Estado Y Globalizacion
Enviado por lmmf • 31 de Mayo de 2013 • 9.880 Palabras (40 Páginas) • 301 Visitas
1.- Estado y Globalización
El Estado es un concepto político que se refiere a una forma de organización social soberana y coercitiva, formada por un conjunto de instituciones involuntarias, que tiene el poder de regular la vida nacional en un territorio determinado.
El concepto de Estado difiere según los autores, pero algunos de ellos definen el Estado como el conjunto de instituciones que poseen la autoridad y potestad para establecer las normas que regulan una sociedad, teniendo soberanía interna y externa sobre un territorio determinado. Max Weber, en 1919, define el Estado como una unidad de carácter institucional que en el interior de un territorio monopoliza para sí el uso de la fuerza legal. Por ello se hallan dentro del Estado instituciones tales como las fuerzas armadas, la administración pública, los tribunales y la policía, asumiendo pues el Estado las funciones de defensa, gobernación, justicia, seguridad y otras como las relaciones exteriores.
La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.
La praxis en general se orienta hacia la realización del sentido en la propia existencia. La praxis política, en cuanto praxis, también se encuentra exigida por esa realización, bajo las condiciones que determinan la situación política. Pero ¿qué ocurre aquí con el Estado? El Estado es, en definitiva, el producto de la acción humana: puede ser considerado como expresión de la praxis política. En cuanto tal, está determinado no sólo por los criterios específicamente políticos, sino que también por los criterios prácticos generales. Es decir, quienes desempeñen funciones políticas deben actuar buscando políticamente, a saber, atendiendo a la propia forma de existencia, conforme a los criterios propiamente políticos, desplegar a sus miembros.
Sin embargo, cabe preguntarse todavía, qué pasa con los Estados que actúan contrariando los principios prácticos generales. ¿Son propiamente Estados? ¿Puede ser definido el Estado, como forma política de praxis, por un fin determinado, de tal modo que cuando una organización humana lo realice sea considerada como Estado y no cuando se aleje de él o lo frustre?
Las indicaciones generales sobre el fin del Estado no parecen bastar para el estudio de lo que podríamos llamar la política en concreto o la política tal como de hecho tiene lugar. Hay autores que, basándose en lo que de hecho ocurre en la práctica, niegan que pueda identificarse necesariamente al Estado con un fin determinado. Los Estados han realizado y perseguido los más diversos fines. No habría, de este modo, un fin propio estatal, que permitiese definirlo y distinguir así qué es Estado y qué no. El Estado sería un medio apto para la realización de cualquier fin. Esta es la posición de Max Weber y Hans Kelsen. Para Weber, puesto que no hay “casi ninguna tarea que no haya asumido aquí o allá una asociación política, y que por otra parte tampoco hay tarea alguna de la que uno pueda decir que siempre y que en plenitud haya sido propia exclusivamente de aquellas asociaciones que se designan como políticas, hoy como Estados, o que haya sido históricamente antecesora del Estado moderno”, el Estado sólo puede ser definido por “un medio específico que es propio de él como de cualquier asociación política: la violencia física”. Kelsen coincide con Weber en la afirmación de la imposibilidad de definir al Estado por un fin determinado. “A la esencia del Estado no le corresponde algún fin específico”, el Estado es medio “para la realización de cualquier fin social”.
Ambos autores llaman la atención sobre la distancia entre la pretensión de vincular a la unidad política o Estado con uno o más fines que le serían propios, que lo definirían, y lo que ocurre en la práctica. A partir de lo que la experiencia nos muestra, resulta perfectamente posible concebir la existencia de un Estado que no respete los principios fundamentales de la praxis, la justicia y el bien. Muchos Estados, de hecho, vulneran esos principios. Pero no por eso es posible afirmar que dejen de existir. Cuanto más se podrá decir que el Estado es injusto, pero parece exagerado negarle la existencia como Estado.
El desarrollo tecnológico de los últimos lustros ha venido modificando sustancialmente muchos procesos de elaboración y distribución de bienes y servicios. En particular tiene lugar el despegue de una revolución tecnológica centrada en la microelectrónica e informática y cuyos efectos altamente pervasivos modificarán (modifican ya) formas de trabajo, educación, diversión, consumo y vida. En el campo de los procesos manufacturados las nuevas tecnologías permiten la desconcentración espacial de los procesos productivos y el tendido de cadenas o redes de interconexión entre filiales y/o firmas autónomas. Estas tecnologías permiten flexibilizar lotes de producción de acuerdo a los requerimientos variables de nichos y segmentos del mercado competidos mundialmente. Una expresión de esta integración internacional de los sistemas productivos se encuentra en el notable crecimiento que experimenta el comercio internacional de componentes y manufacturas semiprocesadas y el propio comercio intrafirma.
En la medida que los costos de transportación de insumos, bienes intermedios y mercancías en general han disminuido en los últimos años, y que los costos de comunicación y transmisión de información han descendido aún más notablemente, en la actualidad las grandes empresas (y no sólo éstas) se encuentran en condiciones de ampliar sus rangos de opciones nacionales para relocalizar y fragmentar procesos, operaciones y funciones, en un marco de adaptación flexible a los mercados y de operación de redes cibernéticas de proveedores o filiales.
Estos últimos operan como pequeñas y autónomas unidades de producción que abastecen puntualmente, de acuerdo a pedidos y requerimientos específicos de las matrices, los insumos o bienes demandados, organizándose en una especie de mercado electrónico interno. De hecho, la reestructuración productiva en curso implica la incorporación precisamente
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