Obviamente, José tiene poca habilidad para leer pero, tal como lo indiqué, leer no es sólo un pequeño asunto de sílabas y palabras. Entonces, tampoco es un asunto pequeño la facilidad para leer. Ello incluye, también, sus relaciones típicas con los adultos, con otros niños y consigo mismo: porque está ferozmente dividido dentro de sí mismo y este conflicto está en el corazón de su problema de lectura.
El problema de lectura de José es José. O, dicho de otra manera, no existe algo así como el problema de lectura. José odia las escuelas, los libros y los maestros y, entre otros defectos – del mismo corte - , no puede leer. ¿Es esto un problema de lectura?
En suma, un problema de lectura no es un hecho de la vida, sino un hecho de la administración escolar. No describe a José, sino a la acción representada por la escuela: la de ignorarlo todo de José, excepto su respuesta a las letras impresas.
Hagamos algo obvio para variar y observemos a José. Esta pequeña ojeada a su conducta es lo que pudo haber visto un visitante durante los primeros meses de José en la First Street School.
Está parado en el zaguán, hablando con Vicente y Julio. Yo estoy sentado solo en el salón de clases, en una de las sillas de los estudiantes. Frente a mí hay un pedazo de papel y sobre él una frase de cinco palabras. Las palabras aparecen de nuevo debajo de la frase, en tres columnas, de modo que cada palabra está repetida varias veces. Ya que José llegó con nosotros con un problema de lectura, veamos qué relación podemos encontrar entre esas docenas de sílabas y la extraordinaria conducta que muestra.
Había estado hablando animadamente en el corredor. Ahora que se acerca a mí, su cara se contrae espasmódicamente y los grandes ademanes de sus brazos se reducen a casi nada. No hay nadie cerca de él y está en absoluta libertad de rechazar la clase; sin embargo, comienza a retorcerse de un lado a otro, como si alguien lo llevara del brazo. Se amarra lo pantalones, saca el labio superior y fija los ojos en el suelo. Su frente está hinchada y arrugada como la de un hombre que sufre un gran dolor físico. Sus ojos están vidriosos. Repentinamente, se estremece, levanta la cabeza y endereza los hombros. Pero sus ojos siguen vidriosos. Bosteza abructamente y se tira en la silla junto a mí, abierto de piernas y brazos. Ahora me mira y sonríe con su típica sonrisa, una fanfarronada afrentosa, sin enbargo, valiente y atractiva: “Está bien, hombre, empecemos”. Le señalo la frase y él la dice rápidamente, ya que su memoria no es mala y la recuerda con claridad del día anterior. Cuando le pido que lea las mismas palabras en las columnas de abajo, repite la frase con enojo y golpea las columnas con el dedo, porque no había leído la frase ni por asomo sino, simplemente, la había recordado. Se carcajea y se ruboriza. Ahora se pone alerta y se agacha sobre el papel, escudriñando sus claves: borrones, marcas de lápiz al azar, sus propios garabatos del día anterior. Me echa miradas sagaces, tratando de interpretar las diferentes expresiones de mi rostro. Trata de reconstruir en su mente la secuencia entera de la lección de ayer, a modo que las palabras escritas sirvan de clave para las habladas y al repetir las habladas parecerá que está leyendo. La energía intelectual – y el cacumen – que pone en esto sería más que suficiente para aprender a leer. Aquí vale la pena mencionar que cada vez que llega a la palabra escrita “Yo”,* cae en la confusión, aunque al conversar no experimenta tal dificultad.
Entonces, ¿Cuáles son los problemas de José? Uno de ellos, con seguridad, lo constituye el hecho de que no sabe leer. Pero este problema, evidentemente, es causado por otros problemas, más fundamentales; realmente su fracaso en la lectura no debe describirse como problema, sino como síntoma. Sólo con mirar a José vemos cuales son sus problemas: vergüenza, temor, resentimiento, rechazo de otros y de sí, angustia, desprecio de sí mismo y soledad. Ninguno de ellos
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